domingo, 27 de agosto de 2017

Apostillas a West(ern)world.

Un par de comentarios en Facebook sobre mi columna del viernes pasasdo, West(ern)world.


❈En mi columna de ayer -que me parece que está pasando más sin pena ni gloria que otras- no pretendía ser ingenioso, sino apuntar a cómo las ficciones se relacionan con lo real. Es curioso cómo podemos practicar una especie de autismo proyectivo. Podemos ver series de televisión a cambio de pensar mira qué ingenioso-inventivo-distraído-curioso. Para no darnos cuenta que cuando peor pintan su mundo, cuando más cruel y desgarrado, cuando más irresoluble y absurdo pueden que estén descubriéndonos con más acierto el nuestro. Lo que a mí me sorprende mucho es que la gente pueda ver series y series, jugar a decenas de videojuegos, y no darse ni cuenta de que le están hablando de ella misma, de su mundo y de cómo colaboramos todos para que se conserve tal como está, cómo le regalamos continuamente nuestra vida entera al sistema y al amo. Para mí, Westworld va justo de eso. A veces, se producen coyunturas especialmente favorables en la realidad (esto es, en la agenda informativa) que nos muestran esos costurones, esos intersticios de deliro que nos muestran que lo que sale en el telediario es menos realista que lo que vemos en Netflix o HBO. Me sorprende mucho porque todo está ahí, es obvio, suficiente para que lo podamos entender y la pasión de la ignorancia nos contiene de tomar nota alguna de lo que nos sucede. En fin, la columna la llamé West(ern)world e intentaba mostrar cómo el ítem agendístico denotado Barcelona era un enclave idóneo para que nos diéramos cuentas (realize, dicen con fortuna idiomátiica los ingleses) de que el terrible mundo de Westworld no era más que un espejo de la realidad del capitalismo global post-fordista y de los valores que en él imperan. Dejo el enlace. No hay spoilers. 26 de agosto.


❈ Que soy un outsider es obvio y evidente. Que me gustaría dejar de serlo, tampoco me parece un secreto. Que no me compensa dejar de serlo a cualquier precio, es fácil de inferir a partir de mis acciones y de mis escritos. Que cuando no había redes sociales ni se había digitalizado la esfera pública, no me comía un colín, no hace falta decirlo. Que ahora que tengo una columnilla, un blog y un perfil de facebook (los de otras redes los uso como meros satélites de éste) me como una miguita de colín de cuando en cuando, pues también es verdad.
¿A qué viene este rollo? A lo pre-potente que es la agenda. Se me ocurre el otro día escribir una columnilla defendiendo que en esta situación de terrorismo global en el que actúan con mínimos medios y total improvisación lobos en solitario o en micro-jaurías, lo lógico sería tener miedo: dejar de hacer turismo en masa, por ejemplo. Que el "No tengas miedo" del sistema no es más que una consigna a favor de la servidumbre voluntaria a la que las masas nos sometemos ora como productores, ora como consumidores. Que el mercado no se pare, caiga quien caiga, teniendo esta frase un horrendo sentido literal en este caso.
Pues bien, llega el cordobés hace un vídeo, se llena Internet de memes y sátiras y un columnista de los más insiders que hay (más con calzador que por méritos intelectuales: es la más perfecta voz de su empresa-amo y el más dócil defensor de sus intereses coyunturales, y para eso lo usan) sale a criticar semejante frivoliad y ahora toda la prensa de izquierdas está vociferando "No tenemos miedo". O sea, como el Rey, Rajoy y la prensa de derechas junto a todas las autoridades institucionales. Y a cualquiera que se le pregunte, pese a que yo he defendido siempre la necesidad de reír y más de reírse de los malos, dirá que mi columna "está claramente alineada con las posiciones de la derecha mediática". Manda huevos.
Cuando digo que no se trata de encontrar un hueco en la Agenda -es una de mis críticas a las cúpulas de Podemos desde 2014- sino de dinamitar la agenda, desde dentro o desde fuera, me refiero a estas cosas. Con qué facilidad la dominan los poderes fácticos y con qué finalidad se impone en ella el simplismo binario, que no antagónico ni pluralista. No se trata de disentir de la opinión del poder. De lo que se trata para el poder es de que disientas exactamente en el sentido que ellos quieren y pueden controlar. Con una pirueta retórica bien simple -hacer a un columnista vociferar lo contrario de lo que quieren que se piense haciendo pensar que es lo que ellos piensa-, toda la izquierda agendística se ha puesto a vociferar exactamente la consigna que ellos desean. No, no tengo interés en dejar de ser un outsider y entrar en ese juego: defender y opinar como se supone que debe defender y opinar quien se opone oficialmente a las prácticas de dominación. Tengo una mísera y culpable tendencia a pensar por mi cuenta.


