domingo, 5 de noviembre de 2017

Mirant Cap a Catalunya. (Comentarios sobre el Procés, 6)


  •  Son, como casi todas en esta serie, intervenciones en facebook recopiladas. Algunas son errores de apreciación fruto del momento, pero espero que se juzguen más bien como coyunturales y puntuales, y no dañen el fondo del razonamiento. Yo sigo sospechando que el Govern no ha mostrado sus cartas completamente, pero, de momento, su encarcelamiento y el exilio de Puigdemont parecen evidenciar que no hay el pacto con Rajoy que yo he pensado en el pasado. Por un puro ejercicio de honestidad, dejo mis intervenciones exactamente como las puse en las redes sociales en su momento. No tengo ningún terror a equivocarme. 5 de noviembre.

Efectivament. I sóc el primer en reconéixer que vaig expressar dubtes de que el catalans estigueren a l'altura de la dignitat d'un poble i no es quedaren només en ser "una societat" com España, França o Alemanya. Eren dubtes sense fonament. Les CUP tenen molt a veure. Llàstima que al PV no tinguem quelcom paregut. A Madrid,prefereixen fer travesses amb Carmena. És lo que té saber més que ningú de lluita de classes.  I Volent ser estat, hem aprés a ser poble. 6 de octubre.
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Cuando oigo hablar de la imperiosa necesidad de diálogo entre las instituciones catalanas y el gobierno español, que se repiten estos días, no dejo de evocar estas páginas geniales de "La Ciudad de los Prodigios" (1981) de Eduardo Mendoza escritor barcelonés y que para mí es una de las grandes novelas escritas en castellano en el Siglo XX (y mira que las hay, sobre todo latinoamericanas). Cuenta la visita, esta novela de hace 30 años, de dos emisarios del Ayuntamiento de Barcelona envíados a Madrid en 1886 a pedir permiso al gobierno de España para organizar la que a la postre sería la Exposición Universal de 1888. Leedla hasta el final, por favor, los que no hayáis leído la novela, porque tal vez entendáis muchas cosas de la situación actual de "falta de diálogo" de la que todos hablan. Episodios como éste están grabados a fuego en la memoria histórica de los Catalanes, que empieza mucho antes que la de los madrileños que se empeñan en habar sólo desde 1936. Es largo, pero merece la pena:
"Cartas similares eran frecuentes en la prensa local de entonces. Otros expresaban sus reservas de modo más conciso, como un diario del 22 de septiembre de 1866, que encabezaba su editorial con este epígrafe: "Comercialmente hablando, ¿constituye la Exposición un beneficio o una plaga?" Con todo, la oposición al certamen en general fue tenue. La mayoría de los ciudadanos estaba dispuesta aparentemente a arrostrar los riesgos de la aventura; los demás sabían por experiencia que lo que las autoridades decidían siempre se llevaba a cabo; varios siglos de absolutismo habían enseñado a la gente a no malgastar tinta y talento. También influía en la opinión pública un factor importantísimo: que la primera Exposición Universal que se celebraba en España se celebraría en Barcelona y no en Madrid. Este hecho había sido ya comentado en los periódicos de la capital. Estos mismos periódicos habían llegado a la conclusión penosa pero incuestionable de que así había de ser. "Las comunicaciones entre Barcelona y el resto del mundo, tanto por mar como por tierra, la hacen más apta que ninguna otra ciudad de la Península para la atracción de forasteros", dijeron. Con esto se quedaron contentos, como si la elección de Barcelona como sede del certamen la hubieran hecho ellos. Estos argumentos, sin embargo, no conmovieron al Gobierno. Ustedes se lo montan, ustedes se lo pagan, vinieron a decir. En esa época la economía del país estaba tan centralizada como todo lo demás; la riqueza de Cataluña, como la de cualquier otra parte del reino, iba a engrosar directamente las arcas de Madrid. Los ayuntamientos atendían a sus necesidades mediante la recaudación de contribuciones locales, pero para cualquier gasto extraordinario debían acudir al Gobierno en busca de una subvención, de un crédito o, como en el caso presente, de un chasco. Esto suscitaba entre los catalanes un sentimiento de solidaridad que acallaba las críticas. Por este lado, comentó Rius y Taulet, nos hacen un favor; por todos los demás, la puñeta. En eso no había desacuerdo. Con Madrid acabaremos a palos, pero sin Madrid no iremos a ninguna parte, dijo Manuel Girona. Era un financiero de renombre; a la sazón desempeñaba además la presidencia del Ateneo. Tenía fama de no perder jamás la compostura: Dejemos para mejor ocasión los desahogos temperamentales y hagamos frente a la realidad, propuso: hay que pactar con Madrid; será una humillación, pero la causa bien lo merece. Con estas palabras quedó zanjada la discusión y se dio por concluida la sesión, que se había celebrado un miércoles en el restaurante "Las siete puertas". El domingo siguiente, después de oír misa cantada, salieron hacia la capital dos delegados de la Junta.
