1. Un mandato histórico.
Hasta aquí puedo llegar, hasta aquí puedo ceder, hasta aquí de muchas
cosas. “Hasta aquí” señalando una parte del cuerpo (a elegir según el
cuerpo) o señalando un abstracto límite jurídico y conceptual. “Hasta
aquí” parece la frase clave en estos momentos de negociación
pregubernarnental. Hay líneas rojas de los partidos y hay hastaquíes de
los ciudadanos. Yo por ejemplo, estoy hasta aquí, en el sentido corporal
(de qué parte del cuerpo hablo, lo dejo a la imaginación del lector,
pero si se hubiera tratado de la coronilla, lo hubiese dicho y ya está,
¿no?), de oír al PP y sus voceros que han ganado las elecciones, cuando
es más que obvio, como ya he apuntado en otras ocasiones, que las han
perdido. Que ellos, más allá de toda ética y sensibilidad, hayan
conseguido unir a toda su comunidad de goce en un solo partido, con un
simple apéndice llamado C’s como tributo a la nueva política, no implica
que hayan ganado. Dicen que la sociedad española ha mandado un mensaje
claro. Técnicamente hablando, podríamos definir a la Sociedad Española
como un montón de peña heterogénea, una parte de la cual fue a votar el
20D. Reconocerá el lector que es una de las más exactas y ajustadas
definiciones que habrá leído nunca. La realidad es rizomática y una
mirada radical sobre la realidad implica no eludir la complejidad que
se deriva de su núcleo de inconsistencia. Lo contrario, la claridad
impuesta como ideal, implica acabar andándose por las ramas siempre. Los
deleuzianos que puedan pasar por aquí, supongo que me comprenderán.
No hay más que ver la distribución de
las comunidades autónomas y ayuntamientos, tras el último ciclo
electoral, para vislumbrar lo terrible que sería esa tensión si el PP
controla el gobierno central. Y más aciago aún para el País Valenciano,
con todo el trabajo que hay que hacer aquí, en lo político, lo social y
lo administrativo, tras un cuarto de siglo (en la ciudad de Valencia es
así) de poder absoluto del PP, como demuestran gúrteles, taules e imelsas.
Claro que también da miedo pensar lo terrible que será el PP en la
oposición, ahora con la voz y la coartada de C’s secundándolos y velando
por sus intereses, como ya están mostrando en las negociaciones
actuales para la investidura. Hará falta una sociedad bien armada de
decisiones y argumentos para enfrentarse al PP neoliberal a
machamartillo y traidor a España, que ya conocimos con Zapatero. Ya
hemos visto de la maledicencia mendaz de un Margallo o de un
Fernández Díaz en foros nacionales e internacionales. Y ya hemos visto
la enésima intentona de resucitar a ETA con el caso de los titiriteros.
El PSOE, pues, tiene, en su nuevo papel
de segunda minoría, pero perfectamente articulable con todas las fuerzas
políticas que no tienen su origen histórico o intelectual en el
franquismo, un mandato que se me antoja obvio (que no es lo mismo que
claro): la obligación de apostar por regeneración y la necesidad del
superar el atado y bien atado del régimen del 78, contra las
tutelas del ejército (artículo 8.1 de la Constitución), los grandes
grupos mediáticos (que ya tienen decidida su apuesta anti-progreso,
disfrazada de apuesta anti-Podemos) y la Iglesia. La gente, las mareas,
los traicionados por el consenso del 78, no pedían otra cosa cuando
decían no nos representan. Creo que el PSOE, partido viejo, debe de
tomar nota de que su vieja guardia constitucionalista, indudablemente
monárquica, pertenece al pasado.
En cuanto a Podemos, muchos hubiéramos preferido también un partido distinto de los partidos tradicionales, pero los media
se encargaron de hacer triunfar en su seno a un modelo vertical y
jerárquico mucho más manejable y domesticable. Y, si la operación doma
no sale bien, mucho más fácil de derrotar -guarecido tan solo en la
telecracia y el paraguas mediático- que una formación dinámica y
populosa con unas bases entusiasmadas que lo incardinaran en la
sociedad, que hubieran hecho de él un instrumento de la hegemonía
popular y no simplemente, una nueva formación de izquierdas más. No hay
nada más viejo en la política occidental europea que un partido de
izquierdas nuevo.