Vuelvo a dejar el enlace a mi columna, a ver si alguien la lee. 😂🤣😜 Fuera de agenda, aviso. http://www.vlcnoticias.com/westernworld/
En la foto, dos visitantes de Westworld encantadas con la salvaje matanza que se perpetra para sus ojos, sabiéndose a buen recaudo de la violencia. Véase el vídeo que insertado al final del texto. 26 de agosto.

Algunos puntos sobre las íes de la manifestación de ayer en Barcelona.



A ver:

✹A mí no me parece tan raro que si dos señores parapetados tras un legalismo totémico y autoritario, que ellos llaman constitucionalismo, le niegan a un pueblo su derecho a decidir sobre su destino con medidas coercitivas y represivas, el día que ese pueblo sufre, en el suelo que ellos denominan su nación, una agresión trágica, al pretender encabezar y acaparar el ceremonial del duelo se lleven todo tipo de signos de reprobación. No veo una gran diferencia moral entre este caso y el de una fallecida en un accidente o atentado cuyo cónyuge, públicamente reconocido como acosador y maltratador, pretendiera encabezar su funeral aduciendo que legalmente es el marido. ¿No? Acepto que la analogía pueda pueda considerarse poco brillante, pero sinceramente no la veo descabellada.


✹Dicho esto, las CUP, con las que tiendo a simpatizar por naturaleza, tienen el más viejo vicio del activismo anarco-comunista muy enraizado: un eticismo que tiende a lo totalitario porque no sabe distinguir entre la radicalidad y el fundamentalismo. Pretender que la muerte es un hecho más en la ilimitada serie de los acontecimientos y negarle su relevancia fundante para incoar un fundamento político en su lugar es lo que podríamos llamar fundamentalismo. Si uno va de verdad a la raíz, ve que la muerte es un acontecimiento distinto. Denunciar el cinismo del opresor en un momento de duelo es un gesto inevitablemente obsceno. Una victoria escénica para ese mismo opresor. Esto es una crítica a las CUP desde su bando. Es una crítica que llevo haciendo años a todo el activismo.


✹Con Catalunya veo que me pasa lo mismo que con Venezuela. Ni estoy allí ni tengo una una convicción resuelta sobre lo que allí pasa. Lo único sobre lo que sí puedo expresar una crítica convencida es sobre los discursos que en mi espacio público social y mediático se construyen sobre ellos. Por eso, lo que hago últimamente es denunciar la enorme manipulación que realizan los medios españoles sobre lo que allí pase. Que es manipulación, es evidente desde la inmanencia del discurso. Por tanto, a diferencia de los activistas estándar, intento no caer en la falacia referencialista. No se trata de mentiras, no se trata de una falsa conciencia que la levantas y debajo está una ontología estable que el discurso ocultaba o denegaba. Lo que hay debajo es puro noúmeno. Si eres radical eres sabiamente nihilista, esto es, no acometes la impostura de pretender que el Ser avala tu pulsión de muerte. Por eso, siempre he dicho que el activista anticapitalista tiende a compartir la ontología del capitalismo neoliberal, aunque se oponga a su ideología. Para el activista estándar hay un mundo que el aparato ideológico del capitalismo oculta a sabiendas. Nada "más lejos de la realidad", por decirlo con toda la sorna. El concepto de postverdad me parece necesario para transcender el concepto positivista de verdad como referencia y pasar a un concepto de verdad como performatividad. La referencia está muerta como verdad en el Paradigma Informativo. Y no sólo porque la información sea un negocio, sino porque la información ha fagocitado a cualquier otra forma de conocimiento ofreciéndose como su máximo común divisor, como una especie de traductor universal de todos los saberes.