Viajaban en un carruaje que el propio Ayuntamiento había puesto a su disposición; este carruaje llevaba en cada portezuela unas molduras con el emblema de la Ciudad Condal.
En unos cartapacios enormes de piel de cocodrilo llevaban la documentación relativa al proyecto y en varios baúles asegurados con cuerdas a la parte posterior del carruaje llevaban muchas mudas, porque preveían una ausencia larga. Y así fue: apenas llegados a Madrid se instalaron en un hotel. A la mañana siguiente acudieron al Ministerio de Fomento. Su llegada causó gran revuelo: de Barcelona habían traído y ahora llevaban puestos los vestidos y capas que en su día habían pertenecido a Joan Fiveller, aquel valedor legendario de la ciudad. En el transcurso de los siglos la lana de estas ropas se había ido convirtiendo en borra y las sedas en una especie de telaraña. Al paso de los delegados, que portaban los cartapacios con ambas manos, como si fueran ofrendas, las alfombras del Ministerio iban quedando cubiertas de un polvo pardo. Estos dos delegados se llamaban respectivamente Guitarrí y Guitarró, dos nombres que de no ser reales parecerían inventados para la ocasión. Fueron conducidos a un salón de techo altísimo, artesonado, donde sólo había dos sillas de estilo renacimiento, bastante incómodas, y un cuadro de tres metros de alto por nueve de largo, del taller de Zurbarán, que representaba un viejo ermitaño de piel cerúlea, cubierto de escrófulas y rodeado de tibias y calaveras. Allí se les hizo esperar más de tres horas, al término de las cuales se abrió una puerta lateral, semisecreta, y apareció un individuo de rostro abotargado y patillas de boca de hacha que llevaba una casaca cubierta de entorchados. Al punto los dos delegados se pusieron en pie. Uno de ellos acertó a murmurar al oído de su compañero: !Santa Quiteria, su sola mirada ya infunde espanto¡; la larga espera había debilitado su sistema nervioso. Los dos hicieron una profunda reverencia. El recién llegado, que no era el ministro, sino un ujier, les comunicó con sequedad que el señor ministro no podía recibirlos ese día, que tuvieran la bondad de acudir de nuevo al Ministerio al día siguiente a la misma hora. La confusión provocada por el vistoso uniforme del ujier fue la primera de una larga serie: los delegados de la Junta se movían en un medio que les era ajeno; no sabían qué actitud adoptar en aquella ciudad de tabernas y conventos, vendedores ambulantes, chulapones, alcahuetas, llagados y mendigos, en mitad de la cual existía un mundo aún más extraño, hecho de oropeles y ceremonias, amenazas y prebendas, poblado por generales intrigantes, duques chanchulleros, curas milagreros, validos, toreros, enanos y papamoscas de corte que se burlaban de ellos, de su acento catalán y de su sintaxis peculiar. En idas y venidas del hotel al Ministerio gastaron en vano tres meses y sus correspondientes dietas, acabadas las cuales escribieron a Barcelona dando cuenta de lo sucedido y recabando instrucciones. A vuelta de correo les llegó un paquete remitido por el propio Rius y Taulet en el que había dinero, una reproducción en yeso de la Virgen de Montserrat y un mensaje que decía: "Valor, uno de los dos tendrá que ceder y por Dios bendito que no vamos a ser nosotros". Los pobres delegados apenas salían de su hotel, donde el servicio, familiarizado ya con su presencia y convencido de que no cabía esperar de ellos muestras exageradas de liberalidad, no se preocupaba de cambiarles las toallas ni las sábanas ni de pasar el plumero por el mobiliario escaso y desvencijado. Para ahorrar los dos compartían con grandes estrecheces el mismo cuarto y se hacían el desayuno y la cena allí mismo, con el agua caliente de la bañera. Lo que más les hacía sufrir, con todo, eran las visitas matutinas al Ministerio. El enjambre de zánganos y sablistas que parecía habitar en sus corredores y antesalas les había compuesto unas coplillas hirientes que oían tararear por doquier a su paso. Los más allegados al Ministerio les gastaban bromas aún más vejatorias, como colocar cubos llenos de agua en los dinteles de las puertas que habían de cruzar, tender cables en el suelo para hacerles tropezar y acercarles velas encendidas a los faldones del traje para chamuscarlos. Algunos días al entrar en la sala de espera encontraban las dos sillas ocupadas por otros peticionarios más madrugadores quienes, avezados a este tipo de situaciones y endurecidos por toda una vida de plantones, lisonjas, suplicatorios, gestiones y desengaños fingían no reparar en su presencia y en las tres horas rituales que duraba la espera no les cedían el asiento ni un minuto. El ministro seguía sin recibirlos. Todos los días, tras esperar en aquella sala cuyos mínimos detalles conocían ya al dedillo, se abría la puerta semisecreta, entraba el ujier de las patillas y les tendía en una bandeja una nota apresurada en la que el ministro les notificaba que aquel día no les podía atender como habría sido su deseo. El desparpajo con que usaba aquí y allá expresiones y vocablos de germanía hacía a menudo ininteligible estas notas, lo que aún angustiaba más a los delegados, que se iban con la duda de si habían o no habían entendido bien las indicaciones del ministro, los cambios de cuyo humor trataban de vislumbrar en los más leves indicios.
