Por algunos comentarios que se me han hecho veo que se me está entendiendo mal en un punto respecto a la entrada del blog que colgué ayer. En absoluto estoy defendiendo la pertinencia de la vieja distinción izquierda/derecha, tal como la consagró el bipartidismo y el parlamentarismo neoliberal, como un descripción adecuada del campo político. En absoluto. Precisamente, lo que digo es que la cúpula de Podemos es quien está reinventando continuamente a la izquierda, bajo el significante de "izquierda identitaria", para poder postularse y sostenerse contra ella. Es un falso enemigo que les viene muy bien para distraer toda la atención y subsumir en él a todo el que disiente de sus planteamientos y condenarlo al mutismo (a veces denominado "pitufismo"). Y lo sé porque a mí nunca me interesó la vieja política, su suciedad, su verticalismo, su burocracia. Y, sin embargo, desde que me acerqué a Podemos estoy siendo acusado, cada vez de discrepo del paleo-leninismo mediático de la cúpula es de pertenecer a ella, cuando lo que les critico es eso precisamente: que han hecho de Podemos una organización vetusta de izquierdas como las de toda la vida.
La cuestión es la siguiente. Ellos tienen una doctrina que manejan como dogma, el hegemono-populismo. Es un corpus de pensamiento basado en una lectura sesgada de Laclau y Gramsci que ellos implementan de forma excluyente y autoritaria. De hecho, convertir a un autor en dogma (es un viejo tic izquierdista de siempre: Marx ha sido su víctima por excelencia) es el peor favor que se le puede hacer, porque al dar su pensamiento por cerrado, por completo y finiquitado, se impide que pueda seguir expandiéndose tanto operativa como conceptual y teóricamente. No hay peor ofensa a un pensamiento que imputarle su completud, que encerrarlo en una doctrina, que negarle cualquier capacidad de expansión teórica en diálogo permantente con lo real. La cosa es que el procedimiento más fácil para dogmatizar (si se prefiere, axiomatizar, impedir que se pueda exigir su demostración o argumentación) es inventarse un Otro discursivo, también completo, al que el pensamiento propio se enfrenta. Ésa es la operación que está llevando a cabo el laboratorio de ideas de CQP al inventarse a una tosca e infamante "izquierda identitaria" a la que acusar de todos sus males y errores y en la que enclaustrar como un gulag enunciativo a todos los que discrepan de la línea oficial. De tal modo, si criticas la noción de significante vacío, o -cosa mucho más común- qué uso hace de ella el comando mediático de Podemos respecto a una determinada cadena equivalencial, es imposible entrar a discutir la cuestión porque automáticamenta van a imputarte que estás rechazando toda la lógica del significante y toda la racionalidad populista porque eres un paleomarxista y no entiendes más dinámica social que la lucha de clases, ni más sujeto político que la clase obrera. Es astuto, no te permitirán nunca discutir lealmente a Laclau desde Laclau. Laclau es suyo y la única lectura de Laclau (o de Gramsci, o de Maquiavelo) es la que hacen ellos. Sólo se puede disentir de ellos siendo paleomarxista. Y te lo repetirán hasta la muerte. Ellos son el núcleo irradiador y o te dejas seducir o eres el enemigo. No cualquier enemigo, además: el enemigo que ellos dicen que eres.
La mayoría de los que he visto discrepar dentro de Podemos, al contrario, lo que teníamos en mente no era una doctrina, sino la necesidad de darle una voz nueva, una voz que había que pensar y que inventar entre todos, a la multitud. Y esa novedad, transida por el vacío y la heterogeneidad, por la falta de una coherencia dogmática es lo que no pueden tolerar de ninguna manera. Por eso, se han inventado un adversario fantasma que es el izquierdista nostálgico de ortodoxias y pureza ideológica, e incluyen en este tótem a todo el que no ratifica su catecismo. A este supuesto adversario, presuntamente tan dogmático como ellos, no lo temen. Lo que temen es la voz libre y radical de la gente atreviéndose a pensar la alternativa al presente y a la opresión (al capitalismo, a la corrupción, a la falta de democracia) sin moldes previos ni ataduras. Y para ello, lo primero que hay que pensar no es la doctrina, sino el dispositivo y su carácter modelizador. Atravesando la selva de símbolos e identidades que constituyen su alienación, deconstruyéndolos y reinventando el espacio de lo común es cómo puede una multitud darse un discurso más allá de los dictados del amo. No buscando un amo (unas identidades) mejor. Ni necesitando un amo que esté esperando que al fin digan lo que tienen que decir, que les sancione su discurso ni desde la "conciencia de clase", ni desde la orto-hegemonía dictada por un núcleo irradiador. En el siglo XXI establecer una diferencia entre la acción organizada y el espontaneísmo no tiene mucho sentido cuando hablamos de una multitud conectada que no necesita esperar las instrucciones de un centro difusor. Ya no vale de nada crear una jerga nueva, si los aparatos son los mismos. Y, parece ser que en eso coincidíamos todos, teníamos la ventana de oportunidad , el kairós, para que se pudiera iniciar un proceso de subversión generalizada, con la crisis de la representación política que había traído el derrumbe del fantasma del progreso neoliberal. Reconstruir la representación desde una a priori dogmático, desde la ostentación de un saber que ya estaba preparado para sustituir al saber quebrado no parecía la mejor solución, sino un remiendo.
La izquierda de la que hablan los intelectuales orgánicos de Podemos y sus repetidores es un invento de Podemos y sus intelectuales orgánicos. Nada que ver con la realidad, que es bastante más multiforme y fangosa. Los que tienen pánico de que la gente piense por su cuenta, y por tanto los que tienen interés en enclaustrar a todo aquel que piense en un enemigo reconocible y fácil de batir (la vieja izquierda) son ellos. Yo no tengo interés alguno en este asunto. Y la mayoría de la gente que vi en círculos y asambleas en su momento tampoco. No nos hemos ido muchos de Podemos porque haya traicionado las esencias de la izquierda institucional, sino porque Podemos se ha convertido en un calco de las viejas organizaciones con su doctrina, sus dogmas, su catecismo cerrado a cualquier impugnación de la realidad, su ceguera. Un significante vacío no es un significante limpio de polvo y paja. Por eso, pienso que izquierda hubiera podido ser usado como un significante vacío perfectamente y haberle sustraido su "flotabilidad", su uso recargado de significado que lo desprovee de todo sentido (como democracia, justicia, y tantos otros). La estrategia de Podemos lo que ha conseguido es darle nueva vida como significante flotante, es decir, perder una gran oportunidad de que pudiera integrarse en una una cadena equivalencial contra-hegemónica y emancipadora. El resultado a la vista está. El de la izquierda de siempre: divisiones, grupúsculos, etc. Cada vez más vieja izquierda y Podemos cada vez más atrapado en las rencillas de la vieja izquierda. De hecho, no he visto ese juego en ninguno de los populismos latinoamericanos, que siempre han tenido la sabiduría de usar izquierda como un significante a su favor no como un arma arrojadiza, tal y como lo usa la "derecha" neoliberal y sus demagogos a sueldo, sino al contrario, liberándolo de sus connotaciones desprestigiadas, de su pesado "semema", de su lastre "enciclopédico".
Muchos estamos deseando el diálogo, pero es imposible desde el enclaustramiento discursivo al que se nos ha condenado. Yo, al menos, no he encontrado de ningún modo la manera. El caso es que todas aquellas razones por las que pareció imponerse la necesidad de un análisis urgente y un pensamiento ready made parecen haberse desvanecido. La urgencia de ganar las elecciones porque había gente que estaba sufriendo por las políticas de austericidio neoliberal se ha esfumado. Y no, precisamente, porque esas condiciones hayan desaparecido, sino porque como muchos advertimos, el sistema iba a reaccionar contra las torpes y precipitadas estrategias de Podemos reduplicando en bipartidismo y haciéndole caer en las encuestas. Por supuesto, que ha habido cambios y seguirá habiéndolos y la movilización social que ha supuesto Podemos, la dinamización popular, ha hecho retroceder en mucho al PP. Pero lo que se nos prometió, y por lo que exigió silencio y fidelidad no era eso, sino ganar las elecciones. El caso es que, cruel ironía, Podemos va a quedar como un apéndice por la izquierda del bipartidismo, según dicen las encuestas. ¿Para qué habrá servido todo ese potencial político dilapidado? Parece que quien decidió que Podemos no podía parecerse ni por asomo a un movimiento social y debía convertirse en una máquina de guerra electoral ahora habla de que tras las elecciones habrá que revertir el proceso. Quisiera que me explicara cómo, cuando la representatividad política va a estar completamente cautiva de la cúpula bien asentada en las instituciones. Y cuando los círculos, privados de su capacidad de iniciativa y pensamiento, los pocos que queden, son focos de rencillas y rencor tras meses de descalificaciones e insultos. Yo, claro, no lo veo.
saludos, no me parece que sea una visión sesgada sobre Laclau al contrario me parece que es una buena interpretación de Laclau según se evidencia en las alabanzas de Laclau al kirchnerismo.
ResponderEliminarlo que pasa es que la "visión" de Laclau es como una cena hecha con los restos del almuerzo, del plato central llamado Schmitt conserva su porción, digamos una pata de cordero a la que le han cortado unos bocados, de la ensalada llamada Gramsci, ya ligeramente avinagrada y por esto quizás más sabrosa para algunos, unos cuantos tomates y unas papas que no combinan muy bien entre sí pero es la cena, el plato en que lo sirven es de una porcelana francesa que se vende en las rutas del comercio colonial llamada posestructuralismo.
lo único que en realidad vale de eso, que hace que en definitiva pueda tomarse como una cena: es la pata de cordero Schmitt o lo que queda de ella.
el mendrugo de pan: una dosis de sensiblería populista.
el vino con agua es el folclore que va del grupo Skape a los versos de Miguel Hernandez.