martes, 3 de abril de 2018

Sobre la relevancia del nacionalismo en la lucha por la democracia (entrada recopilatoria)



Esta mañana he asistido a otro rebrote de españolismo de esa llamada izquierda rojigualda, hablando en términos de "supremacismo catalán". Cuando tiras un poco de la cuerda te das cuenta de que aparte de la chulería y la prepotencia lo que aparece es una incultura y una falta de información histórica descomunales. Parece que parte de esa izquierda españolista, que antes encarnaron el Psoe y sus barones, pretende ahora infiltrarse en Podemos. Pues bien, para intentar paliar ese estado de cosas me he pasado un rato recopilando cosas que he escrito estos tres últimos años sobre la enorme relevancia de los nacionalismos sin Estado en el proceso de democratización de España tras (y en pleno) franquismo, cosa que ellos parece ser que ignoran completamente imbuidos de la doctrina aznarista de que el nacionalismo es una fuerza reaccionaria y no progresista. En fin, valgan estos párrafos para informar a esta gente de por qué tantos demócratas de España estamos apoyando a Catalunya en su deriva radicalmente republicana y democrática. Cada fragmento va seguido del enlace al texto del que procede.

Permítaseme encabezar esta entrada recopilatoria con un texto que me envió por Whatsapp mi amigo Txema Sánchez:
Por qué no entiendo a los q hoy en Andalucía no apoyan como suya a la República Catalana y a su independentismo rupturista con esta Rancia ya España

Txema Sanchez

Sentimos llegar la hora suprema en que habrá que consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España (...). Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros (...). Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad, que dicen nacional.

Manifiesto de Córdoba
1 de enero de 1919

Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano. Creo que, por el nacimiento, la naturaleza señala a los soldados de la Vida el lugar en donde han de luchar por ella. Yo quiero trabajar por la Causa del espíritu en Andalucía porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta Causa con igual fervor.

Blas Infante.



Aquí, ya tomo yo la palabra.


Nacionalismo y democracia.

✊ Si me piden nombres de grandes líderes nacionalistas del Siglo XIX, me quedo con Bolívar y Martí. Si del XX, con Zapata, Gandhi o Mandela. El núcleo duro de la ideología del PP es el hispanofascismo. Muchos supuestos izquierdistas de los territorios monolingües del Estado Español han caído en la trampa levantada en los 90 por el aznarismo y perpetuada por el rajoyismo de que toda reivindicación nacionalista es negativa y violenta. No paran de repetir que cuánta corrupción y cuánto recorte pero en cuanto Rajoy los manda cuadrarse por la unidad de la patria española se ponen firmes. Y cuando se ponen a defender al PP contra Catalunya ves las tremendas lagunas culturales que tienen debido, supongo, a la pésima educación recibida de los planes del PP en España, no contrapesada por una contracultura basada en el bilingüismo. 

    En el País Valenciano, la mentira pepera duró lo que la mentira del desarrollismo neoliberal. Veinticinco años horribles. Si cuando se acabó el pan y el circo se acabó la fiesta es porque teníamos una identidad nacional con la que resistir, por muy mermada que la hubiera dejado el hispanofascismo del PP. En la Comunidad de Madrid (no en la ciudad, evidentemente, porque buena parte de la burguesía madrileña reside fuera del municipio, cosa de la burbuja) o en Castilla y León, no. 


    En fin, para estos españolistas de la pseudo-izquierda monolingüe no hay diferencia entre el nazifascismo que asola Europa, xenófobo, homófobo y sexista que busca reforzar las fronteras y los Estados contra la emigración y los refugiados -y cuyos intereses defiende perfectamente el PP en las instituciones- y los nacionalismos como el catalán, el vasco (tras la derrota de ETA), el escocés, el irlandés (de Eire) o el flamenco, que buscan todo lo contrario: sacar a sus pueblos de la opresión de esos Estados. Mandela construyó una nación a partir de un montón de tribus para empoderarlas frente al racismo colonial. Gandhi se inventó una nación y un Estado donde sólo había un montón de territorios heterogéneos desde el punto de vista étnico, lingüístico y religioso, como modo de luchar contra el colonialismo británico. La idea de nación le sirvió para empoderar a toda esa masa poblacional y convertirla en un pueblo capaz de luchar contra esa opresión. Y le costó la vida: un hindú de extrema derecha, que ponía a la religión por delante de la nación, lo asesinó porque le parecía demasiado tolerante con los musulmanes. ¿No os parece esto familiar, visto el rebrote fascista que se manifestó hace unos días primero en Barcelona y luego en Valencia gracias al PP y sus televisiones y a los grupos de prensa de Madrid que están atacando al pueblo catalán sistemáticamente en nombre de una supuesta población (cáptese el matiz de diferencia entre ambos sustantivos) catalano-española que estaría viendo conculcados sus derechos?


    Me está tocando una defensa del nacionalismo y del independentismo catalán que ni me hubiera imaginado tener que hacer en mi vida. Sobre todo, porque por más cercano que me sienta, va y resulta que es que no soy catalán. Pero no queda otro remedio, dadas las circunstancias de aprovechamiento de las corrientes hispanofascistas por parte del PP y Cs para perpetuar sus políticas devastadoras ultraliberales con el conformismo de amplias capas de la población española. Qué le voy a hacer si nací en el Mediterráneo, aunque el autor de la canción haya sucumbido también al síndrome de Estocolmo de los secuestrados por el españolismo de extema derecha. Visto lo visto el soberanismo catalán (que no es lo mismo que el independentismo, digan lo que digan) es una de las pocas ocasiones que va a haber a escala planetaria de que se encuentren Laclau y Negri. Quien no quiera siquiera contemplar esa posibildiad (hipótesis) lo hace por dogmatismo o fanatismo. No veo otra explicación.


   Hitler, Musolini y Franco nunca fueron independentistas sino fascistas. Defendían un Estado de sus supuestos enemigos con el uso de la demagogia, el totalitarismo, la propaganda falsificadora, la masacre, la intoxicación, el silenciamiento de la razón y la calumnia. ¿Cómo van el PP y Cs a condenar el franquismo, hombre? Inopinadamente, defender el nacionalismo democrático de los pueblos sin Estado se ha convertido en la forma más urgente de defender la democracia en España. Cuando Simone de Beauvoir dijo aquello de “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, igual estaba pensando en los catalanófobos españoles. 
El nacionalismo es un derecho, nos pongamos como nos pongamos. Todo pueblo sometido tiene derecho a imaginarse nación y buscar la autodeterminación como forma de emancipación. Para la izquierda el punto 0 de neutralidad no está en la aceptación consensuada del derecho de conquista, sino en el establecimiento de una reciprocidad pactada. Donde los periféricos no sean los únicos bilingües, por ejemplo, porque tienen obligación de aprender su lengua y la de los conquistadores a los que el consenso ha ratificado en sus derechos de fuerza ocupante, para que puedan ir por todo el territorio espetando “estamos en España y te exijo que me hables en español” “Ja ho faig, -podrien trobar-se com a resposta-, totes llengües romàniques de la Península Ibérica, en són” No estaría mal comenzar, pues, por el aprendizaje (alguna) de (las) otras lenguas oficiales por los castellano-parlantes. La inmersión lingüística en los territorios bilingües no tiene otra finalidad que los monolingües puedan entenderse con sus nuevos vecinos en sus tierras de acogida desde un lugar distinto de la prepotencia conquistadora, que no es sino el semblante belicoso de su profunda angustia al sentir que su lengua no es ya la lengua del amo.
 http://valencianoticias.com/hasta-aqui-sobre-la-peculiar-logica-de-los-limites-que-impera-en-la-politica-espanola/
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Nacionalismo y antifascismo.

 ✊Un cargo de Podemos en Canarias comparte la viñeta de El Roto de hoy y acusa al catalanismo de ser un (sic) "nacionalismo insolidario y contrarrevolucionario de raíz germánica". Ante las protestas de algunas personas, les espeta que ver si leen un poquito más, es decir, los acusa de ignorantes. Esta ha sido mi bienintencionada respuesta:


A ver, te ruego que ya que señalas una falta de lecturas en los que estamos apoyando el derecho del pueblo catalán a decidir, pues nos ilustraras con algunas referencias. Decir que el nacionalismo catalán conecta con la tradición del Völkisch, y con Goethe o Fichte, me parece demasiado genérico, porque todos los nacionalismos europeos tienen esa misma raíz romántica, y sin esa lucha de las naciones europeas contra las monarquías imperiales, de Grecia a Francia, la democracia hubiera sido una quimera. Concretamente el nacionalismo catalán del siglo XX, proviene de la tradición escrupulosamente federalista y burguesa de un Cambó o un Pi i Margall. El federalismo burgués era más bien de orden pragmático: a la incipiente burguesía industrial catalana le era imposible avanzar en su programa de modernización con la corte borbónica madrileña, decadente y feudal, como un lastre inmovilizante. Partiendo de ahí, pero ya con todas las influencias del socialismo, el nacionalismo catalán de los años 20 y 30 opta por un progresismo republicano de izquierdas y anti-fascista a través de Esquerra Republicana de Catalunya, mientras este nacionalismo raíz germánica desembocaba en el nacionalsocialismo en Alemania. Son los nazis los que entregan a Lluís Companys a Franco, como sin duda sabrás, tras exiliarse, como pretende Rajoy que haga Bélgica, parece que, de momento, con menos éxito.

Sin embargo, el nacionalismo catalán moderno nace de la resistencia antifascista como se refundó también el vasco, el gallego y tomaron conciencia nacional otros territorios como el valenciano o el canario, con el MPAIAC a la cabeza, como bien sabes. Todos estos nuevos nacionalismos son de corte socialista y marxista y están emparentados sin duda con los movimientos de liberación latinoamericanos de los años 70, con el maoísmo o con el operaísmo italiano, jamás con los nacionalismos fascistas derrotados en la 2ª Guerra Mundial (todos menos el español). En Catalunya, fue el Psuc, obrero, marxista y catalanista, y directamente conectado al PCE y a CC.OO, quien lideró el proceso, mientras ERC dormía el sueño de los justos, del que fue despertada por Suárez y Pujol, trayendo a Tarradellas del exilio. En ese sentido, el nacionalismo burgués –el PNV y CIU- fue estrictamente autonomista, sin más. Si bien bajo la amenaza de ETA y de un secesionismo más abierto, Suárez claudicó concediéndole a Euskadi los derechos que le había arrebatado la Guerra de Sucesión, aceptando el concierto económico. Evidentemente, ello ni planteó para reparar todos los perjuicios que habían significado los Decretos de Nueva Planta para el Antiguo Reino de Valencia ni para el Principado de Catalunya, entre otras cosas porque su peso en el PIB español no era comparable al de Euskadi.

En los 80 y parte de los 90, ya sabemos cómo fue la cosa: nacionalismo burgués en Catalunya y peperismo irrevocable en la CV, como en Galicia, mientras que en los territorios monolingües la reivindicación territorial, también presente en el antifranquismo (andalucismo, el propio nacionalismo canario, o el aragonesismo) prácticamente desaparecían, con algún leve repunte como la Chunta de Labordeta. Pero tras la llegada del tripartito, la promulgación de un nuevo Estatut, su aprobación en un referéndum perfectamente legal y, pese a ello, su sustancial recorte por el Tribunal Constitucional a instancias del PP, en Catalunya surge un nuevo nacionalismo de corte moderno, que entronca con el de los 60 y 70 y que tiene sus síntomas en el crecimiento de ERC y sobre todo en el nacimiento de las CUP, con un componente anti-capitalista esencial. Se dan entonces el nombre de soberanistas, frente al neoliberalismo aznarista que demonizó a los nacionalistas con el único fin de restarle apoyos a la izquierda. Fueron Aznar y Mayor Oreja sus principales ideólogos, mientras llamaban nazi a Sadam Hussein a la par que sumaron a España a la nueva estrategia imperialista de los USA, o cedían la soberanía española a la multinacionales a través de los Tratados Europeos.

Este soberanismo y reclamación del derecho a la autodeterminación –a no confundir con el independentismo- no hace más que crecer con la crisis y el 15M y a él se suman CSQP y els Comuns, como supongo que sabrás si, como yo, estás en la órbita de Podemos. Al verlo, me ha extrañado mucho que defendieras posturas que en las zonas bilingües del Estado Español defienden exclusivamente PP y Cs, a los que se suma el ala más derechista del Psoe en los territorios monolingües, como Andalucía y CLM.

En fin, pues eso, que quedo a la espera de esas referencias bibliográficas que nos reprochas que no conocemos.

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El régimen del 78.
 

✊Pongo, pues, mis cartas sobre el tapete. Yo recuerdo las cosas de esta manera: El régimen del 78 fue un pacto -¿componenda suena muy fuerte?- entre las cúpulas de los dos bandos de la Guerra Civil al margen de la sociedad española. De hecho, los representantes oficiales de ese exilio -titulares y dirigentes de partidos refugiados fuera de España, en absoluto hablo, faltaba más, de los muchísimos exiliados de a pie- fueron claramente utilizados no sólo para legitimar el proceso, sino para domesticarlo frente a una posible insurgencia interior mucho más difícil de controlar. 
 
Esto dista bastante de ambas versiones oficiales, así que voy a intentar dar algunos datos y razones en los que se fundamenta mi percepción de los hechos de aquella época. Desde el lado del falangismo y el fascismo, es de sobras conocido cómo se fueron recolocando sus activos para el nuevo panorama político electoral. Gente joven del régimen se arremolinó alrededor de Adolfo Suárez y acabaron formando Unión de Centro Democrático. Otros, lo hicieron alrededor del ex-ministro de Franco, y de Arias Navarro, Manuel Fraga y formaron Alianza Popular. Tras el período, UCD se hundió y el gran partido de los que provenían del franquismo fue AP, que se refundó en el PP. Hoy se puede contemplar de muchas maneras y recriminar a alguna de esta figuras su origen franquista todo lo que se quiera, pero comparado con las transiciones del Este de Europa desde el "socialismo real" hacia el capitalismo, parece un proceso bastante transparente. En todo caso, fue una metamorfosis reformista, ad hoc y no creo que merezca más comentario.
 
Bastante más oscuro, a lo que veo, para las generaciones que no lo vivieron, es el proceso de la izquierda antifranquista, que hoy se vende como mucho más transparente. Pero los que vivimos la época y pululamos por ella, no deberíamos de dejar de sorprendernos de que, frente a la sopa de letras que conocimos de partidos de izquierda revolucionaria que habían traído a España las corrientes del marxismo que estaban operando desde Asia hasta el mayo francés -y por supuesto, en Latinoamérica- tras la transición del franquismo, sólo hayan quedado el PCE (semidiluido en IU) y el PSOE (completamente diluido en sí mismo). Ya, ya, la historia nos la han contado y queda de lo más aparente: eran unos locos sin sentido alguno de la realidad y acabaron haciéndose el haraquiri. Ahora bien, esos partidos y otra parte del tejido ciudadano clandestino -se supone que eran minoritarios, pero no hay forma cierta de saberlo sin encuestas ni estadísticas- también trajeron un forma de articular, por ejemplo, las demandas nacionales de las naciones sin Estado dentro del español, que en ningún modo habían sabido articular con el marxismo las fuerzas que constituyeron el Frente Popular durante la República, incluida ERC. Qué casualidad también, que después de todo este trabajo de conceptualización que había llevado a cabo la izquierda en la clandestinidad, en los dos territorios más combativos en este sentido del Estado hayan gobernado partidos "nacionalistas de derechas" (se permitieron tripartitos de izquierdas, sólo con el PP en el poder central), y que el único nacionalismo independentista socialmente presente y que no reconocía la legitimidad democrática del 78 -véanse las declaraciones de Pablo Iglesias en el vídeo que he vinculado más arriba- tuviera su posible legitimidad discursiva atrapada en las maraña del terrorismo.
 
Bien, toda esa sopa de letras (MC, ORT, PCE-ML, OIC, OCE, PTE, LC, LCR, etc.) que acontecía España como en Europa y en otras partes del mundo, estaba, con todos sus sectarismos y contradicciones, realizando un trabajo de articulación de nacionalismos, feminismos, y otras muchas reivindicaciones sectoriales con el marxismo. E intentando articular entre ellos pactos, alianzas y convergencias ideológicas mientras trabajaban con denuedo leninista en el frente sindical, vecinal, obrero, etc. Junto a todos ellos estaba y sobresalía por su base militante, por supuesto, el PCE y su rama sindical, CC.OO. El PCE fue sin duda la fuerza más numerosa y más activa y que más contribuyó a la caída del franquismo desde el interior. A cambio, y era la principal acusación de los partidos "a su izquierda", abrió su militancia de tal modo que su ideología estaba cada vez menos clara, diluyéndose en un genérico democraticismo antifascista. Por su parte, su líder en el exilio, Santiago Carrillo, estaba pergeñando con otros líderes comunistas occidentales, una línea abundantemente acusada de revisionista que acabó conociéndose como eurocomunismo.
 
Como hemos visto, todos estos partidos fueron desapareciendo hasta principios de los 80, diluyéndose en pequeñas coaliciones autonómicas. Hoy, pasa porque tuvieron una importancia puramente decorativa, pero sólo un apunte, que todo el mundo parece empeñado en olvidar: un partido como la UCE (Unificación Comunista de España), con el que tuve varias trifulcas personales en los 80 por su dogmatismo, fue el máximo responsable de mantener encendida la llama anti-OTAN, con actos continuos y una titánica campaña de recogida de firmas (no había change.org, ni Avaaz, ni nada parecido en la época, y eso se hacía a pie de calle con frío o con calor) que obligó a Felipe González a convocar el referéndum prometido, cuando él estaba más interesado en que el pueblo español olvidara su promesa, disuelta en su carisma.
 
Evidentemente, fue el Psoe el que recogió el fruto de este trabajo en forma de votos durante casi década y media mientras que el PCE, tras una larga travesía del desierto, pudo salir a flote formando IU, la tercera fuerza política de España, con otros pequeños partidos, la mayoría provenientes del descontento de sectores de izquierdas socialistas con la deriva derechista del felipismo. El caso es que al final sólo quedan, es importante recalcarlo, los partidos que provenían de la República PSOE y PCE (en IU), es decir, lo que sería homologable con la Unión Eurpoea, sentando las bases de lo que hoy llamamos bipartidismo (o "casta") junto con el partido de los provenientes del franquismo y los nacionalismos legitimados por la República (prueba evidente, es el poco rastro que queda de un nacionalismo valenciano, mucho más presente hace 30 años, pero no con pedigree "pre-anti-franquista"). Los militantes de esas formaciones quedaron en el ostracismo electoral y parlamentario y se decidieron por otros movimientos sociales. Algunos acabaron entrando con los años en IU, y los más espabilados se incrustaron en el PSOE y lo consagraron como el partido de los yuppies en los 80: ya que hemos de aceptar las reglas de juego, vamos a sacar partido de ellas. Todo ello, conforma las dos grandes comunidades de goce de la política española desde la transición hasta hace muy poco.
 
¿Pero cómo se llegó a esta situación de domesticación de la insurgencia social a través del enfrentamiento consensuado? El franquismo reformista lo tuvo claro desde el primer momento. Nada de intentar enfrentar la conflictividad social directamente. Necesitaban interlocutores con los que pactar una salida airosa y fueron a buscarlos al exilio institucional republicano, puenteando completamente a la oposición interna con el consentimiento de éste. La operación no fue casual ni banal. Santiago Carrillo estaba en París, sí. Y se puede decir que la plana mayor del Psoe estaba en Sevilla. Pero esto no es exacto. Si Felipe fue interlocutor válido para Suárez era porque había sido legitimado en Suresnes. Tierno intentó formar un Partido Socialista del Interior, viendo lo alejados de la realidad española que estaban los dirigentes del Psoe en el exilio, y llegó a formar un Partido Socialista Popular, con el que se presentó a las elecciones. Pero no fue nunca tomado en serio -es un decir- hasta que lo disolvió y se integró en el Psoe. 
 
Podemos decir que, si bien, el PNV tenía tradición republicana, CiU había nacido en el seno del antifranquismo interior. Pero baste recordar que igual que se permitió entrar a Carrillo con su peluca, Suárez casi fue personalmente a bucar a Tarradellas a su casa francesa y bien que se escenificó, por encima de ERC, el traspaso de la herencia legítima de la Generalitat republicana a Jordi Pujol. Sabían que así se domesticaba a la gran mayoría de la oposición interior, al independentismo, a las fuerzas marxistas revolucionarias, al clamor popular. Fue una inteligente operación consistente en convertir los antagonismos en demandas "democráticas" (uso la terminología de Laclau ahora) que el Estado heredero de Franco podía satisfacer, disfrazándose para ello, con la doctrina eurocomunista de la reconciliación, como heredero también de la legitimidad republicana. No quedaba, quisieron transmitir, nada más que hacer. 
 
Creo que conviene recordar estas cosas, a día de hoy. Desde la izquierda dogmática  se está acusando a Podemos de ser el nuevo Psoe. Desde mi recuerdo adolescente, a mí me evoca mucho más el PCE del tardofranquismo y de la Transición. Un partido con cierta apariencia de cajón de sastre, pero que fue capaz de aunar magníficamente muchas voluntades de cambio. El proceso de "masas" (uso un término de la época) fue al fin coagulado, redirigido, porque sus máximos dirigentes fueron atrapados en la maraña parlamentaria y mediática y, queriéndolo o no, monopolizaron, recondujeron y después acallaron la voz popular. La organización lo pagó con sangre y fueron años duros hasta reconstituirse a través de su articulación en Izquierda Unida. Una sana desconfianza hacia los representantes mediáticos y parlamentarios, una vigilancia constante y una coordinación entre las voces populares y las de los portavoces en instituciones es imprescindible en ese sentido. A ver si no nos pasa lo mismo otra vez. Vayamos tejiendo otro tejido.
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Habría que irse hasta la misma Transición para refutar a la segunda Escuela de Frankfurt y afirmar que en todo consenso anida un profundo poso de irracionalidad, porque ceder a las pretensiones del otro siempre implica ser tolerante con sus demonios familiares. De tal modo, la Transición hubo de lidiar con todos los traumas del pueblo español, cristalizados en los tabúes del franquismo. El primero, por supuesto, era el pánico a la guerra y el caos, inminencia reiterada por el dictador para cuando él faltara. De ese miedo cerval se liberó España con el 23F y con los sucesivos gobiernos del PSOE. Quedó claro que las instituciones internacionales (UE, OTAN, etc.) no iban a permitir ningún cambio drástico en España que pudiera acabar en una tragedia colectiva.

El siguiente tabú, claro, era el católico. Si en las legislaturas de Zapatero, el gran caballo de batalla de la derecha fue la AVT, los que tengan más edad recordarán que con Felipe González era la CONCAPA (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos), la que se oponía a los avances de la educación pública y a cualquier atisbo de laicismo y democratización de la enseñanza privada o concertada. Pues bien, Gallardón fue el último encargado de experimentar  hasta dónde llegaba este tabú y si aún podía usarse como tal en la contienda política y pagó con su carrera el intento de aprobar una ley del aborto híper-reaccionaria e híper-restrictiva. Eso, más Rajoy acudiendo como invitado a la boda de Maroto, dieron por finiquitado el tabú porque se mostró que, como tal, ya no era efectivo aunque pudiera seguir utilizándose como arma política bajo otros semblantes.


 De tal modo, que el único tabú que queda -todo lo debilitado que se quiera, pero aún un gran instrumento contra el progreso y la radicalización democrática- es el de la unidad de España. Los otros pueden ser armas de la derecha, pero ya no son tabúes, ya no dan un miedo supersticioso y, por lo tanto, su capacidad de atrapar subjetividades en un consenso dogmático e inapelable es menor. Veamos. La exigencia de un estatuto de autonomía fue irrenunciable para la resistencia antifranquista en todos los territorios con una identidad específica distinta del castellanismo monolingüe. De hecho, este nacionalismo y la reivindicación de la oficialidad de las lenguas propias fue un caballo de batalla esencial en la lucha antifranquista. Y además fue algo que nació de la tierra, de la oposición interior y no del exilio republicano, al menos de una forma generalizada, esto es, en territorios distintos del País Vasco y Catalunya que ya habían presentado sus prerrogativas en la Segunda República. De hecho, las reivindicaciones territoriales fueron, curiosamente, las que unieron a la oposición antifranquista española. Y esto es indudable pese a que algún ideólogo de Podemos se haya referido a ellas recientemente, con todo el desprecio, como nacionalismos postmodernos, porque no avienen a su idea del pueblo español unificado, que parece ser posposmoderna.

