viernes, 28 de febrero de 2014

El relato era mentira pero la narración era verdad: Jordi Évole y el teorema de Fox Mulder (I)

Bueno, ya está. Este artículo llega unos días más tarde que todos los demás porque, lo reconozco, soy un poco ignorante: me ha costado un tiempo saber qué pensar, cuando ante un evento mediático de este tipo –parafraseando a Lacan diríamos que los eventos mediáticos, en tanto que son falsos acontecimientos, son los únicos actos logrados-  todo el mundo necesita mostrar que sabe, que no ha sido pillado por sorpresa, que ha sido capaz de formar rápidamente una opinión. Es una de las lacras mucha “crítica” periodística, la necesidad de una evaluación ready made, inmediata y, para evitar ansiedades y sobresaltos, mejor si diáfana y maniquea. Todo lo que he leído -incluidos los dos mejores artículos que han caído en mis manos el de Milagros Pérez Oliva en El País y el de Celia Dubal en estas mismas páginas-, van del lado del juicio deontológico (si Operación Palace se ajusta al código de “buenas prácticas” –siempre me ha hecho gracia esta expresión, no sé lo que pensará de ella un becario-) o estético: sabiendo ya que habíamos asistido a una ficción, ¿conseguía sus efectos emocionales, estaba a la altura artística de sus precedentes, había sido acertado el experimento, su supuesto fin pedagógico como aviso del engaño justificaba los medios?

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lunes, 17 de febrero de 2014

Flores sin nombre, VI. De Dios.

VI. DE DIOS

16

Tu amor desairaba a la realidad
y yo te creí como a una señal divina.
Y ahora te añoro como se añora
la capacidad de blasfemar,
que escapó en la grupa de la fe.

 

17

Dios es un nombre para el tiempo que nos acompaña.
Para la soledad que nos unifica.
Para el espejo que nos excluye.
Y el recuerdo de padre y madre
ocultos a los ojos. Y el futuro
que nunca llega. Y la maldición
recompensada de Job.
Y la luna que mira clara, y el poema
de riguroso luto, y las mujeres que amé. Dios planea
sobre mi lecho semivacío.
Escucha mi voz de cadáver aplazado
que ni siquiera procrea.
Dios sabe que estoy loco.
Los humanos sólo lo sospechan.
¿Cómo voy a confiar en ellos?

 

18

Pensar lo mismo y lo contrario,
sin que los segundos medien
en esa promiscuidad gnoseológica
que refleja tan fielmente al mundo.
Gravedades superpuestas en un mismo cuerpo,
con la tensión justa
para resistir el descuartizamiento.
Tendones entre los dientes
que barajan los músculos aviesos
que sedimentan la sonrisa.
Mordiscos salvajes que reavivan la alegría
sin removerla de su sima profunda.

 

19

Teoría de la literatura: son los clérigos los que apetecen nuestro bien, Dios se limita a amarnos.

viernes, 7 de febrero de 2014

La verdad acerca de los hechos, 9



(viene de aquí)
IX.        El paradigma comunicativo y sus olvidos.

       No dejo de estar sorprendido de que en la investigación sobre los discursos informativos y la prácticas comunicativas todos los hallazgos de los años 60-80 parecen haber sido borrada de un plumazo. Yo llegué a la Universidad como profesor allá por 2002 y, pese a haber estado siempre en contacto con ella, no dejó de chocarme como el paradigma hermenéutico y crítico en el que me había formado había sido definitivamente desplazado en el ámbito de las ciencias de la comunicación y de las ciencias sociales. Ya no se trataba de interpretación y crítica, sino de técnica y ortología. Los estudiantes se preparaban para ser eficientes comunicadores, no para entender cómo funcionaban y qué transmitían las prácticas semióticas y sociales. Aunque algo de esto hubiera podido ser positivo, el triunfo del paradigma comunicativo no es inocente en absoluto: significa el triunfo de la razón técnico-instrumental. Tal y como se ha llevado a cabo el triunfo del cuantitativismo y de la entrevista, la enunciación controlada bajo el yugo de la información y sometida a la funcionalidad empresarial ha significado en buena medida la derrota del pensamiento.

