Criticar para fortalecer.
- “Es un error excluir a todos los imputados de las listas electorales”
Si no está escrito ya -y si lo está y alguien lo conoce, le ruego que me pase la referencia- es perentorio escribir un tratado sobre la enunciación política a partir de la trayectoria de Felipe González. Una monografía sobre este hombre adquiriría de inmediato, efectivamente, la jerarquía del paradigma: el fracaso y la ignorancia como categorías de la retórica política. Se pasó casi dos décadas ignorando lo que en términos de Deleuze, Foucault o Agamben llamaríamos el Dispositivo. Como le era favorable, pensó que era transparente, aproblemático, que no tenía leyes propias. Así, podía ignorar sus complejas leyes de refracción. Había conseguido una posición, ocupar imaginariamente sin fisuras un "locus enuntiationis" de tal manera que se creyó con el poder de hacer llegar cada uno de sus mensajes, como el proyectil de David a la cabeza de Goliat, exactamente adonde pretendía: todo lo que él decía automáticamente tenía en la opinión pública los efectos deseados con la fuerza de la pura denotación, con la mítica potencia del mensaje literal. Probablemente, el ejemplo por antonomasia sea el referendum de la OTAN: primero dijo no y después dijo sí, y en ambos casos exactamente con el mismo éxito. Pero, vamos, con los 800.000 puestos de trabajo que prometió en el 82 o con todos los mensajes que envió en sus 13 años de gobierno, pasaba mutatis mutandis más o menos lo mismo.
Y cayó en la alucinación de que era dueño de su semántica, dueño de las significaciones de sus proclamas y mensajes, que tendrían exactamente el sentido que él quisiera y les imprimiera en el mismo momento de pronunciarlos. Desde el punto de vista de la ciencia moral es lo que llamamos soberbia. La máxima vanidad de un político es creer que lo que él enuncia va a ser entendido como él designe. Se trata de la patética confusión entre la contingencia de ocupar temporalmente una posición enunciativa -Maquiavelo sabía mucho de estas cosas, de saber atrapar la oportunidad al vuelo- y la estupidez suma de creer que eso es una propiedad ontológica del sujeto.
El caso es que el viejo Felipe González sigue convencido de ello y sin entender nada, sin entender que él éxito no se debía a la excelencia de sus cualidades personales, sino al hecho contingente de ocupar una posición de preeminencia enunciativa en una determinada coyuntura histórica. Y ahora intenta hacer lo mismo, y cada vez que habla sube el pan. Tonto del todo no es, porque su famosa teoría del expresidente como jarrón chino demuestra, que pese a todas sus resistencias, algo de esta verdad ha percibido. Pero él insiste e insisite en soltar sentencias y proclamas, como la que he entrecomillado arriba, convencido de que va a ser escuchado con veneración como si la suya fuera -como si fuera suya- la voz de un gran y experimentado estadista. Perón, cuando iba a volver de su refugio franquista a la Argentina, a principios de los 70, por ejemplo, adoptó una posición mucho más lúcida, casi diríamos que cínica, en el mejor sentido posible de la palabra: cada vez que él lanzaba un mensaje sabía que iba a ser recibido con sentidos contrapuestos en el ala derecha y en el ala izquierda del justicialismo, pero se cuidaba mucho en desmentir a ninguna de las dos, para no menoscabar su influencia en ambas. Como estratega político había decidido, con toda lucidez, renunciar al control del sigficado para poder seguir agarrado al locus enuntiationis. Su sabiduría consistía en saber que el núcleo vital de la sabiduría es intransmisible, que hay un algo en la política que siendo semiótico, no es comunicacional. Tampoco sirvió de mucho su cinismo, que sepultó a la Argentina en una dictadura brutal y animosa. La responsabilidad es indisoluble en el poder. Y que el líder ocupe el lugar imaginario de sentido puede ser catastrófico. La democracia es la preservación de una fisura entre ambos. Y la radicalización democrática es perenetoria, precisamente, en el momento en el que el neoliberalismo había intentado volver a cerrar, a suturar, esa brecha implementando una ideología del cientifismo económico.
Cuando ahora oigo metáforas que llevan el camino de la lexicalización meteórica, como la casta, la gente decente, la disputa de la democracia, o la centralidad del tablero, imploro porque un rayito de luz ilumine a los que las implementan y no se crean que dominan las reglas de juego con su ciencia del álgebra y sus significantes vacíos. Porque el lenguaje, el Otro, siempre sobrevive al sujeto e ignorarlo es suicida. - También los empoderamientos son transitorios y coyunturales, a menos que creamos que el yo tiene alguna esencia... Precisamente, la teoría de la hegemonía tiene eso en su base, no creer en categorías irreversibles, permanentes y eternas. El problema si quien está utilizando ese aparato conceptual no está precisamente ocultando eso: que está jugando con contingencias y no con necesidades.
