IV. DE LA ALEGRÍA
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La luna es valientecomo un vestido de novia.
Sumisa, dulce, quieta.
Como una muertecita.
Por eso sonríe,
con su eterna mueca
del color de los huesos.
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Como un cuello hermosocortejado por una sierra mecánica.
Así imagino la sexualidad de los ángeles.
Archivando su brutalidad soñada
en la biografía fluyente de los hombres.
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La espesura umbrosa, agradecida,que ejerce de sedoso telón,
al fondo de los días.
El paisaje de los cuerpos,
contraviniendo la impavidez de los inmuebles,
la aridez del repertorio de las horas.
Llovizna en el deseo, el resplandor
de cada cuerpo de mujer y su alegría.
La impalpable luz de los goces imposibles.
El sosiego de las incertidumbres prodigiosas.
Y la aurora, negándose
en la belleza cadenciosa de la carne
y dando así la vida.
Conociendo, en la distancia
infranqueable de las tentaciones,
que somos tan afortunados como sabios.
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Nunca se asoma ya. Creo que teme que la mirey perder la cabeza.
Me hace sentir guillotina.
Guillotina y encarnación de un ángel.
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