Aun así, PSOE y Podemos tienen una deuda
histórica con el pueblo español y deben buscar por todos los medios el
acuerdo para derrotar al PP con la democracia, que ellos sólo aceptan a
regañadientes y con la frialdad del máximo formulismo jurídico. Y no
sólo por la corrupción o el nacional-catolicismo crápula de pandereta,
sino también contra el soberanismo burocrático español que es lo que les
permite conjugar sus casposos valores conservadores y castizos, el
populismo demagógico de la extrema derecha, con el máximo del cálculo
neoliberal. Todo, hoy, puros disfraces de la su rapacidad corrupta
.
Porque el caso es que al PSOE, si decide
darle la espalda al progreso, no le queda otra que desaparecer a corto
plazo, como su homólogo el PASOK, por quedarse sin electorado potencial.
Si pacta con la izquierda, no. Con la existencia de C’s pueden estar
seguros que ni un solo voto de centro derecha –sociológico o deliberado-
ha ido a ellos. Los que le han quedado son los que le venían de
izquierda, menos los que le ha robado Podemos.
Podemos tiene un futuro más complejo, si
no consigue el pacto, debido a las ataduras de sus estrategias
territoriales. Y no hay más que ver todos los equilibrios que se han
visto obligados a hacer las CUP. Si no hay tal pacto de izquierdas,
tiene el protagonismo asegurado y una gran responsabilidad: ser el único
partido de la oposición. Excusa para tener cuatro años callada a toda
posible disidencia interna y externa: montarían otro antagonismo
schmittiano y acusarían a toda voz crítica de colaborar con el
tripartito de la derecha. El problema es que entonces Podemos va a tener
un techo electoral siempre porque, como su secretario general bien
sabe, en las comunidades plurilingües no van a conformar nunca una
posición hegemónica por sí solos, porque la lucha anti-postfranquista
va, de suyo, incluyendo al nacionalismo desde hace décadas. Es decir,
Podemos va a ser una fuerza eternamente opositora en España.
Y ése es el principal “hasta aquí”:
hasta aquí de PP. Ya está bien. Ya sé que algunos en el PSOE odian más a
Podemos que al PP (algunos ex de Podemos también y muchos de IU), por
sus pésimas formas y nulo pudor en la ostentación de su narcisismo, pero
deben de hacer un ejercicio de responsabilidad… Aun así, el PP debe ser
barrido como lo que ha demostrado ser: una banda organizada para
conseguir mordidas y blanquearlas después. El PSOE no puede hacer lo que
hizo Felipe González a finales de los 80, sostener a un PP que se
estaba cayendo a trozos porque el muy espabilado confiaba en su techo
electoral, techo que rompió posteriormente para dolor de todos los
españoles.
2. España como línea roja.
El caso es que con la cuestión del
proceso catalán, parece que la línea roja por excelencia, en este
momento de negociación política pre-gubernamental, es precisamente la
idea de España. No es extraño, pues es de todos sabido que el
nacionalismo español es el núcleo ideológico de la España reaccionaria.
Lo que pretendo en este texto es darle una dimensión al problema algo
distinta a las habituales. Porque si nos fijamos, la unidad de España y
las acusaciones de corrupción al contrario son los dos argumentos
electorales por excelencia en este país (y en sus países), tanto en una
dirección como en otra. El soberanismo y la corrupción son los grandes
anclajes sintomáticos, patho-lógicos, en la política española,
por eso uno actúa como antídoto del otro. Lo mismo que pasa con el PP en
España, pasa con CiU en Catalunya: el nacionalismo, el soberanismo, ha
sido un perfecto antídoto contra cualquier repercusión electoral de los
problemas de corrupción. La correlación parece más que evidente. De ahí,
que las CUP, anticapitalistas e independentistas, se las hayan tenido
tiesas con este agujero paradójico en el trasvase entre moral y
política. A su vez, el regionalismo españolista ha sido la causa de la
ceguera de los valencianos ante la corrupción (“són els nostres”) con la
increíblemente efectiva amenaza del catalanismo de la izquierda como
miserable como coartada. Así, que el nacionalismo progresista, tras
mucho sufrir aprendió la lección: Compromís ha conseguido crecer
atacando a la corrupción y pasando a segundo plano su modelo nacional y
territorial. La correlación entre ambos ítems me parece más que
evidente.
