Vaya por delante, el textito que
compartí en Facebook nada más saber que Rita Barberá había muerto. Lo
copio para compartirlo también con los lectores de esta columna que no
usáis las redes sociales:
“Nunca voy a mostrar alegría por la
muerte de nadie. Serán cosas de mi biografía. La muerte me tocó cerca de
modo bárbaro desde muy joven y veo siempre su faz trágica.Con la muerte
no hay juego. Ni siquiera el de tronos. Pero esta muerte, la de Rita
Barberá, sólo tiene una lectura: ¡qué miserable es Rajoy!, que la dejó
morir, ya no sólo metafóricamente. La muerte de Rita pone a Rajoy, que
hizo su fortuna y carrera sobre los hombros de estos corruptos, a la
altura de un Fouché. El segundón mediocre, avieso y criminal es aquí el
jefe de todos ellos. Y no lo olvidemos: no es en la izquierda, ni entre
los populistas, ni entre los valencianistas perseguidos por esta señora
donde esto se va a celebrar con cava, por supuesto, no catalán. Donde de
verdad están felices con toda su bestial mediocridad es en Génova 13 y
en Quart 102. Ojalá alguno se ahogue con su propias babas.
Una simple petición. No me gustaría ver chistes ni comentarios cebándose con la muerta en los muros de mis amigos decentes, y menos de los valencianos que fuimos blanco de su soberbia, su codicia, su inhumanidad y su desprecio. Morir en Madrid y en un hotel (qué expresivo y simbólico es el destino a veces) es castigo suficiente. No. Guardemos un respetuoso silencio que nos permita escuchar lo miserable que es su partido y sus correligionarios en toda su dimensión y en todos sus matices. Que nos permitan oír el tintineo aliviado de sus copas de espumoso de cuarta categoría o champañ francés. Ya vigilaremos que no lo hayan cargado al erario público. En política, lo más indecoroso y vil es ser un superviviente. Y Mariano, no lo olvidemos, es la peor yerba de todas las yerbas que nunca mueren.
Una simple petición. No me gustaría ver chistes ni comentarios cebándose con la muerta en los muros de mis amigos decentes, y menos de los valencianos que fuimos blanco de su soberbia, su codicia, su inhumanidad y su desprecio. Morir en Madrid y en un hotel (qué expresivo y simbólico es el destino a veces) es castigo suficiente. No. Guardemos un respetuoso silencio que nos permita escuchar lo miserable que es su partido y sus correligionarios en toda su dimensión y en todos sus matices. Que nos permitan oír el tintineo aliviado de sus copas de espumoso de cuarta categoría o champañ francés. Ya vigilaremos que no lo hayan cargado al erario público. En política, lo más indecoroso y vil es ser un superviviente. Y Mariano, no lo olvidemos, es la peor yerba de todas las yerbas que nunca mueren.
Ps: Ah, y yo al juez que vaya a levantar
el cadáver le rogaría que no permita que lo inhumen demasiado pronto. A
lo mejor hay alguna huella de miedos y ambiciones en él. Nos
quedaríamos todos más tranquilos si eso se verificara….”
El texto está fechado a las 9,18 del
mismo 23 de noviembre, esto es, antes de que la cúpula paulo-errejonista
de Podemos se empeñara en protagonizar el fatídico, impropio e indigno
minuto de silencio a una alcaldesa que hasta el día anterior había sido
el símbolo más preclaro de la corrupción en el PP. Y más, como se ha
repetido hasta la saciedad, cuando el Congreso de los Diputados no tiene
por norma celebrar estos sentidos homenajes por nadie.
Hubo una controversia sobre cómo
interpretar este minuto. ¿Condolencia, homenaje…? Yo propongo una
dicotomía de corte más semiótico y retórico. Todo el mundo se empeñó en
considerarlo una metáfora. Un minuto de silencio sería la expresión (el
vehículo) de un sentimiento de respeto, duelo, solidaridad (tenor). Yo,
sin embargo, creo que es mejor si se considera sintagmática,
metonímicamente, esto es, como una sinécdoque (la parte por el todo): en
efecto, ese breve minuto de silencio no era más que una condensada y
mínima expresión celebratoria del silencio eterno que iba a guardar la
difunta y que tanto alivio (mejor que orgullo) y satisfacción causaba en
las bancadas del PPCS, con el apoyo del Psoe de Antonio Hernando y
Javier Fernández que, desnortado como anda tras todas sus traiciones,
está dispuesto a servir de lacayo del establishment (formerly known as “casta”) cada vez que haga falta.
Teniendo en cuenta su trayectoria, sus
últimas actitudes, la expulsión de su propio partido y la extrema
crueldad y desprecio con que la había tratado éste en los que a la
postre han sido sus últimos tiempos y que había supuesto la renuencia de
la familia a que la dirección del PP hiciera acto de presencia en el
sepelio, ¿la actitud de Podemos representó una falta de consideración y
sensibilidad? No tengo ninguna duda. Una falta de sensibilidad enorme.
