¿Soy el único al que lo que se está haciendo con los restos de Cervantes le
parece un acto de necrofilia intolerable? Veréis, yo me leí de muy
pequeñito su biografía en cómic. Una colección de tebeos monográficos
que me iba regalando mi padre, donde conocí la vida de muchos Hombres famosos españoles y de todo el mundo, que así se llamaba la colección. Y El Manco de Lepanto
entró en mi imaginario infantil como entró Edison, Juan de Austria,
Fray Junípero Serra o Livingston. Luego, cuando estudié filología
hispánica, llegó mi asombro, mi absoluta admiración por el Siglo de Oro
español y más concretamente por la lucidez tenebrosa del Barroco. Ahí
entré a admirar hasta la muerte a Quevedo, a Góngora, a Calderón, al
autor del Lazarillo. Y a saber apreciar al monstruoso Lope, a los
Argensola, a Garcilaso, a Villamediana, a la infinita desconfianza hacia
el género humano de Gracián…
Continúa aquí.
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