Ciertamente, quien ha fomentado el
soberanismo como falacia política ha sido el PP. Atacando a Catalunya,
mucho más odiada por los monolingües que el País Vasco, por ejemplo. “Al
vasco se le teme, al catalán se le odia”. Al valenciano y al gallego y
se les desprecia, añado. Así, jugando con la cuestión del goce y el
narcisismo de las pequeñas diferencias, ha conseguido que la izquierda
encalle en esa línea roja. En un planteamiento marxista clásico diríamos
que ha ganado una partida muy relevante en el juego de la lucha de
clases, que ha dado un jaque de muy difícil salida. La cúpula de Podemos
se ha dado cuenta de ello y está haciendo malabares en los territorios
no monolingües del Estado. En política esto es curioso porque, a nivel
de Estado, tanto el planteamiento de clase como el planteamiento
hegemónico han quedado reputados pura ideología comunicativa. No tocan
lo real del goce, no tocan lo inconsciente (que es lo verdaderamente operativo, lo que tiene consecuencias) de la política.
La gran conquista del neoliberalismo
consensual-constitucionalista español ha sido marcar como nacionalistas y
soberanistas desafiantes a los que reivindican su diferencia y
desmarcar su prepotencia, conquistadora y homogeneizadora, de esa
categoría. El neoliberalismo es especialista en estas cosas. Pensemos
cómo el imperialismo occidental es hecho pasar por neutra democracia
formal, frente a todo populismo, incluido el islamista, no connivente
con los intereses imperiales de Estados Unidos y de Europa… Así, el PP y
luego C’s han conseguido marcar como nacionalistas a todos los demás y
llaman a lo suyo “constitucionalismo” Y el PSOE, en buena medida se ha
dejado pinzar en el asunto, olvidando su pasado federalista (y
republicano) y transigiendo de mil amores con el régimen monárquico y
autonómico.
De este modo, el nacionalismo español ha
mantenido a todas las comunidades monolingües periféricas en el anclaje
del subdesarrollo y el folclorismo. El lenguaje periodístico las ha
designado como “baronías territoriales” y de ellas se encargó el
bipartidismo. Los monolingües periféricos (Castillas, Andalucía, Aragón,
Asturias, Extremadura, etc.) se han considerado defensores por
antonomasia de la unidad de España, odiando a Catalunya por insolidaria.
En los otros territorios, sin embargo, el bilingüismo ha servido al
menos como barrera de defensa. Hasta el un País tan dividido como el
Valenciano, en el que viven enfrentados dos modelos de identidad
territorial. La cúpula de Podemos vio, como ya advertimos hace un año,
que la posición valenciana, lejos de ser irrelevante, era un magnífico
termómetro de lo que pasaba en todo el Estado. Y el incipiente giro
copernicano que estamos viviendo en Valencia puede ser síntoma de un
cambio general de ciclo, como no lo ha habido, en lo electoral, desde
hace casi 30 años. Por eso, entendí perfectamente que Errejón hablara de
“valencianizar” España. Al fin y al cabo, como estudioso del caso
boliviano que es, sabe cómo un proceso de descentralización
plurinacional puede implicar y encauzar un giro hegemónico. Lo que
parece que no han anotado de momento, dada su fe inquebrantable en los
Media y en la “claridad”, es que este viraje valenciano se produjo justo cuando la mediación difusiva desapareció, con el cierre de RTVV …
El nacionalismo español, bendecido por
la Iglesia Católica, fue pues el gran pilar en el que se sustentaba el
franquismo. Por eso la izquierda antifranquista simpatizó inmediatamente
con los nacionalismos periféricos. Y, por eso, se considera como uno de
los grandes hitos de la transición aquel famoso concierto de Raimon en
Madrid. El PSOE consolidó su hegemonía electoral de los 80, sin embargo,
capitalizando un voto no nacionalista periférico (Andalucía, Asturias,
Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, y como segunda
fuerza en el Euskadi y Catalunya…), que constituyó el gran anclaje
social de la monarquía. Y CiU y PNV (recuerden a Rosa Díez como
consejera vasca), con los que el PSOE se ha entendido de maravilla
muchos años, configuraron a su vez un nacionalismo no de izquierdas, es
decir, tolerante con esa misma monarquía.
