¿Cuántas cancelaciones de viajes,
reservas de hoteles o alquileres de pisos se han producido? Una sociedad
de solos no puede sentir miedo. El miedo es la reacción lógica por la
ausencia de los iguales, que podría protegernos. Nosotros no tenemos
eso, por eso Occidente no tiene miedo. Y ello es peligroso. Miedo no me
da. Pero sí intuición intelectual del peligro. Los “anfitriones” de Westworld,
la gran metáfora del terror y del turismo -los dos ítems de la agenda
que han puesto a Barcelona en el ojo del huracán todo el verano- que ha
parido la HBO, no tienen miedo de los huéspedes. Los odian cuando los
matan, lo olvidan en cuanto llega el día siguiente. Tienen que seguir
trabajando. Su trabajo es hacer como que viven.
Gran metáfora, digo. No hay
turismofobia, en Westworld, ni miedo al extraño. No dejé de pensar en
ello desde que surgió el tema este verano. Un parque temático, cuyos
anfitriones habitan un mundo sin historia y ofrecen su cuerpo, psique y
existencia en constante holocausto para goce exclusivo de los huéspedes.
No tienen memoria. Por eso, tampoco tienen miedo. Odiar, sí pueden.
Pero su odio no tiene nada que ver con la realidad de ningún hecho,
aunque les exploten, les roben, les maten continuamente. Odian porque
les han implantado falsas narrativas a partir de las cuales el turista
pueda customizar al máximo su experiencia. Es el sueño de
cualquier turoperador: la gentrificación sin exterior. El problema es
que una experiencia customizada deja de ser una experiencia
para pasar a ser un simple rito neurótico, esto es, un automatismo
implementado con el fin de preservarse de lo real….
A su vez, cuando los lugareños odian, no
pueden evitar tampoco hacerlo en tanto ciudadanos locales que han sido
desplazados de su lugar de privilegio como clientes postfordistas por el
flujo turístico y la gentrificación. Por eso somos todos turistas y
turismofóbicos. La clase media es el hombre nuevo: frustrado como
productor destruye y sobrevive; reciclado como consumidor, goza y,
ahora, también muere. No tiene miedo.
Hace unos años escribí este poema,
precisamente, en un momento en el que intentaba dar un paso más en la
travesía de mi fantasma y hacerme amigo de mi soledad. Es decir, hacer
de la soledad experiencia y no simple rito misántropo del neurótico:
MIEDO
Cómo te añoro a veces, miedo.
Con tu escozor de relámpago escondido.
Miedo que nos acerca tanto al mundo: alimento para el lobo, pasto para la brutalidad]
del desconocido,
amor al abrigo del hermano.
Miedo, salvífica emoción del solitario.
Cómo te añoro a veces, miedo.
Con tu escozor de relámpago escondido.
Miedo que nos acerca tanto al mundo: alimento para el lobo, pasto para la brutalidad]
del desconocido,
amor al abrigo del hermano.
Miedo, salvífica emoción del solitario.
Hoy me resuena de un modo completamente
distinto. Es lo que tienen los poemas, que no son esclavos de la
referencia, el significado o el autor. Tienen vida propia. Cosa que no
sé si es exagerado decir de los adocenados, alienados e impávidos
ciudadanos de la Europa Occidental. No tenemos miedo. Es un eslogan que
hemos oído repetidas veces esta semana. Lo que no tengo claro es si se
debe a que somos valientes o a que somos androides. No pude haber miedo
si no hay fraternidad, porque sin fraternidad nada es extraño. Lo es
todo. No tenemos miedo. Que el mercado no se pare.
Os dejo esta joya de la puesta en escena serial del Siglo XXI. Pinta negro. Cualquier parecido con cualquier realidad es mera coincidencia.
Original en VLCN
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