sábado, 8 de marzo de 2014

Sobre el 8 de marzo

Hace unos años tuve un encontronazo con una conocida mía que alardeaba de feroz feminista  (no daré más datos porque no tengo ningún interés en que se la identifique) tal día como hoy. Estábamos "celebrando el día de la mujer" con una especie de aperitivo y yo le dije que lo vivía con más entusiasmo antes, cuando era literalmente "El día de la mujer trabajadora" y no se celebraba con unas frivolidades saladas o dulces sino con una manifestación, porque era una jornada reivindicativa. Se plantó ante mí y me espetó como un mantra bien aprendido: ¡todas las mujeres son trabajadoras! Yo le contesté que me negaba a celebrar el día de Margaret Thatcher o de Condoleeza Rice o de Sarah Palin o de las hermanas Koplowitz, o de Sofía de Grecia y así. La cuestión es que esta persona era feminista visceral porque en su asociación de vecinos había ido a un cursillo o algo parecido y desde entonces el morado se había convertido en su color y ahora era ella la que iba impartiendo cursillos. Se había aprendido la lección como un catecismo que se limitaba a repetir una y otra vez. Y como todos los creyentes en catecismos, estaba vacunada contra cualquier crítica o mínimo intento de diálogo: si no piensas exactamente como yo es que eres el enmigo, en este caso, un machista. No conseguí razonar con ella ni un minuto.
En fin, mi reflexión no va sobre los que individualmente acatan una doctrina sin contrastarla ni reflexionar sobre ella. Para mi anticatecismo (si me pongo, me pongo) son todos de derechas porque la reflexión crítica es un rasgo antigregario, antimasificante, antiestupefaciente y profundamente subversivo sin el cual nadie puede considerarse ni progresista ni revolucionario (fíjense si amplío el espectro). Y no lo digo por decir o por resabio. Caigamos en la cuenta de que, en este acriticismo, lo que se jugaba al quitar el adjetivo era la apropiación del discurso feminista por el neoliberalismo, es decir, el uso reiterado de las relaciones de género como una cortina de humo para evitar contemplar las relaciones de clase. Yo creo sinceramente que es un error y una de las más grandes trampas en las que los progresistas hemos caído reiteradamente. Porque si no cuestionamos las relaciones de poder y explotación lo más que pueden conseguir las políticas de género son más y más afinamientos formales, por floridos y superyoicos que se quiera, (serán más obsesivos, iracundos y represivos cuanto más impotentes para atacar la raíz del problema) pero nunca conseguirán la igualdad de hecho. Cierto que todos los días salen en la televisión noticias bajo el titular "violencia machista" y siempre se refieren a "mujeres asesinadas por sus parejas" ¿Es esa la única violencia machista? ¿Por qué es tan difícil "noticiar", convertir en formato noticiable, todos los demás acosos y violencias sexistas que sufren las mujeres? En sus puestos de trabajo, por ejemplo. ¿No se está connotando tendenciosamente que el machismo sólo se ejerce en el ámbito doméstico y que las relaciones laborales y de explotación son de un orden distinto o, al menos, no están vinculadas al patriarcalismo? Da qué pensar.
En fin, que yo estoy con las mujeres que trabajan y luchan por la igualdad. No voy a celebrar nada por las que le hicieron la clac el otro día a Gallardón. Para mí hoy no es el día de las señoras. Para mí, no todas las mujeres son iguales, cosa que me pasa también, dicho sea de paso con el resto de los seres humanos.
No es mi lucha que las mujeres (ni nadie) consigan más poder, sino que ese poder tenga cada día menos víctimas. En el postcapitalismo -ya le inventaremos un nombre- que yo soy capaz de imaginar no cabe el machismo ni la  homofobia porque no cabe la imposición del poderoso al débil, sea hombre, mujer o cualquier otra variedad genérica que seamos capaces de inventar. Sin embargo, en el capitalismo en el que vivo esas cosas tienen más espacio cada día. Seamos capaces de ver cómo consigue el poder utilizar nuestras luchas y nuestros discursos emancipatorios para sus fines. El primer paso es siempre convertirlos en un catecismo refractario al pensamiento y sostenido por la repetición.



(Ah, y recordad que esto sigue el aire. Perdón por el rincón publicitario, pero tengo mucho interés en que sea parte del debate)

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