¿Con la difunta? Ni me lo planteo, ni me interesa especialmente, ni
–como dije a bote pronto al conocer su fallecimiento- creo que haya que
hacer nada más por la difunta que dejarla gestionar su inagotable
eternidad en una soledad inmensa, que no es sino una prolongación de la
que le propinó su antiguo partido.
El gesto de Podemos fue una inmensa
falta de sensibilidad (no digo de respeto, que es otra cosa) con los
valencianos. Vencer a esta señora, el más logrado ejemplo de demagogia
populista de derechas en todo el Estado Español, con todo el
clientelismo folclórico y reaccionario que había generado, nos costó a
los demócratas y valencianistas un cuarto de siglo. Y ahora que estaba
desprestigiada, abandonada, vencida va y la torpeza de la cúpula
paulo-errejonista, en un gesto de cutre eticismo asambleario propio de
la más caduca izquierda identitaria que tanto han criticado va y la
convierte en una especie de víctima de esa misma izquierda. Instantánea
fue la reacción de la caverna y del aparato del PP en reputarla como
perseguida y acosada por las viles hordas rojas. Eso lo fue durante 25
años, señores, pero lo que la ha llevado a la tumba es la brutal
tristeza de ser negada, despreciada, expulsada y apartada por sus
correligionarios en uno de los actos de insolidaridad mezquina más
execrables que recuerdo. Ahí está ese salvaje de Rafael Hernando echando
espumarajos por la boca (curioso que haya dos Hernandos comandando el
bipartidismo en el Congreso y uno sea tan áspero y el otro tan blandito)
y defendiendo, ahora que está callada para siempre, a “una de las
nuestras”.
La posición de la cúpula de Podemos
torna prístina la en otros momentos tenue y difusa distinción entre
narcisismo y soberbia. Ésta última, y no ya el narcisismo, es el gran
hándicap que carga a sus espaldas el dogmatismo
laclausiano-mouffiano-errejonista. Tan convencidos están de que no hace
falta escuchar al pueblo, porque ellos ya tienen todo el saber necesario
sobre ese pueblo basándose en sus ecuaciones y algoritmos
hegemono-populistas, que actúan de espaldas a él sin ningún tipo de
reparo, convencidos de que sus gestos van a ser entendidos “exactamente”
como ellos los planean. De comunicación, ni idea. Lo he dicho siempre.
El gran pánico que me asola es que la
hegemonía progresista y valencianista que ahora tenemos en el País
Valenciano sea flor de un día, porque la demagogia derechista y
centralista del PP está siempre acechando y esperando para lanzarse al
cuello de la democracia, el valencianismo y el progreso sin el peso de
ningún lastre moral. Haber contribuido a hacer aparecer a la antigua
alcaldesa como una víctima de extrañas maquinaciones izquierdistas es un
flaco favor que me hace pensar si el errejonismo –en el País Valenciano no hay prácticamente otra cosa en Podemos-,
con sus pésimos cálculos de laboratorio, no pueda llegar a ser el peor
enemigo de una opción perdurable de progreso en esta tierra.
Bien sé que Compromís (Ribó y
Oltra, esencialmente ) se están llevando muchos palos desde el
nacionalismo por no ser más combativos y radicales en su valencianismo
de izquierdas. Se puede discutir en otro momento. Pero lo que tengo
claro, es que están mucho más pegados a esta tierra que la cúpula
podemita de tierra adentro y sus lacayos en estas riberas del
Mediterráneo. Por eso se quedaron en el Congreso y abrieron el
Ayuntamiento al barberismo. La lucha, día a día, no con gestos
extremistas, anti-radicales e histriónicos para convertirse en noticia
en vez de la noticia y que pueden reavivar un pasado sólo
momentáneamente derrotado.
Si se trataba de transversalidad,
queridos, no hay nada más transversal que la muerte. La muerte con su
componente de “real” que una cúpula como la de Podemos, con su
mentalidad política de video-game, no puede vislumbrar. La
muerte es una suspensión del sentido y la razón que, ante ellam no pasan
de ser meras bagatelas humanas. Basta de decisioncitas de celulilla
mediático-leninista que me muestran cada vez con más evidencia que Pablo
Iglesias Turrión está siendo un títere descabezado en manos de su
camarilla, que siempre tiene la última palabra en esta filosofía del
evento. It’s death, stupid! Y con eso no se juega. Hubiera sido
mucho más inteligente quedarse como testimonio de disidencia y criticar
duramente la hipocresía rivero-rajoyista al terminar ese minuto, que
contribuir al silencio eterno ausentándose y provocando el ensordecedor
ruido de las auto-justificaciones después. Los valencianos tenemos mucho
miedo de ciertas resurrecciones y vuestra torpeza –tan insensible con
las necesidades de los valencianos, como nos pasa siempre con los
partidos españoles- ha contribuido mucho a ellas. Sic transit gloria mundi.
Original en VLC Noticias
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