- A ver, llámame iluso. Pero cuando el 15M y todo el movimiento Occupy del 2011 yo llegué a pensar que las tecnologías reticulares, y los "pervasive media" podían dar origen a una nueva forma de pensamiento colectivo. A un más allá del hipertexto colonizado por el broadcasting, a una forma de interacción multitudinaria que verdaramente provcara una anarquía de las interpretaciones, un más allá de Internet como ciberespacio colonial, que propiciara ese "comunismo hermenéutico" del que hablaban Vattimo y Zabala. Sé que tú con tu grupo de gente estudiasteis también la posibilidad de todos esos efectos (las R-Evoluciones). Tanto me entusiasmé que me largué 3 meses a Bristol (DCRC-PMS) a estudiar el tema y allí me encontré con gente que me pareció que propiciaba otra digitalidad, partiendo no ya de la web sino de las apps para móviles, o de la gamificación, de los videojuegos. Pero está volviendo a pasar lo mismo que con el 1.0: la verticalidad y el broadcasting se imponen, ahora con la coartada del pluralismo tertuliano. A mí Appgree me ha parecido desde el principio un invento del diablo porque vuelve a confinar toda voz colectiva en el algoritmo y las estadística y tritura cualquier posibilidad de construir una textualidad nueva alejada del Modelo Difusión, vertical y tendencialmente unidireccional, velando con colorines la asimetría comunicativa de todo el sistema. Vamos, una vuelta a la telecracia en sentido de Bernard Stiegler. El uso que ha hecho Podemos de lo digital (me refiero a la cúpula) ha sido una reconducción enunciativa de todo el potencial subversivo que podía haber tenido la voz compleja de las multitudes. Una pena. Plaza Podemos se ha convertido en más de lo mismo.
- La elecciones están siendo un veneno muy tóxico para Podemos. Hay que mantener la sensatez y no volverse locos. Una "máquina de guerra electoral" es necesariamente una apisonadora de toda horizontalidad, de toda discrepancia, de toda complejidad. El sistema parlamentario es esencialmente vertical.
- A mí es que eso de la "máquina de guerra electoral" me ha recordado siempre inevitablemente a la Armada Invencible. Ojalá Errejón no tenga que parafrasear a Felipe II y acabar diciendo algo así como "envié mis barcos a luchar contra la casta, no contra la realidad".
- La cuestión es que como yo vengo de una semiótica filtradita por el psicoanalásis siempre pienso la cuestión de la representación en términos estrucuturales. Esto es, para mí no tiene mucho sentido hablar de buena fe. En realidad toda representación presupone una "teoría de la mentira" (Umberto Eco, dixit) en su base, es decir, no se trata tanto de buena fe o de buena representación porque por estructura si algo se presenta en lugar de algo o alguien literalmente lo hace ausente, es decir usurpa su presencia. Por lo tanto no hay ninguna representación legítima a priori, más bien al contrario, legitimar cualquier representación es una tarea artificiosa y compleja. Y más, si además del deseo, tenemos en cuenta la pulsión contra la que aquel es dedefensa. Por aquello de el significante mata la cosa. ¿No?
- Yo siempre pensé y dije que la apuesta más subversiva del 15M fue negarse a tener representantes. A mí nunca me pareció una carencia o un error sino un gesto pleno de sentido, una ruptura absolutamente radical y necesaria. La prisa por suturar la herida de la "desrepresentación" me ha parecido como mínimo un error. Como mínimo.
- No es tan difícil entender el sistema interno de Podemos: ya podéis hacer lo que queráis que al final saldrá lo que diga el comando mediático porque es el único que tiene las armas adecuadas para influir en la opinión pública, que es la conformación a la que ha quedado reducida la masa votante de ágora voting. Por eso, la gente sabe de sobra que si se acuerda algo con el secretario general lo demás es puro trámite. Elevar el trámite a categoría fundamental es un gesto ideológico de dominación como otro cualquiera. Hacer del rito el centro de atención para ocultar su trama efectiva. Es lo que han hecho desde siempre las religiones. El ágora voting es la plaza de San Pedro esperando la fumata pero es en Iphone de Pablo Iglesias donde tiene lugar el cónclave.