✹Una vez dicho esto, he de confesar que la única manera que encuentro de salir del estupor que me produce la deriva de El País es la convicción paulatina de que su aproximación a la
extrema derecha es mucho menos político-ideológica que empresarial. Está disputándoles sus lectores, con tácticas de OPA hostil, a ABC, La Razón, El Mundo y casi que a La Gaceta. Sólo así se entiende que ayer por la tarde se pudiera leer bajo su cabecera el titular más sectario y ultraderechista de toda la prensa española. Esto es lo que sintetiza para ellos lo que pasó ayer en Barcelona. 


Nada que añadir. Bueno sí, que me imagino a Cebrián jugando con un globo con la forma del mapa de España y con cara de no acabar de entender por qué no le flota como a Chaplin, ni le sale bien la coreografía. ¿No será porque no es redondo, hombre, por más que lo pretendas?

viernes, 25 de agosto de 2017

West(ern)world

Veo rabia, veo odio, veo rentabilización política, veo sarcasmo, veo sospechas, veo críticas veo instrumentalizaciones –algunas más miserables que otras… Pero veo poco dolor (en todo caso, empatía con él que no es lo mismo que dolor propio). Veo solidaridad y veo indiferencia. Veo supervivencia, veo el aturdimiento del día a día, veo los “hay que pasar página”, veo prisa porque el ritual atrape al recuerdo, veo prisa por cerrar el duelo y olvidar. Pero es cierto: prácticamente no he visto miedo. Habría que pensar si los del ISIS saben con quién se están metiendo, a quién están atacando.

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¿Cuántas cancelaciones de viajes, reservas de hoteles o alquileres de pisos se han producido? Una sociedad de solos no puede sentir miedo. El miedo es la reacción lógica por la ausencia de los iguales, que podría protegernos. Nosotros no tenemos eso, por eso Occidente no tiene miedo. Y ello es peligroso. Miedo no me da. Pero sí intuición intelectual del peligro. Los “anfitriones” de Westworld, la gran metáfora del terror y del turismo -los dos ítems de la agenda que han puesto a Barcelona en el ojo del huracán todo el verano- que ha parido la HBO, no tienen miedo de los huéspedes. Los odian cuando los matan, lo olvidan en cuanto llega el día siguiente. Tienen que seguir trabajando. Su trabajo es hacer como que viven.
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Gran metáfora, digo. No hay turismofobia, en Westworld, ni miedo al extraño. No dejé de pensar en ello desde que surgió el tema este verano. Un parque temático, cuyos anfitriones habitan un mundo sin historia y ofrecen su cuerpo, psique y existencia en constante holocausto para goce exclusivo de los huéspedes. No tienen memoria. Por eso, tampoco tienen miedo. Odiar, sí pueden. Pero su odio no tiene nada que ver con la realidad de ningún hecho, aunque les exploten, les roben, les maten continuamente. Odian porque les han implantado falsas narrativas a partir de las cuales el turista pueda customizar al máximo su experiencia. Es el sueño de cualquier turoperador: la gentrificación sin exterior. El problema es que una experiencia customizada deja de ser una experiencia para pasar a ser un simple rito neurótico, esto es, un automatismo implementado con el fin de preservarse de lo real….
A su vez, cuando los lugareños odian, no pueden evitar tampoco hacerlo en tanto ciudadanos locales que han sido desplazados de su lugar de privilegio como clientes postfordistas por el flujo turístico y la gentrificación. Por eso somos todos turistas y turismofóbicos. La clase media es el hombre nuevo: frustrado como productor destruye y sobrevive; reciclado como consumidor, goza y, ahora, también muere. No tiene miedo.21076959_1457020394390509_109387724_n
Hace unos años escribí este poema, precisamente, en un momento en el que intentaba dar un paso más en la travesía de mi fantasma y hacerme amigo de mi soledad. Es decir, hacer de la soledad experiencia y no simple rito misántropo del neurótico:
MIEDO
Cómo te añoro a veces, miedo.
Con tu escozor de relámpago escondido.
Miedo que nos acerca tanto al mundo: alimento para el lobo, pasto para la brutalidad]
del desconocido,
amor al abrigo del hermano.
Miedo, salvífica emoción del solitario.

Hoy me resuena de un modo completamente distinto. Es lo que tienen los poemas, que no son esclavos de la referencia, el significado o el autor. Tienen vida propia. Cosa que no sé si es exagerado decir de los adocenados, alienados e impávidos ciudadanos de la Europa Occidental. No tenemos miedo. Es un eslogan que hemos oído repetidas veces esta semana. Lo que no tengo claro es si se debe a que somos valientes o a que somos androides. No pude haber miedo si no hay fraternidad, porque sin fraternidad nada es extraño. Lo es todo. No tenemos miedo. Que el mercado no se pare.
Os dejo esta joya de la puesta en escena serial del Siglo XXI. Pinta negro. Cualquier parecido con cualquier realidad es mera coincidencia.



Original en VLCN

martes, 22 de agosto de 2017

Paseo por la cultura occidental moderna.


Lo que os dejo aquí abajo es el epígrafe 8.2.2  (98-102) del libro Palao Errando, J.A. & Crespo, R., 2005. Guía para ver y analizar Matrix., Valencia: Nau Llibres. Está pensado para su contexto que es un análisis de la película, pero creo que puede complementar de algún modo la entrada justo anterior de este blog, "La amenaza de la luz: apuntes pedagógicos"que sugiero leer primero. Si se quiere citar, por favor, dese la referencia del libro.



Como vemos, Matrix hace referencia directa o interpela indirectamente todos los grandes ítems de la cultura occidental moderna. Por esa razón, hemos ido salpicando con referencias constantes –de Leonardo a Descartes o a Walter Benjamin- incluso el análisis de los aspectos plásticos y simbólicos de la película con el fin de ir mostrando la manera en que ésta los traía a colación y alcanzaba de esta manera la reflexión misma sobre los pilares en los que descansa el edificio del conocimiento occidental moderno. Sobre todo ello, desde una exterioridad jamás del todo denegada y siempre difícil de conjugar con los presupuestos tecno-científicos, ha sobrevolado constantemente en nuestra cultura el espíritu del cristianismo. Es conveniente, entonces, que nos remitamos al origen para entender su lógica y recordemos que, en Matrix y en occidente, el principio de la peripecia no es otro que la destrucción de los cielos por los humanos: ésta no es sino una metáfora del que se ha dado en llamar giro copernicano. En efecto, la secuencia de la revelación (2.3.3) en el Constructor nos permite atribuir ese valor metafórico a todo el ciclo épico de la Trilogía: la victoria de las máquinas sobre los humanos es un trasunto evidente del proceso de independencia de los saberes que supone el advenimiento de la ciencia experimental a la cultura occidental, lo que se ha dado en llamar la Época Moderna. Los descubrimientos de Copérnico y la revelación de que la criatura privilegiada por el Dios cristiano no se hallaba convocada al centro geométrico de la Creación conllevan una readaptación de todos los saberes cosmológicos para hacer entrar estos descubrimientos, con la carga de horror y desamparo que conllevan, en una lógica que permita soportarlos. Este trabajo científico y cosmológico es llevado a cabo por los grandes nombres de la ciencia mecanicista destruyendo la noción precopernicana de un cosmos organizado y jerarquizado y sustituyéndola por una Universo infinito y homogéneo, matematizado y geometrizado, en donde todos los espacios fueran ontológicamente iguales y las leyes del cielo y de la tierra quedaran fundidas en una[1]. La tarea de estos hombres era inmensa, pues

"Debían destruir un mundo y sustituirlo por otro. Debían reformar la estructura de nuestra propia inteligencia, formular de nuevo y revisar sus conceptos, considerar el ser de un modo nuevo, elaborar un nuevo concepto del conocimiento, un nuevo concepto de la ciencia e incluso sustituir un punto de vista bastante natural, el del sentido común, por otro que no lo es en absoluto" (Ibidem. p. 155)

¿Cuál fue la solución gnoseológica para salvar el tremendo abismo que se abría ante hombre moderno, destituido del centro de Universo y sobre el cual todos los demás cuerpos giraban en sus armónicas esferas? Fue tan genial como práctica: la sustitución de un horizonte fáctico –el confín material del mundo- por un universo focal. "No estoy en el centro del Universo -se dijo- pero con mi mirada y mi razón puedo constituir un horizonte del cual estoy autorizado a dar cuenta, como el resto de los seres racionales". Esta es la gran ventaja de un Universo infinito, homogéneo, desjerarquizado, donde todos los lugares son ontológicamente iguales. El hombre cede su privilegio y se carga con el deber de acceder al conocimiento del mundo, no a través de la pura revelación divina, sino de la investigación rigurosa y compartida. Matrix simboliza esta gran mutación estructural en la secuencia 2.3.3. Cuando Morfeo enuncia la revelación se produce un vertiginoso travelling infográfico que nos lleva del plano cenital (la mirada omnisciente de la divinidad o de su versión postmoderna, la tecnología sometida al hombre) a un plano de conjunto, a la altura del ojo humano, en el interior del Constructor. Neo, el hombre nuevo, la rechaza con horror y náusea.
¿Cuáles son las fórmulas para afianzar y hacerse cargo de este nuevo estado de cosas en lo que atañe a las condiciones del conocimiento? Dos procesos solidarios e inextricables coinciden en esta nueva necesidad de afianzar lo percibido como fundamento fiable del conocimiento y, a la vez, partiendo de su imposible completud, hacer posible la recepción y la transmisión de esas experiencias: el nacimiento de la perspectiva artificialis y del método científico experimental. Ambas se integran en una nueva concepción del ser que Heidegger[2] definió contundentemente:

"El fenómeno fundamental de la Edad Moderna es la conquista del mundo como imagen" (p. 92)

El movimiento, la masa y el cuerpo se colocan así en la base de la ciencia moderna; y el encuadre, la posibilidad de su detenimiento ante el ojo, en la herramienta irrenunciable para su observación rigurosa. Nacen el cuadro, el telescopio, y el laboratorio del científico. Y donde antes estaba el entendimiento divino, aparecen ahora las leyes del cosmos y la gramática de la relación entre los cuerpos, cuyo emblema fundamental será la ley de la gravedad. Estas dos leyes del Universo moderno y de su observación, serán –como no nos hemos cansado de repetir- las reglas de Matrix y en cuya transgresión se cifra la lucha de los rebeldes.
Ahora bien, si el hombre moderno ha de conformarse con la imagen transmisible en lugar del objeto, el sujeto se coloca entre la percepción y éste, haciéndola a la vez transmisible (trasplantable) y menos fiable (susceptible de ser simulada). De ahí, que a la vez que Galileo, Kepler -o él mismo- observan la evoluciones de los cuerpos astrales, Descartes propugne, como hemos visto ya muchas veces en este libro, la desconfianza en la percepción, tanto como de la literalidad de la revelación. En efecto, la modelización –hipótesis- se ha convertido en el proceder habitual de la ciencia y el método exige tomar todas las precauciones antes de dar por cierto un dato externo a la conciencia. El trabajo de Descartes –en polémica con el empirismo, tanto como con la antigua escolástica- fue proveer al sujeto, ya no dueño de sus percepciones ni confiado en un avalista "digno de toda fe", de una garantía de que lo perceptible no engaña. Es en este proceso donde tuvo que enfrentar la posibilidad de la existencia de un genio maligno que simulara todas las certezas que el hombre cree alcanzar. El antídoto contra las añagazas de este ser consistiría en suspender la creencia sobre todos los datos que nos proporcionan los sentidos....

