I. Introducción
“Literalidad y precisión no son lo mismo; antes bien hay que decir que van separadas. Sin ruptura, sin impropiedad, no hay conocimiento que aspire a ser algo más que una repetición ordenadora. Que dicho conocimiento no renuncie a pesar de ello a la idea de la verdad, como por el contrario está mucho más cerca de ocurrir en los más consecuentes representantes del positivismo, no deja de constituir una contradicción esencial: el conocimiento es, y no per accidens, exageración. Porque de igual modo a como ningún particular es «verdadero », sino que en virtud de su estar-mediado es siempre su propio otro, tampoco el todo es verdadero. El hecho de que permanezca irreconciliado con lo particular no es sino la expresión de su propia negatividad. La verdad es la articulación de esta relación”.
Theodor W. Adorno.
Esta
serie de entregas del blog está pensada como una respuesta global a algunas
observaciones que se me han hecho a cuenta de mi entrega sobre el Gamonal, tanto
en el mismo blog como a través de facebook, y muy particularmente a las atentas
objeciones y preguntas que me han formulado Paco López y Emilia Bolinches. Pero
he preferido, como casi siempre, mi caos subjetivo antes que la fragmentación proveniente
de dar repuesta por separado a cada objeción. El caso es que a veces me cuesta
recordar que hace muchos años que funciono con una serie premisas que no
comparte casi nadie, -la mayoría de las cuales están recogidas en un libro que tampoco ha leído apenas nadie, dicho sea
de paso- y que van en general contra el sentido común y contra los marcos de
pensamiento generalmente aceptados, tanto por la opinión general como por la doxa académica. He pretendido ser lógico
y no original (quo erat demonstradum: la
frase es de Lacan), pero la lógica, aplicada radicalmente, te puede llevar muy
lejos de los consensos humanos y las opiniones aceptables.
En
términos generales, suelo creer que mi pensamiento es congruente con Lacan, y
con la parte analítica de Marx, aquella que le mereció por parte de Lacan el calificativo de inventor del síntoma. Pero me llevo muy frecuentemente la sorpresa de que
muchos psicoanalistas se sorprenden y piensan que no hablo de su campo cuando
aplico los supuestos del análisis fuera de la clínica, es decir, cuando intento
indagar la realidad como efecto simbólico y como formación del inconsciente,
interrogando una función de sujeto como respuesta de lo real. No digamos ya,
mis amigos filósofos, periodistas, filólogos, teóricos de la comunicación, la
literatura y el cine.
Por
tanto, esta serie de posts va tomar la forma de una batería de sucintas tesis que pretenden
dibujar mi background, lo que creo son los fundamentos de mi visión y análisis
de la realidad. No creo sinceramente que se pueda reputar este ejercicio de narcisismo intelectual, porque si el narcisismo fuera mi primera motivación hubiera fenecido
de inconsolable melancolía tiempo ha. Como dice una de las personas que
justifican el apenas delante del nadie cuando hablo de la lectura de mi
voluminoso libro, el problema es que parezco no tener target: los psicoanalistas piensan que me dedico a la filología, el
cine o como mucho las ciencias sociales, en estos campos se piensa que tengo
veleidades filosóficas y la mayoría de los filósofos creen que mi disciplina es
el psicoanálisis. Desolador ¿no?
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