(Viene de aquí)
IV. Las estrategias discursivas y su investigación
En estas
circunstancias, las estrategias discursivas de los medios de información son
inconmensurablemente más complejas que las que nos puede ofrecer una
deontología binaria o sometida a un simple patrón cronométrico. Son
analizables, sin duda, pero no simplificables a un reduccionismo epistemológico
binario. Es aquí, donde la supuesta objetividad, siempre promulgada como un
ideal jamás cumplido, revela su carácter de simulacro sometido la relevancia
coral y el establecimiento de la agenda. No se trata de pinchar los teléfonos
de los directores de los medios a ver qué se ponen de acuerdo en emitir (es
decir, de buscar más hechos sobre los hechos en una especie de facticismo
metafáctico) lo que nos llevaría a una maraña inextricable, sino de ver las
huellas de ese pacto en sus plasmaciones textuales: las emisiones, las
programaciones, las parrillas. Es obvio, por muy tácito que sea.
Está a la vista de todo el mundo. Además, en estos momentos hay que contar con
el el streaming online y la capacidad
de denuncia y actualización de las redes sociales.
Por eso soy contrario a las investigaciones
cuantitativas como un fin en sí mismas: trabajan para
el sistema constituyendo un insoslayable laberinto de espejos. Saber qué
piensan/mos, qué van/mos a hacer, qué votarían/mos. Una objetivación del
nosotros en un ellos fugitivo y ajeno. Alienante. Paralizante. No hay lugar
para ninguna apuesta sorprendente, para ningún pensamiento inédito. La acción
se concibe como pasaje al acto, como apuesta por la ignorancia, no como
iniciativa revolucionaria, radicalmente democrática, transformadora. No hay
lugar para el cataclismo cosmovisionario: todos acabamos repitiendo recetas.
Los políticos, los tertulianos, los vecinos, los militantes de célula que
pretenden ser la vanguardia de la clase obrera, los expertos en macroeconomía,
los ciudadanos, los votantes…
Leídas ya las cuatro. Tengo curiosidad por ver cómo sigue este cierto deslizamiento... Y me vienen el recuerdo de alguna conversación contigo sobre "Más allá de la duda", de Lang. En definitiva, algo ha pasado, pero, ¿qué? Renunciemos (mi referencia aquí es Rorty, un nombre que puede provocar carcajadas; a algunas de ellas podría sumarme con facilidad) a la idea de objetividad exterior al sujeto. Lo que queda entonces, informativamente hablando, serán unos relatos dirigidos a la opinión pública que concitarán en mayor o menor medida su aquiescencia en función de una serie de aspectos, pero que la condenarán a mantenerse como tal. Porque una cosa es obvia: estamos hiperinformados (y, por el mimso precio, hiperdesinformados), y somos hiperopinadores, pero también infraactuadores, entre otras cosas porque todos esos relatos, al margen de sus connotaciones particulares (muy distinta será la enunciación de "Libertad Digital" que la de "Público"), comparten una característica común: son relatos cerrados dirigidos a un sujeto pleno. Ahora bien, el sujeto que actúa -es decir, que, para empezar,.actúa para dejar de ser sujeto- es lo contrario de un sujeto pleno. Es un sujeto que sobre todo sabe que no sabe, y que sabe que no puede colocar a sujeto o relato alguno en ese lugar del saber pleno. Es el sujeto que sabe de la incertidumbre y que la acepta, y que está en su hacer está a la espera de lo que puede alcanzar o no, de lo que puede llegar o no. Pero, entonces, por eso mismo es tan inepto e insoportable la revolución entendida al modo de "repetición de": es neurótica y perversa, es seguir atrapados una y otra vez en el hechizo de esos zapatitos femeninos que en un momento determinado fascinan la mirada del Andreas de Hoffmanstahl en su relato inconcluso "Andreas o Los unidos", sólo que teniendo como fetiche las botas de Lenin o de Fidel o de Hugo.
ResponderEliminarDisculpa por las faltas de ortografía, la más grave de las cuales es la del apellido del escritor austríaco: Hofmannsthal, una pequeña pesadilla de consonantes para un español.
ResponderEliminarNo corto aquí, lo digo por la brevedad de mi respuesta. Lo único que digo es que mi pregunta no sería qué nos queda, si no qué hacemos, qué inventamos.... Lo que creo es que hay que tener el coraje de que podemos vivir sin una ontología firme. Es decir, que lo común no va a ser lo objetivo... Un poco difícil si pensamos que hay mucha gente que sigue sin poder vivir sin un Dios público, pedirle que viva sin un mundo objetivo y una esfera pública que no tenga sustancia ontológica... Sigo colgando continuaciones e intento responder a tu pregunta más pormenorizadamente...
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