En ese sentido podríamos hablar de España como sinthome. Esta es una vieja grafía francesa que a Jacques Lacan le sirvió en la última época de su Enseñanza para subsumir en una categoría común dos de las dimensiones esenciales de su clínica, el síntoma
del que padece el sujeto y cuyo desciframiento se convierte en un
imperativo en el análisis (“Wo Es war, soll Ich werden”) y el fantasma
que es el filtro a través del cual el sujeto contempla e interpreta la
realidad. Es, por lo tanto, un núcleo, un anudamiento, de goce
(en el sentido del “más allá del principio del placer” freudiano) que
produce la alucinación de un sentido universal. Lo imaginario de ese
sentido sumerge totalmente a la verdad en la forma de la violencia. Que
este imaginario modulante y filtrante es de aplicación inmediata lo
demuestra el caso de los Titiriteros, cuyo único interés radica en
atacar al ayuntamiento de Madrid. Y que gente muy inestable
psíquicamente y con una moral resistente a toda empatía, empeñada en
negarle al otro todo derecho, haya sacado a ETA y al terrorismo del armario como arma peri-electoral.
Como decía el psicoanalista Jacques-Alain Miller, “Desde luego, el
esplendor del canalla y su brillo maléfico provienen de no aceptar ni al
Otro con mayúsculas, que no es más que una ficción, ni a los otros, que
no valen nada”. Eres nacionalista, eres violento, nuestros muertos son
los buenos muertos (las víctimas) los tuyos están bien en las cunETAs.
Perdón, por esta muestra de humor más dudoso que negro, pero si las
redes se están llenando de memes con estas tres letras, que la derecha
tiene interés en ver por todas partes, no es por casualidad. La frialdad
neoliberal y el nacionalismo burocrático que ahora adopta el PP (y
Ciudadanos, su filial) radica precisamente en este intentar vendernos su
idea de España como neutra y natural, y acusar de deseos de matar a
todos los que la cuestionan. ETA es el Id de la España neoliberal, el
significante con el que gestionan su angustia y su culpa, y se resisten
con uñas y dientes a dejarla ser Historia.
El caso es que todo ello desemboca en
una noción jurídica e histórica radicalmente falsa. Porque la historia
del soberanismo españolista, forjado en el derecho de ocupación y
conquista, no se enseña en las escuelas españolas. De ahí, que a cuenta
del proceso de investidura catalán haya sido tan difícil para la
izquierda española y muchos de sus intelectuales entender qué estaba
pasando y hayan acusado a las CUP, pilladas en ese impás paradójico
entre el soberanismo español y el catalán, y acusándolas de ser
traidoras a un pueblo (¿a cuál?) y a una clase, por haber tenido que
negociar la antinomia entre el anticapitalismo y el independentismo.
Cuando desde la periferia se les ha venido a decir que no estaban muy
legitimados ni suficientemente informados para juzgar a las CUP,
precisamente porque su versión de la Historia Oficial, desde la
dialéctica de lo español y de lo universal (de Madrid al cielo, claro)
no les capacitaba para ello, respondían con ese refinamiento españolista
que es el cosmopolitismo madrileño, diciendo que ellos eran de Madrid
pero que podrían ser de cualquier parte. Es decir, el mismo argumento
neoliberal de neutralidad ideológica del centralismo, se esgrima en
Madrid, en Berlín, o en Washington. Ellos defienden valores universales,
los demás son supersticiosos localistas. En lenguaje ciudadanita, aldeanos.
