martes, 20 de enero de 2015

¿Qué psicoanálisis para el populismo? (Apuntes sobre el populismo, 21)



Bien, entonces es totalmente admisible que en un cierto nivel el psicoanalista haga semblante, como si el estuviera ahí para que las cosas marchen en el plano de lo sexual. La dificultad es que él termina por creerlo, y entonces esto lo fija, completamente.
Es decir, para llamar a las cosas por su nombre, deviene imbécil.
(Jacques Lacan)
Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende — entonces despierta.
(Jacques Lacan
Es posible prescindir del padre, a condición de servirse de él.
 (Jacques Lacan)


Adán separado de Dios por Freud (Jaime Marqués).



¿Qué puede aprender el político del psicoanalista? ¿Qué relación se podría establecer entre la posición del analista como semblante del objeto causa del deseo y la posición del líder popular? ¿Entender la posibilidad de que el discurso analítico incida en la praxis política no es entender, entre otras muchas cosas, que el líder (y por extensión el político y el militante) sepa que su destino es acabar siendo un desecho? ¿Que, al igual que en el proceso de la cura, en la travesía del fantasma, la rectificación subjetiva y la caída de las identificaciones el analista debe estar siempre al tanto de que su destino es caer, el político populista, el líder, ha de estar siempre en esa posición para posibilitar una ruptura  subjetiva con el ideal (con el significante "despótico", como dicen los anglosajones) que tenga una incidencia en lo real del goce, en la posibilidad de un pacto con el superyó que autorice la vida? ¿Qué papel en la política para la transferencia, para el manejo del amor que no acabe en las redes de la pulsión de muerte, de la identificación al yo del analista, de la contratransferencia? ¿Cómo manejar los afectos en relación a la interpretación? ¿Cómo manejarse entre el deseo y la demanda, si en el circuito electoral el político está impelido a profesionalizarse -a ofrecerse, como el profesional postfordista y "virtuoso" (en el sentido de Paolo Virno), como el que satisface las demandas- y ello ha sido lo que ha atrapado al sujeto en el Discurso Capitalista en el bucle de la servidumbre voluntaria? ¿Cómo manejarse cabe el Inconsciente en lo colectivo? ¿Cómo manejarse en el ámbito de la hermenéutica política y en la dinamización de los afectos, si trabajamos en un ámbito donde es posible el cálculo pero no la exactitud, donde se puede arriesgar una interpretación pero no una garantía de certeza en el sentido? ¿Cómo templar la posición del sujeto supuesto al saber sin la poderorísima arma del silencio?¿Qué posición para "el político" en la lógica de la emancipación que no acabe enmarañada en este iluminismo -"claro que", cuando no hay garantías- y que no le lleve a reprimir el entusiasmo bajo la forma escénica de un narcisismo primordial que lo atrape en las redes de la pulsión de muerte, esto es, de la repetición? ¿Qué activista para esta tarea, qué líder, que pueda orientar una práctica que no cercene el deseo al coagularlo en la demanda, es decir, que no agote su praxis en el intercambio imaginario que supone la telecracia, el espectáculo de las masas reaccionando al estímulo, que cambie la filia "societaria" por la respuesta espectacular de la reacción masiva, estadística, mayoritaria, numérica que sepulte el proceso en la evidencia imaginaria? ¿Qué activista sino uno que sepa negociar con el narcisismo, sí pero también con la compulsión superyoica al éxito convocante entendido como espectáculo, a la reiteración de la demanda? ¿Qué sujeto para la ciudadanía que no acabe en la guillotina o en la concienciación, dos formas de perder la cabeza por la acción del poder, dos formas de la muerte del deseo por cierre del discurso? ¿Qué hacer con la razón que no sea lo de siempre, es decir, acabar por tener que dársela al político o al activista, renunciar a su valor de uso por su valor de cambio?¿Cuál es el valor del silencio del líder, cómo puede aprender a dar la voz y la vez, la palabra y el tiempo, sin usurparlos, cómo aprender a callar a tiempo, a distinguir la acción del acto, el desvelamiento del espectáculo, la revelación de la conversión, el deseo del parloteo?¿Qué forma tomaría en la política la brevedad de las sesiones, el final como intervención, el hiato entre la palabra y la presencia como praxis de la verdad sobre lo real, como orientación a la causa del deseo más allá de los logros puntuales de cada verdad?¿Cómo vérselas con la verdad una por una, sin la garantía de la universalidad objetiva, cómo ser un líder sin ser ejercer de disfraz, de pantalla, de prot-agonista?

Esto, creo que cifra, muchas cosas que a los que llevamos años en el entorno del lacanismo nos hacen dificultad, enigma, en el discurso de Podemos en particular y del populismo como modo de ejercer la radicalidad democrática  en general, y que vemos como la estructura de un peligro: pensamos que no se puede tener una concepción de la libido y de la emancipación que no cuente con el deseo como esencialmente im-pre-decible, la verdad como no toda, la palabra (la parole) como camino a la invención de lo nuevo, como sustracción a la evidencia ontológica. Cómo construir un diálogo del que el sujeto no queda fuera, aunque "malesté", un pensamiento por fuera de los imperativos de la comunicación, del espectáculo, de la euforia mortífera y del éxito escénico. Si no hay un afuera del sentido y del éxito, de la euforia y la claridad como requisito para la acción, nos tememos que el capitalismo se hará con ello. Como, hasta ahora, siempre.

(El fin de la duda no es la confirmación de la existencia, sino posibilidad de topar con una pregunta verdadera. No es pues un final, sino -como ya lo fue para Descartes, pese a sus divulgadores- la posibilidad de un principio. Después de mucho tiempo dudando, he tenido la sensación subjetiva de topar con preguntas que se me antojan, por el momento, adecuadas. Cosas de la lógica del tiempo. Este texto es eso. Ya se me pasará)

4 comentarios:

  1. Demasiadas preguntas para mi…la verdad ya no es fundamento, no es develamiento, es una verdad instrumental, propia del uso que hace de ella la ciencia pero puesta al servicio de vender y vender… cualquier cosa.¡ Que se te pase…! Queso nes nà !!! ánimo

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  2. Recibido por E-mail
    Querido José Antonio:
    Ya que demandas opiniones, aunque modesta te traslado la mía. Las preguntas que planteas me parecen absolutamente pertinentes por cuanto son fruto de tomar un discurso, el del psicoanálisis desde afuera de otro discurso, el de la actividad política entendida como propaganda, como un darse a conocer, como un someterse a la opinión pública.
    Entiendo que los cambios que al menos yo he podido observar en el discurso de los líderes de Podemos en los últimos meses vienen de ese haber confundido el entrar en la arena política con un tratar de convencer a los votantes, vale decir, de vender la mercancía y, por tanto, de tratar a los rivales políticos no como sujetos de palabra sino como rivales a desarmar, a dejar sin argumentos, a enmudecer. ¿Se llama esto contratransferencia? Creo que sí y ello supone, a mi modesto entender, pasar de "otra manera de hacer política", creo que era una de las apuestas de Podemos, a hacer la misma política con otros argumentos pero con el mismo discurso. Escapar a la psicología de las masas quizá no sea tan sencillo por cuanto hoy todo discurso para ser de las masas parece que deba tener algo de propaganda, de una propaganda que se administra desde un "fuera de discurso" que cree tener propietarios, o que los que se consideran sus propietarios creen poder disponer de él para sus intereses. Entiendo que es algo a no olvidar.
    El domingo leía en El País (18-1-15) una entrevista a Yves Michaud quien decía que hoy en día el populismo ya no es demagogia e ignorancia, sino un (sic) "nosotros tenemos algo que decir, tenemos nuestra opinión y tenemos nuestras posibilidades" y remitía este populismo a un "querer reconsiderar las opiniones de la calle". Aquí la direccionalidad cuenta ya que no es lo mismo proponer un discurso a "la calle", impersonalidad buscada por todos los partidos políticos en este tiempo que nos ha tocado vivir, un discurso que "la calle" haga suyo, que sostener un discurso al que los ciudadanos se adhieran, hagan suyo. Pero si con algo está acabando el discurso capitalista es con el espíritu republicano de la modernidad por lo que henos aquí con una posmodernidad en la que cada miembro de "la calle" compra, en su singularidad que cree radical, lo que le seduce, o mejor, aquello por lo que voluntariamente se deja seducir. Ya no hay masa, sino agregación y, por tanto, ya no hay identificación sino suma, en este caso de votos. Es una de las consecuencias, entiendo, del discurso, de cualquier discurso devenido en propaganda que ha transformado el "pasarse del padre a condición de sevirse de él" en un simple "pasar del padre para poder sostenerme en la ficción de ser él". Creo que es algo que cualquier político que se precie debería tener en cuenta si de lo que se trata es de regenerar la vida política de este país como Podemos pretende, para lo cual no basta con presentarse como un "uno de los nuestros".
    Me detengo aquí en estas consideraciones hechas a vuelapluma con la única intención de mostrarte el para mí legítimo uso de un discurso, en este caso el psicoanálisis, para considerar otro discurso en su estructura, en este caso el de la propaganda política. ¿Qué hubiera sido de la física si Einstein no se hubiera colocado fuera del discurso de la física newtoniana?
    Un abrazo.
    Paco Roca.
    P.S.: agregalo como respuesta en el blog si así te parece.

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  3. Eeerrooooor: Votar a Podemos al País Valencià (de moment)
    Aaaaciiiieeeerto: Votar a Podemos al País Espanyol (Give a chace, de moment)

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