sábado, 19 de julio de 2014

Flores sin nombre, XIV. DE LA AVENTURA.


43


Algunas arquitecturas de símbolos
y algunos amores locos
se han desprendido de mi piel
y han habitado el mundo de la vida.
Me jacto de mi perseverancia,
de haber conseguido erguir mis labios
marcados por la huella yerma del destino,
de haber podido soportar el tormento de la espera,
del desprecio,
de las traiciones.
Pero también algunas veces
me acomete el desaliento
y en el fondo del espejo
no aparece
más que un obsesivo,
ataviado con galas torpes de héroe huraño.
A menudo me lastima la conciencia
saber que no he sido capaz
de amar a nadie mucho tiempo
y, menos que a nadie, a mí mismo:
me he hecho putadas tantas veces...
Pero ese dolor no sabe a fracaso o vergüenza,
sino al deje agrio y siempre inmotivado
del sobrevivir.
Me desembaracé del terror
a despertar un día más vivo,
y aprendí a guardar sólo
la ropa necesaria.
Tuve noches de amor,
de aborrecimiento,
de gloria,
de odio
y de desengaño.
De pánico, recelo al deshonor
y contrición atávica,
también algunas.
Ninguna recuerdo que necesite
ahogar para siempre en el olvido.


44


Un camino de fanales indiscretos. Nocturno.
Anguloso,
impredecible,
desesperado.
Sin secretos.
Ancha, la avenida obscura,
con el vaho de la embriaguez
y los párpados
sostenidos por el hambre
esencial de la aventura.
Vivir no tiene instancias.
La noche es noche para todos.
No hay más que seguir caminando
y buscar los claros.
Su distribución es arbitraria
y su ley, perfectamente desdeñable.
El azar hará sus veces.
Y cuando uno ya no lo espera,
un choque brutal contra la moral de los ancestros,
que creíamos hace mucho tiempo inhumada
en el arcaico panteón del sinsentido.
Una sonrisa de dulzura enajenada
sobre unos hombros carnosos.
Una mujer prohibida.
Por el más sagrado y feroz de los tabúes:
no sería más feliz conmigo.

45


Retomar cada día el propósito de ser libre
con un dolor leve y corrosivo,
hecho de risa y fragmentos de tendones.

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