Miren, España no fue un producto de la Reconquista, versión que impuso la Historia Oficial del centralismo. Español
es una palabra francesa que designaba a los habitantes de la Península
Ibérica, súbditos de los reinos cristianos del norte, en la medida que
iban expandiéndose hacia el sur y empujando a los árabes. La
Reconquista, pues, propició un Estado Federal. La España centralista es
un efecto del Despotismo Ilustrado europeo, del racionalismo sanguinario
de la Ilustración Europea no democrática. Los borbones vinieron a
España a destruir el último Estado Feudal de Europa para prepararle el
terreno al jacobinismo liberal y consumar aquí la transición el Estado
Imperial al Estado liberal colonial. Y, precisamente, los primeros en
ser colonizados y sometidos a un poder central de una forma violenta y
avasalladora, ilegalizando sus lenguas y fueros, resultaron ser los
reinos que conformaban la España de los Austrias. Esta España
colonizada, coincide pues con el proceso de Universalización del Estado
que consumó el capitalismo hegemónico en el siglo XIX, extendiéndolo a
toda Europa y América. Y en el siglo XX, por vía neo-colonial
capitalista, al resto del planeta. Todo el siglo XIX español, con las
Guerras Carlistas, puede ser leído como un cuestionamiento de ese
centralismo.
El fascismo hispano, franquista, tiene
pues, partiendo de ese tronco, un momento inaugural posterior, datable
en la reacción nacionalista-fascista en los años 20 y 30. El
nacionalismo español actual nace ahí, hijo del centralismo borbónico, y
no cabe confundirlo con el patriotismo liberal que se opuso tanto a la
invasión napoleónica como al absolutismo en el siglo anterior. Por eso,
los dos pilares básicos del franquismo son el anticomunismo
(anti-ateísmo) y el anti-separatismo, que vuelven como cualquier
contenido reprimido ante la angustia de castración, que en este caso es
la inminencia de la pérdida del gobierno central del Estado. Cuando
están en mayoría, si nos fijamos, utilizan siempre la versión
neoliberal-burocrática (formalista, legalista, constitucionalista,
universalista) del soberanismo español, que consiste en la defensa de la
indivisibilidad de la soberanía española. Una, grande, libre y
burocráticamente legal. Por eso, Europa se convierte también en un
artefacto arrojadizo entre los dos soberanismos, el catalán y el
español. El soberanismo, corolario del patriotismo constitucional
y sucedáneo del nacionalismo y del derecho unilateral de
autodeterminación, es presa de sus presupuestos. Y la Unión Europea se
desvela consecuente como un dispositivo burocrático cuyo fin último es
la paralización de toda transformación social. Por eso, como el caso
Tsipras muestra a las claras, el anti-cosmopolitismo populista carece de
armas para enfrentarse a él.
Cabe, pues, otra lectura de la Unión
Europea como dispositivo burocrático-capitalista. Nos cuentan nació para
evitar otra guerra europea. Podemos pensarlo al revés: hicieron falta dos guerras europeas para poder imponer la burocracia estatal liberal incuestionada en Europa.
Si eso es así, la necesidad de 40 años de fascismo en España se explica
de una manera completamente distinta. Y, también se explica, que sus
dos pilares básicos fueran centralistas: el nacionalismo español y el
catolicismo, que es la religión más jerárquicamente y burocráticamente
centralizada del planeta, como lo demuestra el que se haya avenido a
conformarse a la forma legal del Estado (Vaticano). España habría podido
ser una alternativa socialista viable al estalinismo, como Estado
pluri-lingüístico y plurinacional. Y esa excepción, el orden mundial no
se la podía permitir. Como no se pudo permitir todas las experiencias de
socialismo transformador en América Latina en los años 70 y primera
parte de los 80.
El nacionalismo es un derecho, nos
pongamos como nos pongamos. Todo pueblo sometido tiene derecho a
imaginarse nación y buscar la autodeterminación como forma de
emancipación. Para la izquierda el punto 0 de neutralidad no está en la
aceptación consensuada del derecho de conquista, sino en el
establecimiento de una reciprocidad pactada. Donde los periféricos no
sean los únicos bilingües, por ejemplo, porque tienen obligación de
aprender su lengua y la de los conquistadores a los que el consenso ha
ratificado en sus derechos de fuerza ocupante, para que puedan ir por
todo el territorio espetando “estamos en España y te exijo que me hables
en español” “Ja ho faig, -podrien trobar-se com a resposta-, totes
llengües romàniques de la Península Ibérica, en són” No estaría mal
comenzar, pues, por el aprendizaje (alguna) de (las) otras lenguas
oficiales por los castellano-parlantes. La inmersión lingüística en los
territorios bilingües no tiene otra finalidad que los monolingües puedan
entenderse con sus nuevos vecinos en sus tierras de acogida desde un
lugar distinto de la prepotencia conquistadora, que no es sino el
semblante belicoso de su profunda angustia al sentir que su lengua no es
ya la lengua del amo.