        El problema es que se han olvidado hitos del pensamiento esenciales que “ya habían pensado” nuestro presente. Se ha olvidado a Baudrillard, que ya leyó la Guerra de Vietnam como un apaño entre las superpotencias, que convertía el antagonismo y la dialéctica en simulacros y nuestro entorno en hiperrealidad. Se ha olvidado al Foucault que caracterizó las sociedades disciplinarias y la microfísica del poder, y el poder queda como una relación simétrica, reprimiendo todo antagonismo, toda diferencia no subsumible en el consenso. Se ha tachado a Deleuze y Guatari y a la esquizofrenia capitalista. A Debord y la imposible transparencia de la  sociedad del espectáculo, la del capitalismo más allá de la apacibilidad nominal de la estructura. A Derrida, y su denuncia de la metafísica de la presencia, que tan implicada está en la creencia de que hay una verdad de los hechos. Pero también se ha olvidado la esencia de la escuela de Frankfurt de la que parece que Habermas es la culminación natural y de sus predecesores sólo quedan los textos más culturalistas de Benjamin y el saboteado concepto de industria cultural de Adorno y Horkheimer.
          
             En última instancia se ha olvidado a Marx. Sí, se ha borrado al, en palabras de Lacan, inventor del síntoma, esto es, al Marx analítico, intérprete de la cultura, filósofo, economista y político y se nos ha legado una versión de Marx hecha de consignas y recetas que, desprovistas de su fundamento, parecen trasnochadas. Si desconocemos los fundamentos de su crítica de la economía política, su genial y gigantesco desciframiento del capitalismo, su abordaje de Hegel y su inversión del signo de la dialéctica, y sólo nos quedamos con la dictadura del proletariado, aviados estamos.

          El caso es que el último efecto perverso de esta tachadura es la reaparición de los discursos de cuño estalinista (hay a quien una versión acrítica y dogmática de Marx le viene muy bien) que comparten el ideal de inmediatez y transparencia con el neoliberalismo y que, sorprendentemente, han reprimido todo recuerdo el fracaso del modelo del socialismo real soviético. Parecen predispuestos a ofrecerse como vanguardia de las descerebradas masas trabajadoras porque son capaces de leer el presente y ya tienen diseñado el futuro (¡qué miedo!).  Y del lado reformista, vemos aparecer con estupor propuestas ciudadano-populistas  que con sus consignas de reticularismo extremo repiten repiten ingenuamente eslóganes y pautas protofascistas, porque ni saben que lo son. O, casi que peor, eslóganes ciudadanistas y liberales del siglo XIX que en lo que pueden acabar es en una universalización de la 2ª enmienda de la Constitución norteameriacana.

(continuará)

La verdad acerca de los hechos, 8



 (viene de aquí)

VIII.  El periodismo de investigación y su lógica (particularmente, en España).
  
           Al final, el periodismo de investigación en el actual sistema de medios sólo parece servir para reforzar las comunidades de goce. De lo que se trataría, si estamos hablando de la verdad, es de cambiar la visión del mundo, las expectativas vitales, las opciones éticas, no de dar información que será interpretada como denuncia o manipulación según la comunidad de goce en cuestión, pero que jamás generará una auténtica rectificación subjetiva (si se entiende mejor, léase toma de conciencia). Los tsunamis informativos tipo “leaking” que han proliferado en los últimos tiempos son muy evidentes al respecto: efecto político = 0. Ha habido aluvión informativo, pero no αλήθεια, no desvelamiento,  no revelación. De hecho, si un medio apuesta por el periodismo de investigación como la base o lo primordial de su tarea -sé que esto va a doler a más de un honrado periodista- automáticamente deduzco que ha renunciado a cualquier pretensión subversiva en el más noble sentido del término.

