lunes, 21 de abril de 2014

OBSOLESCENCIA IMPROGRAMADA.


He tropezado con una arruga
áspera como una raya de lápiz
en el terso deambular por mi presente vacío.
Tiene que ver no tanto con la verdad
como con la causa de los sueños,
intuyo.
No tiene gracia.
Es como el filo de una hoja de papel
seccionando limpiamente una arteria.
La sangre brota a borbotones
con el escozor impuro y denso,
oliente,
de la obsesión
y de los recuerdos.
Nada para enseñar.
Es el delirio de la paz detenido por la dicha.
Por el pliegue retráctil del femenino dicho.
Tiemblo y tiemblo.
La ignorancia no deja de ser la cicatriz que el ungüento de la santidad
había fabricado para el corazón.
Que no se detiene, obstinado.
Y bombea.
Aún.
Tumultuosas, hirsutas, cerdosas
burbujas densas
como sargazos.
Ya. Nada. Es. Igual.

(La verdad es que no tengo ni idea. Si a quien lo lea se le ocurre cualquier clase de aclaración, será bienvenida. Gracias de antemano)

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