Parece que a unidad de la España
borbónica es imposible en libertad, sin entrar cíclicamente en crisis
¿Por qué los españolistas prefieren esta España precaria a una España
pactada?, cabría preguntarse. Sin la mediación expoliadora del
centralismo, los pueblos de España nos entenderíamos estupendamente.
¿Querría Madrid avenirse a ser uno más, o uno menos, –sólo capital y no
Comunidad Autónoma, por ejemplo, como emblema de la acumulación
capitalista- entre los pueblos de España, y no pretender ser el 0 o la
coma de la cifra? En un proceso neo-constituyente habría que
cuestionarse esta opción. El problema no es la ciudad, es la Comunidad
Autónoma, como muestran los últimos resultados electorales. No es
tampoco lo mismo el Madrid de Tierno y de Carmena que el Madrid de
Gallardón, Aguirre y Cifuentes (sus tres últimos presidentes
autonómicos)
Concluyo. Las líneas, más que rojas, se
me antojan rojigualdas. No saldremos del franquismo mientras no seamos
capaces de arriesgar la concepción franco-borbónica de España para
refundarla sobre parámetros más justos y no sobre el derecho de
conquista. Todo lo demás depende de ello. Desde la eliminación de la
corrupción hasta plantearse la posibilidad de instaurar una renta básica
universal, por ejemplo. Puede que suene esotérico, pero la política no
se ancla -no he dicho “se basa”, aclaro- en factores métricos y
racionales, sino en condiciones simbólicas que sean capaces de
rearticular los restos del goce que no es capaz de absorber el cálculo
capitalista del consumo y la retabilidad. Algunos los llaman demandas.
En ese sentido, España es un significante flotante y Catalunya es un significante vacío
que puede perfectamente articular una cadena equivalencial que origine
un proceso emancipatorio para todo el Estado. A mí, Laclau me sigue
pareciendo muy útil para entender estas cosas mientras no se intente
impostar su teoría como un método algorítmico y sí como un instrumento
heurístico. Ada Colau lo ha sabido ver y se lo ha impuesto a gente con
bastante menos visión de la realidad, a la que consideran un laboratorio
de sus estrategias hegemónicas, a gente como Íñigo Errejón o Pablo
Iglesias. Por esas razones, el PSOE tiene ahora la pelota en su tejado y
a él corresponde decidir si quiere acabar con las raíces del franquismo
o seguir dándoles cobijo bajo la forma de un soberanismo español que no
tiene otro origen que el racionalismo absolutista borbónico, que tan
bien se coordina con los presupuestos neoliberales, dicho sea de paso,
bajo la forma de la rentabilidad soberanista, uno de los valores cuya
detentación en exclusiva el españolismo se esfuerza en airear: lo de los
demás son caprichos y aventuras. Y por eso creo que, más allá del
peculiar estilo de su líder y cúpula, que me producen tanto rechazo como
a cualquiera, Podemos acierta en proponer la partida en esos términos.
Yo no tengo ningún interés en la independencia de Catalunya o en un
Estado Español -en el que me quedaré- sin un territorio en el que se
hablan mis dos lenguas, pero consultar al pueblo catalán, reconocerle su
derecho a decidir, sería un gran paso para un proceso neo-constituyente
basado en un pacto entre pueblos iguales, y no en un consenso que no
fue más que una legitimación formal de un derecho de sojuzgamiento y
conquista que viene de tres siglos atrás. Necesitamos un pacto, que
implica el derecho al reconocimiento mutuo, y no un consenso sacralizado
sin derecho al malestar.
Y necesitamos un país en el que los dirigentes sean tuertos, como mínimo, y no radicalmente ciegos a la vergüenza.
Este texto fue originalmente pubilicado en VLCNoticias..