         El periodismo de investigación nos parece una opción excelente si pensamos en el Washington Post de los 70 y en el Watergate. Ninguna duda. Pero, ay amigos, estamos en España y aquí una levísima ojeada histórica nos indica que las cosas son y han sido de otra manera, que la relación entre los hechos y la verdad puede ser perfectamente anulada o incluso invertida y siempre fácilmente corrompida. Pensemos que el medio más representativo del periodismo de investigación fue durante años El Mundo de Pedro  J. Ramírez, que fundamentó su fama en la investigación del caso GAL, que acabó con un ministro y un alto funcionario socialistas, y un par de policías corruptos en la cárcel. Caso, pues, que fue investigado por un director de un medio y un juez estrella con claras intenciones de venganza contra Felipe González. El juez en cuestión detiene la investigación antes de llegar al fondo (la famosa X), porque una cosa es desgastar al odiado enemigo y otra muy distinta meter a un presidente del gobierno en la cárcel. Este juez prosigue su carrera convirtiéndose en la gran estrella de la izquierda española pero quien saca beneficio electoral de todo ello es el PP, que si hubiera sido coherente con su ideología hubiera debido estar encantado con los GAL y haberlos defendido a capa y espada. 

          Este partido gobierna España durante ocho años y pierde las elecciones por mentir flagrantemente acerca de la autoría de un masivo ataque terrorista, falsedad descubierta y propagada por la acción de los ciudadanos a través de sus teléfonos móviles, no por los medios de comunicación, que fueron siempre a rebufo aquellos tres días de marzo. Durante los ocho años siguientes, el medio que descubrió a los GAL (los mortales enemigos de ETA) monta una teoría de la conspiración inspirando continuas sospechas de que ETA, a quien le hizo el favor de denunciar a los GAL, estuvo implicada en la autoría de aquel atentado. A su vez, su medio rival descubre una trama corrupta (Gürtel) contra el partido contrario, que ahora se pretende desgastar no por su acción de gobierno, sino mientras está en la oposición en el Estado pero que sigue gobernando en muchos gobiernos autonómicos, instrucción que, junto a otras, lleva a cabo el mismo juez estrella que ayudó a ese partido, en ese momento en la oposición, a llegar al gobierno, consiguiendo que el partido acusado acabe acaparando el mayor poder electoral de toda la historia de la monarquía constitucional española, y que acabe atacándolo y consiguiendo su inhabilitación, mientras sus propios cargos electos van de imputación en imputación como todo el mundo sabe y acepta sin que la mayoría deje de tener intención de seguir votándoles. ¡POR DIOS, EN SERIO ¿DÓNDE NARICES ESTÁ LA VERDAD DE TODO ESTO?!!!!

         Por hechos no será… Pero, evidentemente, la lógica de estos procesos dista mucho de la biempensante cadena lógica denuncia -> reacción punitiva (o al menos de reprobación) por parte de la opinión pública, sino que está gobernada por una lógica completamente distinta: la de la serialidad fidelizante, que es problablemente la más antigua estrategia entre las la industrias culturales de la ficción. Es decir, la lógica del culebrón o del folletín, esencialmente comerciales y que en muchos casos, de Dickens a Breaking Bad, han podido generar producciones dignas y de muy alto nivel. Pero sin mentir. Es decir, ofreciéndolas explícitamente como ficción, no como “hechos” o noticias.

En última instancia, vemos que el desgaste no es una opción precisamente revolucionaria, que vaya en dirección a propiciar una significativa (verdadera, en el buen sentido de la palabra, radical) transformación del estado de las cosas. Por muy bien intencionado que sea, -y no dejo de valorar recientes opciones tan abnegadas como el  El Diario.es o La Marea- el periodismo de investigación no consigue más que reforzar un cierto ciudadanismo, una especie de narcisismo de la opinión pública y en vez de cuestionar al sistema acaba cuestionando las mentiras de los políticos y empresarios, es decir, las morales particulares de sus actores, insinuando el subtexto de que tienen la culpa de todo y que si no fuera por sus canalladas más o menos subrepticias, el sistema funcionaría (la realidad sería de otra manera). La maldad está en el sistema, no este o aquél "políticoempresarioobanquero" corrupto. La verdad es que para que funcionara ese mito liberal que es el libre mercado, con auténtica igualdad de oportunidades, auténtica competencia libre, auténtico éxito de los mejores, y auténtico gobierno de la oferta por la demanda -estado utópico que jamás han conseguido enmascarar el capitalismo relamente existente, el de los emporios, los lobbys y las multinacionales- haría falta un estado policial tal que hubiera hecho parecer a la URSS un paraíso, porque el capitalista, el hombre de empresa liberal, es tramposo y transgresor por esencia.

