Jugando con negras: “Adversus Iconoclastas o cómo las fallas se han convertido en una fiesta bárbara”
Nací en la ciudad de Valencia hace casi
52 años y nunca he tenido domicilio en otro lugar. Me emociona este
cielo bárbaramente azul y ante un Sorolla siento que el misterio de esa
luz es el misterio de la verdad. Sé valorar el trueno sinfónico de una
buena mascletà y sé que ésta no ha sido buena si entre alguna sístole y
su sucesiva diástole uno no se ha asomado al abismo de un desgarro
irreparable de las entretelas de su corazón. La pólvora bien disparada
me huele a hogar y la ira me posee cuando veo que a un engrudo con
guisantes y fósiles mal incorruptos y peor triturados de chitosán,
flotando en una pasta oleaginosa, cometen el sacrilegio de llamarlo
paella en Madrid, en Barcelona y en otras metrópolis de este planeta. Si
bien mi lengua madre es el castellano, venero la lengua de mi pueblo y,
si me emociona Garcilaso, también lo hacen Joanot o Ausiàs March.
Dados estos precedentes supongo que a nadie debe extrañar que sienta una profunda animadversión por las fallas.... Podéis seguir leyendo aquí...
Y el debate completo
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