Tsipras, Alemania, el Mal y el Silencio (Apuntes sobre el comunismo, 6)
Algunas cosas que colgado en Facebook sobre el tema.
- Alemania no es el enemigo. Alemania, en tanto encarnación del
capitalismo financiero global, es el mal. Al mal hay que cauterizarlo,
combatirlo, destruirlo, debilitarlo, hacerlo desaparecer como tal mal.
Pero el enemigo es el político que en cada Estado se ofrece como lacayo
de ese mal arguyendo que "no se puede hacer otra cosa". Se llame Rajoy,
Zapatero, Samaras o Tsipras. Diga lo que diga, nos venda lo que nos
quiera vender, sea su origen el que sea. Y a quien hay que enfrentarse y
pedir cuentas es al enemigo. Señores hegemono-populistas, disculpas por
utilizar sus argumentos también cuando no les convienen. Un saludo. (18 de Julio)
- Me
hace gracia cómo desde ciertas instancias se han lanzado a la defensa
cerrada de Tsipras, que a mí me ha parecido muy sospechosa y han cargado
con que la culpa es de Alemania y nada más que de Alemania, y Tsipras
ha sido una víctima. O bien te comportas como el político europeo tipo,
que odia las consultas populares, y asumes tu responsabilidad por las
decisiones, o bien eres consecuente con tu
planteamiento populista de izquierdas. Pero si convocas un referéndum y
lo ganas con un apoyo popular del 60%, lo que no puedes es hacer un Don
Tancredo después de haber usado a tu pueblo de escudo humano y venderlo
vilmente a sus enemigos. No veo posibilidades de justificar esa
actitud. Hay una especie de ingenuidad estructural en el
hegemono-populismo que parece preconizar precisamente eso: que la ética
en política es puramente secundaria y que lo que importa es la
estrategia (la posición en el tablero). Si eres un buen estratega, no
importa engañar, traicionar y defraudar. Parece que el único objetivo de
Tsipras sea mantenerse en el poder y que con eso es suficiente. No
habrá emancipación sin transformación subjetiva. Y en ese sentido estoy
con aquello de la "prefigurative politics". No habrá nunca una auténtica
emancipación si la ética no está explícitamente tematizada en el
discurso político. Hay "pruebas del algodón" coyunturales en
política pero muy reveladoras. Ahora mismo, esa prueba es la defensa
cerrada de Tsipras, que parece ser la línea oficial de la cúpula de
Podemos y su coro difusor. A mí mucha confianza sobre las futuras
intenciones de los que la sustentan no me da ¿qué queréis que os diga? (19 de julio)
- Mi voto lo tendrían, sin duda. Un añito tratando con políticos con
vocación profesional me ha dejado claro que entre ellos no hay ni
lealtades ni odios eternos, porque el ansia de poder es una pasión que
somete a todos los demás afectos. Cuando los hipo-hegemono-populistas
hablan del uso de las pasiones, hablan del uso de las pasiones de la
gente. Ellos no tienen más que una y está gobernada por la
racionalidad estratégica -a no confundir con la razón- esto es, por la
conquista de poder (no he dicho "del" sino "de", quede claro), que es
otra cosa. Les votaré si se unen. Que no esperen que mueva un dedo por
apoyarlos o defenderlos. La política que a mí me interesa como praxis no
tiene nada que ver con esto. En este tipo de política-juego de la
representación la inmensa mayoría no somos convocados más que como
espectadores con capacidad no de acción, sino de interactividad. Como
"Supervivientes", que es la mejor alegoría política que ha inventado la
reality TV. Por cierto, yo también creo que debió ganar Nacho Vidal.
Dónde va a parar. (22 de julio)
- Sorry, Mr. Alexis Tsipras, but I'm not longer interested. You have been
one of the biggest political deceptions in my life. If this is told by a
man who has been ruled by JLR Zapatero and Felipe González, you should
take note of the point. Bye. (Comentario que he dejado en el muro de la página de Tsipras, que he seguido durante meses con ilusión. Hasta más ver) (22 de julio)
- Dije esto hace año y medio, en mi primera columna en VLCNoticias. (24 de enero de 2014 )
En fin que la aventura personal de Pablo Iglesias Turrión tiene tres
destinos posibles. O triunfa en el seno del sistema y se convierte en un
acomodado político profesional, traicionando a sus seguidores
(¿recuerdan a un tal Felipe González?). O fracasa, y entonces habrá que
recoger los fragmentitos de su ego con
cucharilla, porque dudo que se recupere de algo así. O, la más
improbable, que triunfe contra el sistema, con lo cual sus prisas, su
superficialidad y su falta de profundidad política podrían poner a su
misma opción, la izquierda, en un grave peligro de debacle histórica
(¿recuerdan a un tal Zapatero?).