En fin, que como decía mi  amigo Jaume Peris  hace unos meses a cuenta del caso Bárcenas, el gran escándalo del PP no está en los sobres, está en el BOE. Obvio. Suficientemente. Tanto, como que sin análisis y opinión no hay verdad.

La verdad acerca de los hechos, 7



(viene de aquí)

VII.   La información, los sujetos, las comunidades de goce.

Evidentemente, lo que originó la polémica que aquí estamos discutiendo fue una noticia muy concreta, perteneciente al género político. En el espacio de la comunicación pública y de la información política, la reiteración de la información, la insistencia en ciertos hechos (lo cual siempre implica una selección) remite continuamente a la enunciación, la caracteriza y condiciona todas las interpretaciones de los enunciados que de ella provengan. Ello tiene en los sistemas liberal parlamentarios, es decir, bipartidistas, una resonancia anquilosadamente estructurada en comunidades de goce. Ante cualquier denuncia de los abusos del poder, los periodistas, los políticos y los (e)lectores de derechas contestan a lo que consideran una cantinela con otra: “ya están estos rojos dando el coñazo; te recuerdo que la izquierda también…” Y ello independientemente de los hechos, los datos y la información y las encuestas de intención de voto, que puedan esgrimirse. La denuncia pública, informativa, funciona como la famosa “doble inscripción freudiana”: es una sobreinterpretación. Añadir más información a la información no rectifica la posición del sujeto ni es semilla de ninguna transformación de la realidad. La opinión pública es el espejo en que se deforman los hechos, en el que se genera su congelamiento y su impotencia para acceder a la dignidad de la verdad y tener sus efectos.

La verdad acerca de los hechos, 6

(viene de aquí)



VI.  La verdad, los hechos y su registro.

En fin, desde Aristóteles como mínimo sabemos que la verdad no anida en los hechos, sino en los predicados que a ellos se aplican. La verdad es el relato, la verdad está en los signos. El caso es que cada época ha decidido capturar la fugacidad de los acontecimientos en un género, en una tipología narrativa: los anales, la crónica, el cantar de gesta, el poema épico, el tratado histórico o los géneros icónico-visuales correspondientes. La sociedad masiva, dominada en su comunicación, inventó otro género para capturar lo real como una secuencia narrativa: la noticia. Probablemente, el más neutralizador de la potencia activa de todos, por que convierte a su receptor en un ente paralítico, la opinión pública.

No hay, pues, hechos puros. Los datos, las informaciones, no sólo se integran en un relato, sino también en un metarrelato, en un cuadro ideológico determinado, en una escala de valores que confiere a su interpretación su posibilidad y sus límites, que imprime su lógica y que los convierte en realidad partiendo de unas inciertas señales. Podríamos caer en la falacia de la fotografía como prueba irrefutable, pero todo estudioso de la imagen sabe que el mismo recorte, el encuadre, el enfoque, ya son una forma de ficcionalización, porque ejercen una función modelizante, de sinécdoque. Pensemos en una portada de La Razón mostrando la foto de un encapuchado quemando un contenedor como imagen representativa de una manifestación. Evidentemente, si no ha sido trucada, la foto capta un hecho, pero ¿qué tiene que ver ese hecho con la verdad?  La verdad residirá en un enunciado: ésta imagen representa un hecho aislado / esta imagen es fiel representante del tono y actitud de todos los manifestantes.

Y ello pese al imaginario digital, que comenzó en los noventa analizando paranoicoconspirativamente el famoso corto de Abraham Zapruder en el que se recogía la muerte de Kennedy, y culminó con el modelo CSI, que se ha convertido en dominante en la ficción audiovisual de corte policíaco, no cesa de insistir en su valor de evidencia, que nos ha trasladado como un estado de creencia generalizado.