En ocasiones y tras mucho vacilar y discutir entre ellos respondían a estas notas con otras. Para eso se habían hecho imprimir en un establecimiento especializado de la calle Mayor unos saludas en cuyo encabezamiento, por error o a sabiendas, salió impreso el escudo de Valencia en vez del de Barcelona, como ellos habían pedido. Corregirlo habría supuesto un mes de demora, por lo que hubieron de resignarse. En estos impresos escribieron: "Nos hacemos perfecto cargo de que V.E., cuya vida guarde Dios muchos años, anda en extremo ocupado, pero nos permitimos porfiar, con el debido respeto, habida cuenta de la trascendencia de la misión que nos ha sido encomendada", etcétera. A lo que respondía el ministro al día siguiente con expresiones como "ir con la hora pegada al culo" (por ir justo de tiempo), "ir de pijo sacado" (por estar abrumado de trabajo), "ir echando o cagando leches" (por ir a toda velocidad), "sanjoderse cayó en lunes" (con lo que se invita a tener paciencia), "bajarse las bragas a pedos" (de dudoso sentido), etcétera; y se despedía diciendo: "!hasta la siega del pepino¡", o cosa parecida. "Tal vez dispondría V.E. de más tiempo", acabaron por replicar los delegados, "si no malgastara V.E. tanto en hacer donaires". Por las noches escribían a sus familias, en Barcelona, cartas preñadas de desazón y añoranza. La tinta presentaba a veces borrones causados por alguna lágrima incontenible.
Mientras tanto en Barcelona la Junta Directiva de la Exposición Universal, presidida por Rius y Taulet, no dormía.
Enfrentemos a Madrid con los hechos consumados, parecía ser la consigna. Los proyectos de los edificios, monumentos, instalaciones y dependencias que debían integrar el recinto de la Exposición fueron encargados, presentados y aprobados y las obras dieron comienzo a un ritmo que los fondos disponibles no permitían sostener por mucho tiempo. Cuando todo el parque de la Ciudadela estuvo patas arriba el Ayuntamiento invitó a los corresponsales de prensa a que lo visitaran. Como acicate a su interés fueron obsequiados con un banquete cuyo menú da testimonio de la vocación cosmopolita de los anfitriones:
"Potage: Bisque d.écrevises á l.américaine. Reléves: Loup á la genevoise. Entrées: Poulardes de Mans á la Toulouse, tronches de filet á la Godard. – Legumes: Petit pois au berre. – R4ts:
Perdreaux jeunes sur crustades, galantines de dindes trufées.
– Entremets: Bisquits Martin decorés. 
– Ananas et Goteauv. – Dessert assorti. 
Vinos: Oporto, Ch1teau Iquem, Bordeaux y Champagne Ch. Mumm". 
En los discursos que cerraron el banquete se dio por cierta la fecha de inauguración (primavera de 1887); reseñas elogiosas del acto aparecieron en numerosas publicaciones. También se hicieron unos carteles de propaganda que fueron colocados en las estaciones de ferrocarril de toda Europa; se cursaron invitaciones a corporaciones y empresas españolas y extranjeras animándolas a participar en el certamen y se convocaron, como era costumbre de la época, varios concursos literarios. La respuesta de los futuros participantes fue tibia, pero no nula. A fines de 1886 aparecen consignadas ya en la prensa las primeras concesiones de servicios. "El servicio de water–closets y lavabos se ha adjudicado, sujeto en un todo a las condiciones que ya se conocen, al Sr. Fraxedas y Florit. Este inteligente concesionario se propone tener en dichos establecimientos un servicio completo de toilette, dotándolos de salones provistos de todos los accesorios convenientes, ropa blanca, jabones y objetos de perfumería. Habrá también en todos ellos una sala especial para la limpieza del calzado, y un número prudente de mandaderos a disposición del público y de los expositores, para llevar recados y transportar a domicilio los efectos comprados en la Exposición. Felicitamos al Sr. Fraxedas y Florit porque comprendiendo lo productivo del negocio ha tenido el buen acierto de evitar que fuera explotado por extranjeros". El ministro de Fomento acabó por ceder. Era un hombre corpulento, de aspecto feroz, casi inhumano. A sus espaldas le llamaban "el Africano". No había estado nunca en Africa ni tenía con ese continente relación alguna, el epíteto se lo había ganado con su porte y su talante. Al enterarse del mote no se ofendió. Lejos de incomodarse adquirió la costumbre de llevar un aro colgando de la nariz. Recibió a los dos delegados de la Junta con extrema frialdad, pero el tiempo había jugado sin ellos saberlo a favor de éstos; el ministro quedó desarmado en su presencia. Las innumerables horas de espera, las angustias y los vejámenes padecidos los habían avejentado; a fuerza de convivir día y noche habían acabado por parecerse el uno al otro como dos gotas de agua y ambos al santo ermitaño del cuadro del taller de Zurbarán en cuya contemplación llevaban meses. En su presencia el ministro se sintió súbitamente cansado, todo el peso del poder inmenso que ostentaba se vino sobre sus hombros. Lo que debía haber sido un enfrentamiento titánico se convirtió en una plática fatigada, cargada de melancolía."
Mira que Eduardo Mendoza me ha hecho saltar lágrimas de risa muchas veces en sus libros. Aquí, cuando lo leí hace 30 años, recuerdo que casi se me saltan también, pero de pena y rabia. Así han conseguido los catalanes todo lo que tienen, que no es poco, Sr. Rodríguez Ibarra. Recuerden que cuando unos años antes el valenciano Luis García Berlanga quiso retratar satíricamente las miserias de España, también lo hizo relatando la visita de un madrileño a la perezosa y decadente oligarquía madrileña, para intentar sacar a flote su negocio (La Escopeta Nacional, 1988). Todos los periféricos no monolingües sabemos que con la administración de Madrid, diálogo y razón suelen ser herramientas inútiles. 7 de octubre.
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Hoy, Francis Mir, amigo catalán residente en México y que se declara abiertamente independentista, me ha definido como alguien que “se siente español”. Y le he contestado con prontitud: “me siento español pero me levanto catalán” En fin, un valenciano, como buen mestizo (de moro y catalán, no de español y catalán) debe ser un tipo que hace muchas sentadillas. Cuando el culo nos toca el suelo, españoles; cuando vamos de homo erectus, catalanistas. Pero a su vez, le he dicho en seguida que “jamás me he sentido a gusto en la definición de español”. Y es absoluta verdad. La España franquista y su herencia, esta España manejada por élites desde Madrid (capitales económicos tanto como intelectuales, tienen allí su sede y su paraíso fiscal, como está viéndose estos días, que abandonan las ratas el barco catalán) utilizando mi lengua madre, el castellano, como arma de demolición masiva contra mi lengua hermana, el catalán (como somos los mestizos, en Valencia la solemos llamar valenciano), y contra todas las culturas de periferia, incluida la andaluza o la asturiana, pues no me gusta nada.
Lo que pasa es que tampoco me defino como independentista, aunque comprendo el sentimiento perfectamente y lo hago mío con frecuencia. Para un independentista, la independencia es una meta. Para mí, no. En este momento está ciego cualquier demócrata sincero que no vea que apoyar al pueblo de Catalunya es el camino. Y entre que los quiero personalmente, entre que los admiro profundamente, y entre que sus enemigos coinciden casi al 99% con los de mis objetivos, pues los estoy apoyando con enardecimiento, ciertamente. Pero yo lo que pretendo ser es un demócrata radical (antes se decía revolucionario, pero la palabra fue devorada por el extremismo violento y quedó inservible, al menos temporalmente), y por lo tanto, me siento concernido por la multitud y su lucha. Y apoyo a los pueblos y a las naciones en la medida en que son una herramienta de la multitud para convertirse en demos y alcanzar el poder, no como un fin absoluto. Puedo ser populista, nacionalista o socialista, pero mi telos es comunista (sí, otra palabra que Stalin o Kim Kim Il-sung, quemaron bastante pero que se está reivindicando mucho más allá del estatalismo soviético). Me interesa inventar lo común. Por eso, apoyo a las naciones y los pueblos sin Estado. Catalanes, palestinos o kurdos. Pero –se lo decía el otro día a mis alumnos- jamás se me habrá oído defender a un Estado. Ni a Alemania, ni a Francia, ni a Rusia, ni a España, ni a Suecia. Ser nacionalista con Estado es ser un autoritario con vocación supremacista. Ser nacionalista sin Estado propio, esto es, sometido a un Estado que no se identifica con tu pueblo, es ser un libertario. Todos los que mamamos el tardo franquismo y la transición lo sabemos. El Grito era: “Libertat, amnistia i Estatut d’Autonomía”.
Fíjate si lo gritamos alto que se lo regalamos hasta a Madrid, que no le hacía ninguna falta. Lo tercero. Las dos primeras, como a todos. Explícaselo tú a ellos. Yo ya no sé cómo. En fin, que leo esta tarde en eldiario.es que quien ha salido ganando con la Espantá de Puigdemont es Pablo Iglesias. Es que no pueden imaginarse proceso ni juego alguno, de suma cero o de raíz cúbica de res catorce, si quien juega no es madrileño. Jugada ganadora de Pablo Iglesias, lo titulan. Claro, luego le silban a Piqué.
En fin, que toda mi simpatía para las CUP, toda mi afinidad. Han conseguido que el pueblo catalán actúe como tal, precisamente, porque borraron de un plumazo al líder. Un pueblo con cultura y lengua propia puede tejer su identidad sin necesidad de alienarse a un líder mediático. El 15M ha sido un proceso sin líder y el Procés lo está siendo. Porque Puigdemont, en fin… Pero, sin que sirva de precedente, y gracias a que el núcleo irradiador errejonista ha dejado desvencijada su arma de guerra, a mí la única solución que me parece viable es la que ofrece Podemos y lidera Ada Colau, visto desde el lado de los que nos quedaremos en el lado español -se quede Catalunya o no- y de los que pensamos que la Independencia no puede ser una decisión burocrática -qué la difierenciaría entonces del 155, que es un artículo puesto entre el 154 y el 156 por la rima, supongo- sino un gesto universal del pueblo catalán: el que lo incardina definitivamente en la libertad y dignidad del género humano. Espero no haber decepcionado a mucha gente. Esto de opinar en política es lo que tiene: te haces enemigos, a veces correligionarios, otras forofos. Pero casi nadie te perdona cuando se da cuenta de su opinión no te tiene tan atrapado como a él.
A mí, de momento, lo que me queda es bastante decepción con la izquierda orgánica madrileña -prensa, cargos políticos e intelectuales- que no con la gente en general, que han sabido estar a la altura de las circunstancias en todo el Estado, un amor renovado a Catalunya y una convicción de que el País Valenciano será mucho mejor si tiene al pueblo catalán cerca. A un lado de la línea (roja la llamaban los partidos españoles cuando tenían que pactar gobierno) o al otro. No habrá vallas, ni alambradas ni minas más que en las viñetas de El Roto, tranquilos. Es el ejemplo más acabado de esa decepción que sentimos, creo, la mayoría de los catalanoparlantes de España con la izquierda castiza acomodada de los madriles, a la que tanto parece que le molesta el ruido. Menos en agosto, en semana santa o en los puentes con sol, claro. Vienen a "crear empleo" como las multinacionales. 11 de octubre.
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No todos los catalanes son independentistas, repiten. Pero, menos los votantes de PP y Cs, la inmensa mayoría sí es catalanista. Eso parece que no lo saben. Más presión y por pura asfixia todos los catalanistas devendrán independentistas.



Benvolgut, Carles. Amb tota la legitimitat que em confereix ésser un valencià que porta mesos cremant-se personalment per defensar el drets de Catalunya i la democràcia a Espanya, cal que li diga que el victimisme tenia un recorregut i ja està esgotat. Els catalans i els ciutadans demòcrates de l'Estat Espanyol que els recolzem, necessitem ja un altra cosa dels legítims representants del poble català que seguir marejant la perdiu. Per favor / si us plau, cal un lideratge clar i amb propostes. 21 de octubre.