- Evidentemente, Podemos ha abierto la brecha. Por eso, siendo muy crítico
al principio, cuando me di cuenta de ello me tragué mis prejuicios y me
acerqué. Ahora bien, en este momento, la cosa consiste en si vamos
hacia lo inédito, hacia el empoderamiento de la multitud o vamos a más
de lo mismo. El problema es que el sistema del liderazgo mediático está
perfectamente consolidado en el capitalismo como el principal
dispositivo de reciclaje y absorción de cualquier transgresión,
subversión o ruptura cultural y/o política. La cuestión es que no les
niego a los líderes su función. Lo que pido es control. Porque nadie
menos autónomo en un sistema liberal partido-cráticco que un líder. Y o
lo controlamos las "masas" o lo absorberán los medios y lo los lobbies.
Una cierta "anarquía" de base es necesaria, un cierto comunismo
hermenéutico, de voces complejas y en debate para arrebartarle el
patrimonio del "general intelect" y del sentido común al amo. Temo mucho
más a los bancos y a los grandes empresarios que a las masas. Han
demostrado ser mucho menos responsables. Me encanta el debate, me
encanta la discrepancia. Sobre todo porque el arma más letalmente útil
que conozco para arrebatarle al amo el arma de destrucción popular
masiva que es la homogeneidad y la propiedad privada del sentido. Me
fascinan las ortodoxias, que son un gran tour de force del pensamiento,
pero siempre a condición de no creerme ninguna y practicar dos o tres a
la vez.
(Alguno pensará que cómo cojo y pongo esto así de repente. Muchas de las cosas que comparto aquí son cosas que he dicho en otro hilo como comentario y las traigo aquí para comenzar un debate nuevo, pro las razones que he dicho en las últimas líneas antes del paréntesis. Mi intención es no tener sólo un registro, ni hablar siempre en el mismo tono. Puedo compartir chistes, imprecaciones al PP, y embrioncillos, como éste, de un pensamiento un poco más teórico)
(Ah, y por favor, los que paséis por aquí mirad también el post que he compartido justo antes en mi muro, que vale mucho más la pena que éste) - Tengo por costumbre salir a la calle, cual Diógenes, buscando un líder. Y
siempre que me encuentro alguno, me pasa como al perro de Sinope, que
lo único que se me ocurre pedirle es que se aparte de una vez, porque su
"claridad" no hace más que robarme el sol.
Y va y cuando me encuentro a uno que se llevaría mi voto, mi entusiasmo, mi entrega y mi pasión, no le puedo votar porque no es de mi circunscripción. Os dejo el discurso electoral más verdadero y bello que he leído en mucho tiempo. Y con él las razones de por qué, pese a todo, yo, como él, también he decidido permanecer en Podemos. Y es a veces muy difícil. Por favor, leedlo. Es un discurso que no vende humo bajo la forma de una claridad que sólo pretende tapar la luz. Podemos también es esto. Para mí, Podemos, es sobre todo la gente como Rodrigo López Muñoz. Los demás pasarán.
Descalificar para combatir
- Eso de cambiar el diccionario jurídico como a tres días de las elecciones es comunicación estratégica de vanguardia, ¿no? #desesPPerados
- De El País: "Antonio Sánz, delegado del Gobierno [en Andalucía]: “No quiero que a Andalucía se la mande desde Cataluña ni alguien que se llama Albert” Qué miserable es el PP y qué ingenuo un catalán que cree que la casta española y sus palmeros lo van a acoger con los brazos abiertos por haber traicionado a su país y haberse plegado a los intereses de Madrid como el más innoble de los gusanos. «Roma traditoribus non praemiat». En fin, con su pan se lo coman, se atraganten y se asfixien. Los dos son el enemigo, pero permítaseme expresar, al menos, el asco que me da la derecha española y su retórica de vísceras llenas de mierda.
- Al menos la entrada de "ciudatans", como dicen ellos, tiene algo positivo. A Rajoy se le está cayendo la poca careta que le quedaba y está mostrando a las claras que detrás de su defensa de la Constitución y de la supuesta soberanía nacional española no hay más que un anticatalanismo cavernícola y visceral, un odio mortal contra lo diferente, compartido por todo el PP (y por parte del PSOE madrileño y castellano, dicho sea de paso). Un catalán que ha hecho fe continua de ser un español de derechas como Dios manda y siguen recriminándole que sea catalán. Fuerte.
(Todo lo anterior son intervenciones en redes sociales entre el 6 y el 15 de marzo de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario