1 Ya pasó con Andreas Lubitz
y ha vuelto a pasar con David Sonboly, muchacho de origen iraní que se
autoproclamó alemán mientras masacraba a unos cuantos de sus
conciudadanos. En Alemania los asesinos de masas
parecen ser inexplicables. La causa es que de entrada intentamos
encajarlos en la narrativa equivocada. Queremos que sean antagonistas de
Occidente en la narrativa yihadista y, sin embargo, se comportan como
protagonistas en la narrativa de los asesinos de masas yanquis. El
asesino de masas norteamericano es puro producto de la competencia
neoliberal exacerbada en los centros educativos (looser es el insulto neoliberal por excelencia y el coach, la referencia moral) y que conlleva el bullying como corolario ineludible.
Una víctima de bullying se
convierte en alguien terriblemente lúcido: de repente el mundo le ha
dejado constancia de que nunca cumplirá sus sueños. Como la lucidez no
lleva de suyo aparejada la sabiduría, el clima auto-ayúdico y
biopolítico le habrá conducido a concluir que lo que tiene que hacer es
aumentar su autoestima y empoderarse. Y entonces va y resuelve su
angustia de castración comprándose un falo automático de repetición “en”
la Internet (que no sé dónde estará ese sitio pero en los telediarios
lo citan mucho) y disparando contra la multitud. Si la sensatez y la
madurez llegan antes que los consejos psicológicos –me llama mucho la
atención que estos sujetos suelan estar en tratamiento psiquiátrico, ¿no
se dieron cuenta sus terapeutas? ¿o es que entendieron mal sus
consejos?- puede llegar la sabiduría, y ese desencanto trágico de la
adolescencia puede convertirse en una ironía serena sobre las promesas
del mercado vital y sobre las posibilidades de alcanzar los propios
sueños y, encima, pretender sentirse, tras alcanzarlos, como uno se
sentía que se sentiría al alcanzarlos cuando los soñaba.
2
Pero hablábamos de yihadismo. Y
hablábamos de su narrativa. La estrategia yihadista ha ido cambiando,
pero su narrativa no. Por eso no entendemos nada, porque el enfoque
narrativista sólo contempla el esqueleto mítico-arquetípico. Como
narratólogo que soy –al menos en buena parte de mi desempeño
profesional- desde hace treinta años, veo que a muchos narrativistas no
les interesa nada ver la diferencia enunciado-enunciación que, aunque
sea de una forma intuitiva, cualquier ciudadano es capaz de captar.
Ellos hacen un enfoque transversal, identitario, cuantitativo, en el que
el esquema actancial (las acciones y las funciones actuantes que las
sustentan) es el único factor a tener en cuenta.
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