 "Pero un designio tal es arduo y penoso, y cierta desidia me arrastra insensiblemente hacia mi manera ordinaria de vivir; y, como un esclavo que goza en sueños de una libertad imaginaria, en cuanto empieza a sospechar que su libertad no es sino un sueño, teme despertar y conspira con esas gratas ilusiones para gozar más largamente de su engaño, así yo recaigo insensiblemente en mis antiguas opiniones, y temo salir de mi modorra, por miedo a que las trabajosas vigilias que habrían de suceder a la tranquilidad de mi reposo, en vez de procurarme alguna luz para conocer la verdad, no sean bastantes a iluminar por entero las tinieblas de las dificultades que acabo de promover."[3]

En este texto, Descartes no sólo nos ofrece el panorama existencial al que se enfrenta el hombre moderno, disociado de sus percepciones, sino que además nos ofrece todas las claves del éxito de la Matriz y del paradigma moral de Cifra.

Fue Leibniz quien continuó el camino estableciendo el Principio de Razón Suficiente –todo está sometido a la homogeneidad de una cadena causal- basado en el Principio de Identidad, que implicaba que las cosas son, al menos iguales a sí mismas. Sobre este asiento pudo hacer su trabajo la Ilustración que, desde el punto de vista que venimos adoptando, fue el certificado de defunción del diablo, del genio maligno cartesiano. El cometido de los ilustrados fue la expansión de los logros de la razón hacia lo humano. Así Kant con sus tres críticas (de la razón pura, de la práctica y del juicio) o Hegel y en general toda la filosofía ilustrada, intentando combatir el oscurantismo y liberar a la humanidad de sus ataduras.

Pero la Modernidad seguía su lógica imparable y si el siglo anterior había supuesto la inhumación del diablo, el XIX trajo la propia muerte de Dios que sancionó Nietzsche, y a la que Freud y Marx ayudaron fehacientemente. Aún así, la muerte de lo obvio, de cualquier certeza la percepción inmediata, vino de la mano de la fe en el superhombre, el proletariado o en la asunción bizarra del Inconsciente.

La gran sorpresa la deparó el siglo XX que, contra todo pronóstico, trajo la resurrección del demonio y la expulsión del paraíso. Expliquémonos: los grandes avances de la ciencia y de la técnica en el siglo anterior hacen pensar en una autosuficiencia del saber que tiene en el maridaje entre lógica y matemáticas el mejor exponente. De aquí nace la teoría de conjuntos formulada en su mejor versión por Georg Cantor y sus teorías de los números transfinitos que hizo decir a David Hilbert, el principal mentor de la axiomatización de la aritmética, que Cantor había construido un paraíso para los matemáticos. Esa confianza fue el fundamento desde el que Gotlob Frege promovió la esperanza de fundamentar la totalidad de la matemática, comenzando por la aritmética, en autoconsistentes leyes lógicas. Pero ¡ay!, el maligno acechaba. Fue Russell el que tuvo que ejercer como su abogado comunicándole a Frege que en el edificio de su fundamentación aparecían paradojas. Y lo terrible de una paradoja, en el paraíso de las clases y los conjuntos, es que su emergencia muestra una fisura inexorable en el principio en el que se fundamente todo optimismo posible de conocimiento moderno: el Principio de Identidad. Un conjunto como el de todos los que no se pertenecen a sí mismos –ésta es la paradoja que señala Russell y que para siempre llevará su nombre- que si existe, no existe -y viceversa- es la certificación de toda la expulsión del paraíso para el conocimiento moderno. No se trata de que haya errores internos, ni siquiera de que las cadenas de la lógica no se correspondan con el mundo; se trata de que hay objetos, sentencias, y teoremas indecidibles. Así lo sancionará Gödel en su famoso Teorema de Incompletud, que ratificaba la imposibilidad de probar la consistencia del sistema formal de la matemática clásica desde sí misma, pese a todos los intentos –el axiomático sea, tal vez, el más relevante- de suturar la herida abierta por Russell.[4]

Hemos de afirmar, pues, Sin el Teorema de Incompletud, no se entiende la trama de Matrix. Es necesaria la imposibilidad de determinar todas variables de un sistema lógico (no otra cosa es la Inteligencia Artificial, ergo la Matriz) para poder alojar en ella cualquier trama emancipatoria. Esto es, si Matrix pudiera “decirte quién eres”, sería imposible –e inútil- encontrar en ella al UNO, el cual solo puede encarnarse en un sujeto singular, en una posibilidad indeterminable a priori por el sistema. Todas las explicaciones que da el arquitecto en Matrix Reloaded (la previsión de los seis Mesías y las seis destrucciones de Sión) tienen como referencia epistemológica el Teorema de Gödel. Pero el fracaso de los ideales ilustrados en su implantación en el mundo, la pervivencia del malestar (la astilla que siente Neo), también. Ésa es la apuesta de nuestra interpretación metafórica del film: las consecuencias del teorema de Gödel no se circunscriben al limbo –por él cuestionado- de los matemáticos sino que ponen la base del fracaso de todo totalitarismo (social, político, epistémico), de toda pretensión de mantener el control exhaustivo y eterno sobre cualquier cadena deductiva o causal.

Ahora bien, la historia del último siglo nos enseña que los fracasos de la matemática para auto-fundamentarse vienen acompañados de los triunfos de la tecnología y de la cultura de masas. Y esta dialéctica entre la razón y las sombras del maligno es el combustible de todo progreso del siglo XX. De los totalitarismos (la razón consistente) a la religiosidad light, la autoayuda o al fundamentalismo: se trata del sujeto apuntalándose en el reino de la razón desde la exterioridad. Y ello incluye desde la teoría de la conspiración al psicoanálisis, desde las guerras preventivas –la destrucción del cielo vuelve a ser aquí una metáfora afortunadísima- a las transgresiones del horizonte moderno que implican las transmisiones telemáticas y el uso de los satélites en la vigilancia y en las comunicaciones.
Salvador Dalí, Galatea de las Esferas.



[1] Vid. Alexandre Koyré: Del mundo cerrado al universo infinito. Madrid, Siglo XXI. 1989.
[2] Vid. Martin Heidegger: "La época de la Imagen del mundo" en Caminos del bosque. Madrid: Alianza Editorial, 1995.
[3] Vid. Meditaciones Metafísicas. Concretamente, el final de la Meditación I.
[4] Mosterín, Op. cit., p. 219-286.

La amenaza de la luz: apuntes pedagógicos.