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Es lo que he visto en un telediario, y no sé lo que tendrá de representativo, pero en varios ayuntamientos catalanes, tras la declaració del parlament, se ha arriado no solo la bandera española, sino también la europea. Me ha parecido un gesto de una radicalidad democrática y de una solidaridad con los pueblos de Europa inaudita. El pueblo catalán no es la burguesía catalana, evidentemente. No se trata de hacerse un huequecito como un estadito más inserto en las instituciones internacionales que le roban soberanía a los pueblos y se la regalan a los capitales. Los estalofascistas españoles que no entienden nada harían bien en callarse de una maldita vez. Éste es un movimiento radical y universal, es una lucha contra las fronteras, no para multiplicarlas. Calumnias y más calumnias. Una proclamación de independencia es una revocación de un Estado y del orden internacional que mutila a los pueblos, bombardea a las poblaciones, asfixia a los refugiados y abre las compuertas a los capitales. Quien no lo vea así, o está ciego o tiene intereses (no sólo económicos, no soy paleomarxista) que no quiere confesar. Vixca Catalunya i vixca el génere humà! Amb un bon cop de falç.No sé si alegrarme mucho por Catalunya hoy. Pero por Siria y por Palestina nadie me va a robar la alegría. 27 de octubre.
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No me desdigo ni una coma de que lo que he dicho antes del pueblo catalán (dejo en comentario el enlace), porque no es incompatible de lo que voy a decir de las élites. Las caras de funeral de JxSi y la alegría sincera de las CUP, así como la honesta posición -lo digo con sinceridad total- CSQP esta tarde y la disolución del Parlamente y elecciones para 21D me reafirman en lo que dije hace algunas semanas. Me da toda la impresión de que todo estaba pactado entre Puigdemont y Rajoy: tú no te bajes del burro de la DUI, y así no pierdes votos, que una cosa es declarar la Independencia y otra cosa es que la izquierda te barra electoralmente. Yo te aplico el 155 y lo resolvemos deprisita porque no tengo recursos para gestionar y controlar Catalunya sin desplegar el ejército y montar un escandalazo internacional. Que hoy haya hablado Albiol en catalán y Arrimadas no, también me hace pensar que tenía órdenes claras de empezar la campaña electoral. De momento, veo a Rivera y Sánchez (e Yceta) como la Charito. Todos quieren quitarse al niñato falangista de en medio, que ya ha cumplido su función. Veremos al Albiol más moderado del mundo. Ahora bien, el golpe va sobre todo contra las CUP y secundariamente contra los comunes. Me preocupa poco, si las CUP no caen en esa negra melancolía tan típica de los activistas semiprofesionalizados y siguen haciendo valer lo mucho que han conseguido en organización y solidaridad popular y no lo libran todo a un triunfo del independentismo que ha sido un magnífico camino y nunca el objetivo final. Creo que el soberanismo es una magnífica herramienta de progreso y está más vivo que nunca. Si Colau y Albano Dante Fachín hacen piña con ellos, serenando no su radicalidad, sino sus estribaciones más intransigentes, Catalunya tiene mucho ganado. Y Podemos y, en general, la izquierda española tiene la decencia de tomar apuntes, tendremos mucho ganado todos.
Y no sólo los ciudadanos del Estado Español, como he dicho hace un rato antes de saber la decisión de Rajoy. Yo no soy nada pesimista. El pueblo catalán se ha medido contra las élites del europeísmo neoliberal y le ha ganado más batallas que nadie en sesenta años. La cosa estará como sea pero mal, seguro que no. 27 de octubre.
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No soy fan de la estadística para nada, más bien al contrario: pienso que es veneno paralizante y conservador, al menos cómo se utiliza por la ciencia política y social neoliberal. Ahora bien, hay una estadística que me daría mucho morbo: saber cuántos apellidos xarnegos hay detrás del soberanismo/independentismo (así como Gabriel, Rufián o Fernández) y cuantos ochoapellidoscatalanes hay del lado del constitucionalismo españolismo. Igual, nos llevábamos alguna sorpresita, en la dirección de ver cuánto tiene el independentismo de movimiento emancipatorio y cuánto de esencialismo étnico e identitario.... El resultado, por sí mismo, como todas las estadísticas, no significaría ("querría decir") nada, pero sería cuanto menos interesante. Ahí lo dejo. 1 de noviembre.


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