Si se quiere actualizar,
póngase Tsipras donde pone Zapatero. Me pasé 16 meses queriendo
equivocarme. Pero no ha sido así, me da la impresión. Una pena. Porque a
ese proyecto se sumó una buena parte de lo mejorcito y más decente del
pueblo español.
(22 de julio)
- Estoy triste. Rematadamente triste. La traición de Tsipras combinada con
el cinismo extremo de la cúpula de Podemos me ha dejado en un estado de
auténtica postración política. Hace días que quiero sacar un texto
sobre eso, sobre las primarias de Podemos, sobre cómo se ha cerrado la
ventana de oportunidad definitivamente porque un líder nos ha atrapado
en su semblante, nos ha devuelto a la verdad de
la depencia absoluta del amo. Hace ya muchos días que quiero exponer
mis razones -las tengo, en decenas de apuntes en documentos de word por
aquí y por allá- para pensar que el populismo, en su trama racionalista,
que es la que nos ha llegado aquí, no puede funcionar en la Europa del
Euro. Pero estoy dubitativo como hacía años. Sí, literalmente, años,
porque todos decís que entre blog, artículos, papers, estaba
especialmente productivo, hasta al punto que escribo tanto que no os da
tiempo a seguirme el ritmo como lectores. Pero ahora dudo. No encuentro
el tono. Y el tono es el texto, es el hilo de Ariadna por el que toda
secuencia de signos comienza a desenvolverse como un prodigio de la
naturaleza. Eso vale para un poema, para un filme, para un relato, para
un artículo... El tono es la voz, como "el estilo es el hombre". Y no.
No lo encuentro. Es tanta la mezcla de hastío, odio, vergüenza y rabia
que a ratos -algunos de mis apuntes así lo certifican- se me sale el
sarcasmo a borbotones, otros la ira. Tal vez la respuesta sea la
tristeza. Pero una tristeza que no suene ni a melancolía, ni a
rendición. Y no. No sale. Por eso, como las señales de un náufrago en la
orilla, me he puesto este fotograma de Mulholland Drive , una de las
películas de mi vida (algunos Welles, Stroheim, Wilder y Kieslowski la
acompañan) como foto de portada. Silencio. Silencio porque los sueños de
gloria salen siniestramente caros, como la película demuestra. Tal vez,
yo, como muchos, pensamos que la ventana de oportunidad que se abría
era la de lo político, por usar un término tan estimado por la teoría
política contemporánea. Y muchos, lo pensáramos explícitamente o no,
creímos que era el momento de que pudiéramos ocuparnos de lo colectivo
los que no sentimos la sucia pulsión en bucle de la política partidista y
de su amor infinito por la mezquindad y por la mierda. Y no. Toda esa
ilusión se ha ido al garete. Sólo hablamos de política (encuestas,
sondeos, cargos, pronósticos, bullshit) y vemos el acontemiento
emancipador, la refundación implosiva de lo político, alejarse y
perderse para siempre, escurrirse de esas manos que nos han dicho que no
cerremos, porque el puño es señal de ser un yonqui de la pureza
identitaria. ¿Cómo se habla de política desde la tristeza? El sarcasmo
no es la respuesta, me parece. Porque más odio no nos hace ninguna
falta. Y estoy hasta los huevos de buscarme enemigos, que son jodidísmos
de criar. Puede que la solución esté en releer a Larra. Pero puede que
el afán de imitación me acabe llevando a pegarme un tiro. Y tampoco es
eso. Que el proyecto en el que creí sea un vivero de cuñadismo
impenitente, de cháchara quejumbrosa o aclamatoria de esclavos que no se
atreven a preguntarse por su deseo, de plebs que no quiere ser pueblo
sino turba, no debiera ser para tanto. En fin, qué coñazo es la
política. Alguien me dijo el otro día que era un ignorante en ese campo,
por no entender lo de Tsipras. Me sentí orgulloso.
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