Todo lo que ilumine, bienvenido sea. La luz, cuanto más potente, perfila mucho mejor las sombras, que constituyen la verdadera topología del conocimiento. Los objetos, con su superficie brillante, desorientan mucho. La verdad siempre está detrás del objeto iluminado, no en él ni sobre él. El campo de la verdad es la diferencia infinita entre la sombra y la obscuridad absoluta. Si el cine o la fotografía pueden ser instrumentos del conocimiento no es porque que atrapen la luz, sino sus diferencias. Son por ello, como ha dicho mucha gente, una escritura de las sombras. Que no nos ciegue la luz. Reducir el conocimiento a la Ilustración fue el viento que nos trajo estos lodos. Sería, tal vez, el momento de cambiar una hegemonía de veinticinco siglos. Pero sin ruido. Porque el ruido es un gran aliado de la luz. Y la sombra no es un castigo, como pensaron San Juan y Platón, sino la humilde naturaleza de un ente que se sintió en falta y decidió trabajar, amar y conocer. Esa reconciliación del ser con la sombra es la única posible y todas las religiones, incluida la ciencia, intentaron hacerle la guerra. Y ahí siguen. Ganaremos un trecho si empezamos a reconocer esta actitud por su nombre: cobardía. Y un adjetivo, mortífera. Los núcleos no irradian luz. Al contrario son un punto de convergencia de miles de haces de rayos, no su origen. La opacidad que se establece donde la luz es vencida por la opacidad es lo que interroga. Los conceptos -y no creo ser incongruente con Deleuze en este punto- son pura ficción: modelos o metáforas que intentan cernir esa complejidad imposible, esa contingencia última de toda verdad. Lo que dejan fuera, el caos que no pueden organizar, lo Otro que no pueden subsumir, se puede denominar de muchos modos. A mí me gusta lo real. Por eso, la verdad, cabe lo real que no puede incluir, solo puede decirse a medias. Tal vez, la Edad Media fuera la primera crisis seria del reinado  de la luz desde que Sócrates, Platón y Aristóteles hicieron lo posible por extraer a los sofistas de la genealogía del conocimiento griego como un extraño tumor. Léase El Sofista y se verá que el no ser, la completa obscuridad es su tema, la imagen como no-ser. Pero el problema es que el cristianismo hizo sentir la sombra como un castigo no como un hábitat e instituyó el reino de la luz más allá de este mundo. De nuevo, la realidad como la sombra de una luz prohibida a los ojos. Es la forma más económica de impedir cualquier emergencia de lo real, esto es, de que se pueda vislumbrar cualquier verdad en la realidad, en la sombra. De aquí ese desgarro entre inmanencia y trascendencia que asola toda voz de la verdad en Occidente. El gesto renacentista no fue sino atraer esa luz al mundo y fue la condena de la sombra. Soñar un mundo sin sombra es el castigo del hombre moderno por atreverse a comer el fruto del árbol de la ciencia. Y produce monstruos. Tal vez, por ello, los períodos más fecundos para la ciencia occidental hayan sido el siglo XVII (Galileo, Keppler, Leibniz, Descartes, y finalmente Newton, como camino de retorno a la luz) y los principios del XX (el principio de indeterminación, la relatividad, la física cuántica): son los periodos en que la  oscuridad se ha vuelto a atrever a decir esta boca es mía. Menos para la medicina, en cuyo reino jamás puede entrar la luz en su estado natural. El brazo del cadáver de “La lección de anatomía” de Rembrandt es tan cifra de nuestro destino como la calavera anamórfica de “Los embajadores” de Holbein.  En ambos, el saber aparece como una excrecencia escénica alrededor de la epifanía de un punto obscuro. Puede que hayamos dado la definición de un tumor. Y ello desvela que toda ciencia de la vida es vocacionalmente una oncología. No hay comprensión de la biopolítica moderna si no partimos de esa constatación. La medicina es obscura, aunque el mercado pretenda lo contrario. Los avances de la anatomía nos revelan cómo todo el intento de lo médico es orientarse en la obscuridad más absoluta, debajo de la piel, donde no habrá jamás luz si no es fuera de la naturaleza. Si hay un nuevo sujeto no deberá parecerse ni al hombre nuevo del comunismo ni completamente al superhombre nietzscheano. Es nuevo ente sería simplemente el que no se asustara con la verdad y, por lo tanto, no pretendiera evitar la sombra con el terror, la violencia, el miedo. En palabras de Freud, “alguien que fuera capaz de amar y trabajar”. Freud siempre fue muy obscuro, dicen aquellos científicos que se entienden mejor con los cerebros de las ratas y los reptiles.Las ciencias de la vida se avienen mejor con las épocas luminosas porque su reino es el más obscuro de todos.


(Este texto pretende no ser mentira. Por eso, no es claro. En todo caso, es una entrada de blog, y nada más. No lo pretendo. Por el momento. Si pretendiera que fuera otra cosa habría que darle otra forma y otro alcance. Para ser un artículo de impacto le sobra mucho contenido y le falta parafernalia. Tampoco parece que sea un poema porque para serlo le falta exactitud.)

PS: Como complemento a este texto, puede ser útil este Paseo por la cultura occidental moderna, de hace algunos años que acabo de colgar también en el blog.

Leo esta frase Ágnes Heller, tras redactar este texto:


-En muchos de sus libros defiende la modernidad, la razón. ¿Sigue confiando en la razón?
-No, ya no confío en la razón porque los totalitarismos nos han enseñado que los malos instintos pueden matar a miles, a decenas de miles, pero solo la razón puede matar a millones, porque la ideología basada en el pensamiento racional establece que matar es correcto. La maldad puede matar a unos pocos, pero es la persuasión, el llamamiento a la razón, lo que te puede llevar a hacer cosas mucho más terribles.

Es así de simple. Me ha leído, literalmente, el pensamiento.
Àgnes Heller, dignificando a El País. 



Cascada M.C. Escher, 1961.