One who
follows his nature keeps his original nature in the end. But haven´t you heard
ever of something better to follow?
Orson Wells, The Lady of Shanghai. 1947
Yo dije esto no hace más que un par de años:
"La posición del votante es siempre la del interrogado, que tan bien
define el “dilema del prisionero”. Cuando un votante va a las urnas, está
jugando. Un juego serio, como la mayoría. Vota con el deseo, vota con el
inconsciente, vota en precario. Vota para saber. Si gana mi opción, soy mi
pueblo. Si pierde mi opción, eso, a saber. Por esa razón todos los candidatos
que concurren a unas elecciones se ven obligados siempre a decir que han
ganado, que de alguna manera, dado que se cerró la pregunta, ellos también son
parte de la respuesta. Los que no les votaron se ríen, los que les votaron
respiran"
Pues bien, el gran problema con el que se encuentra ahora el votante es que
el Otro ha enloquecido definitivamente, que es ya imprevisible e incalculable.
En el Brexit o en las presidenciales americanas, el voto de castigo ha sido
siniestro. Los norteamericanos, como los ingleses hace unos meses, se han votado a sí mismos al votar contra su representación. No hay más misterio. La mayoría ha votado con la firme convicción de que la mayoría (esto es, todo el mundo) iba a
votar lo contrario. Y el voto de castigo al Otro se ha convertido en un voto de
suicidio, de auto-punición. No hay Otro, hay el Doppelgänger. Eso es Todo amigos. El problema del populismo
noroccidental es que ha desvelado una horrible verdad: no hay Otro del
Otro. El pueblo ha dado consigo en un agujero negro: resulta que el Otro,
grande e imponente, no existe, era simplemente YO. El pueblo obscuro ha mirado
y se ha visto rodeado de espejos. Yo soy la mayoría. En la celda vecina, cual gato de Schrörindger, está mi doble, no mi cómplice, ni mi enemigo.
Todos somos hijos de
Saturno y hermanos bastardos de Narciso. Juego
de Tronos es tan tranquilizadora porque no hay pueblo, electorado, opinión
pública. El espectador está a salvo de cualquier responsabilidad, el príncipe
es autónomo. ¡Oh, aquellos tiempos de la Arcadia en los que los pueblos aún
podían decir: el loco no soy yo!
Pero yo lo que más interés tengo en saber es qué va a hacer ahora Susana
Díaz. ¿Abrirá una oficina de la Junta de Andalucía en el Edificio Trump? La
última política clásica y baronil que
queda, derrocada Clinton, debe de sentirse tremendamente sola entre tanta
locura. Igual se monta una asesoría de merchancoaching
con Albert Rivera, el Trump de la Hispanidad. El problema de los políticos
estándar es ahora con la alegría. En el eje que va de la carcajada al llanto
han perdido su lugar porque ya no tienen un electorado ni un pueblo ni una
sociedad ante el que desplegar su pantomima histriónica. Tienen una masa loca
que ya no puede confiar en el Otro porque el Otro es sí mismo. Si alguien ve algo positivo en esta sombra alargada que
nos acecha, y que no es otra que nuestro ser más allá de nuestra identidad, que
me lo cuente. Estoy deseando escucharle.
Ps: Todas las imágenes son fotogramas de La Dama de Shanghai.
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