I. El perdón es, por
definición, el rasgo distintivo del cristianismo respecto a las otras dos
religiones del Libro. No es un concepto, el repudio moral de la venganza, que
esté comprendido en el Islam o el Judaísmo. Una cosa son las doctrinas, cierto,
y otra la naturaleza humana y no estoy diciendo que los cristianos no sean
vengativos. Precisamente, toda la moral católica española del honor es una
doctrina de la venganza, a veces muy compleja y muy taimada, una pasión de
burócrata obsesivo. Véanse algunos dramas de Calderón (El alcalde de Zalamea me
vale, pero El Médico de su honra es paradigmático en ese sentido de la venganza
metódicamente fría y calculada). No deja de ser curioso que algunos
adalides de la Islamofobia sean tan proclives a no perdonar. ¿No?
II.También es un distintivo, dar a Dios lo que es de Dios y a César lo que es
del César (Lucas 20, 25). En fin, muchos pensadores de los últimos tiempos
(Vattimo, Badiou, Zizek) han defendido que el dogma de Encarnación y la kenosis
(Filipenses 2,6-7) de Cristo son un paso lógico necesario
para poder concebir el laicismo. Y he dicho bien “dogma”, utilizando la palabra
en el sentido técnico que le otorga el discurso teológico cristiano. Nada de
que objetar cuando hablamos de materia de creencia. Probablemente, el genio
radical de cristianismo, que lo tiene, sea precisamente esa mixtura intolerable
entre el Dios perfecto y la carne corruptible que los otros monoteísmos no
consiguen comprender y declaran blasfemo. Ahora bien, el fascismo español, como
buena parte de la curia romana, no han conseguido estar nunca a la altura de
este materialismo esencial del cristianismo, según el cual Dios no se avergüenza
de su obra hasta el punto de ser capaz de mezclarse, de contaminarse, con ella.
Arrostrar ese real no es cosa de creyentes, fanáticos o fundamentalistas. Es
cosa de santos.
III. Dicho esto, lo que los cristianos
tienen derecho a considerar dogmas lo podemos considerar el resto como
tradición no confesionalmente vinculante. Con toda legitimidad. Nuestro
calendario está regido por las festividades cristianas, que a su vez se
apropiaron de las de Grecia y Roma, y tejen una urdimbre cultural que va más
allá de la filiación y la creencia. Los reyes magos en particular, pero también la
Navidad en general, son un buen ejemplo. Y asumir una tradición es
reelaborarla. Nos hemos hartado estos días de la famosa polémica de los reyes
magos. Y no es baladí.
IV. Un tuit como este
Mi hija
de 6 años: "Mamá, el traje de Gaspar no es de
verdad."
No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.
#cabalgatatve
—
Cayetana Alvarez Tol (@cayetanaAT) enero
5, 2016
resume perfectamente al
nacional-catolicismo en su versión neoliberal, es decir, al PP.
Fijémonos, de qué modo se proclama propietaria de una tradición. Nadie sabe prácticamente nada de los Reyes
Magos. Apenas da información sobre ellos el Evangelio, para que se pueda
estipular dogmáticamente cuál es su vestuario correcto. El que suelen llevar,
elaborado por la iconografía católica, es tan válido y tan actualizable como
cualquier otro que se pueda proponer.
V. Ahora bien, la cosa es que por el camino hay dos dogmas neoliberales que se nos cuelan por la chimenea. El primero, la negación al poder público (el único susceptible de control democrático) de cualquier iniciativa en el campo de la cultura y de cualquier potestad de gestión de la tradición. Pero, esto es aún más grave, en ello anida también el dogma conservador del derecho a la libertad de educación que, gracias a la XIII Marquesa de Casa Fuerte y Directora del Área Internacional de FAES, presenta aquí su faz más cínica: el sacrosanto derecho de los padres a disfrutar de la exclusividad del engaño a sus propios hijos. Porque, vista así, una tradición que podría ser un patrimonio común, como la de los Magos de Oriente, identificada con una canónica -y verosímil sólo para una determinada concepción del sentido común, la nacional-católica- deviene lisa y llanamente una vulgar mentira. Sin paliativos. No sabemos si existieron, podemos dudar inculuso de la existencia del Dios al que se supone que fueron a adorar, pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que jamás fueron vestidos como ella le ha hecho creer a su hija de seis años.
VI. A consecuencia de este pintoresco
asunto un amigo me recordó una cita de Jacques-Alain Miller que viene al pelo:
“Desde luego, el esplendor del canalla y su brillo maléfico provienen de no aceptar ni al Otro con mayúsculas, que no es más que una ficción, ni a los otros, que no valen nada”
Tampoco mejora nada esta
canallada, acabar asimilando los vertederos con las tumbas sin nombre, porque no ha
encontrado otra manera de escabullirse de un ridículo glorioso del que esta propia señora es la única responsable. Pero, claro, siempre hay formas de estropearlo más. Hay que ser impresentables.
No sé si avanzamos, pero que ladran, ladran.
¿De dónde ha sacado @joanribo y @CompromisVLC las "Magas de Gener"?
— CaosDConsell (@CaosDConsell) enero 3, 2016
No sé si avanzamos, pero que ladran, ladran.
Buen artículo, Palao ;-)
ResponderEliminarqué buena la frase de Miller.
ResponderEliminar"el encanto del maléfico" siempre fue algo que me llamó la atención... se advierte un pensamiento profundo y constante.
a propósito de Miller, también me pareció que en ocasión de la masacre en la revista francesa Charlie Hebdo hizo el comentario más atinado de todos los que se difundieron...
dijo algo más o menos así: que se puede convenir que Dios no existe y por lo tanto uno puede burlarse todo lo que quiera de algo que no existe... pero que el "goce del creyente sí es real"
y debe ser respetado.
acá lo mismo, si los reyes se vestían así o no se vestían así, no significa para nada como plantea José Palao que de ahora en más se van a vestir como se le ocurra a Lady Gagá... por el simple hecho de que Lady Gagá fuera elegida alcaldesa de Madrid.
esto es algo muy simple de entender.
y los reyes, quizás solo quizás, jamás habrán seguido una estrella, nunca se habrán subido a un camello y menos que menos serían magos...
pero esa tradición produce un goce que debe ser respetado.
Juan Ponce
Pues vaya con el señor Miller!: el goce del sádico torturador es real, luego debe ser respetado. No te digo!
EliminarCreo que el problema a tratar en su caso señor Juan Ponce , es más bien el tener clara la definición y el sentido que usted atribuye a la palabra respeto, lo demás .... ¡agua de borrajas!
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