Ante esta demanda de autonomía y descentralización, la respuesta del restauracionismo borbónico ya sabemos cuál fue: café para todos. Se trataba de desactivar las reivindicaciones más específicamente populare insertándolas en un marco homogeneizador donde las diferencias dejaran de ser nacionales y pasaran a ser puramente administrativas. Y es ahí donde nace esa figura cuasi folclórica propia de ese ese Estado de las Autonomías: los barones territoriales de los dos partidos mayoritarios de implantación estatal. Es una herramienta esencial del sistema para neutralizar a las llamadas “nacionalidades históricas”, donde el nacionalismo populista burgués gobierna, pero a su vez el sentimiento identitario es transversal, adquiriendo diversas tonalidades según se vaya más a la derecha o más a la izquierda. Así ha sido desde hace cuarenta años en Catalunya y en Euskadi.
Los barones se convirtieron, pues, en la forma de controlar ese Estado, insuflando en sus territorios una especie de igualitarismo constitucionalista, vertebrando España en torno al pánico a las reivindicaciones de las nacionalidades históricas y consolidando el tabú de la unidad de España como una superstición irrebasable. Tan significativo es que Rafael Escuredo amenazara poco menos que con inmolarse para que Andalucía fuera una autonomía de primera como Catalunya, Galicia y Euskadi, como que Joan Lerma cediera con nula resistencia a que el País Valencià lo fuera de segunda. Era una fórmula homogeneizadora necesaria para constituir un falso antagonismo sobre la fórmula del patriotismo constitucional.
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✊Algunos parecen no haberse enterado que en buena parte de la península se habla su lengua porque fue impuesta a sangre, fuego y patíbulo. Y que la gente habla su propia lengua, no para molestarles, sino porque es la suya. Insisto, este españolismo, especialmente naturalizado y enraizado en la cutre chulería prepotente del paleto capitalino, es el peor obstáculo para que España deje de ser un agujero negro de la democracia. No me preocupa que lo lea la persona que puso el comentario, porque, claro, al ver la primera línea en valenciano, no va a seguir leyendo porque no lo va a entender.
 
En estos casos, siempre me viene aquello de mi adorado Muhammad Ali cuando no quiso ir a la guerra de Vietnam: "A mí ningún Vietcong me ha llamado sucio negro" Luego se extrañan de que Catalunya quiera independizarse. Lo que a mí me parece raro es que no queramos irnos todos los demás. Estoy muy harto de ser racional y ponderado con estas actitudes fascistas. Es como si a un negro o a un gitano o a un judío o a un indígena americano se le dijera "no ve usted que no ser blanco cuando hay un blanco en la reunión es de mala educación". Claro que es una barbaridad, pero contesta a otra barbaridad que ellos hacen pasar por "sentido común". Hacer pasar por sentido común y "buen pensamiento" sus atrocidades es la estrategia típica de cualquier fascismo.

No podrá haber un proceso constituyente en el Estado Español sin cuestionar radicalmente el estatuto de Madrid en la articulación del Estado. Uno de los grandísimos lastres que arrastra la del 78 -tanto como el haberle dado al ejército el papel de garante de la unidad de la patria- es haber constituido a Madrid como capital de España y como Comunidad Autónoma, a la vez. Esto ha sido una fuente enorme de disimetría y subordinación política, económica y cultural del resto de España. Ocho apellidos vascos puede ser una peliculilla más o menos intrascendente. Pero al menos tiene un valor: muestra que una vasca y un andaluz pueden entenderse y amarse siempre que Madrid no se meta por el medio. Ya sé que Martínez Lázaro es madrileño. Pero no he dicho "un madrileño", he dicho Madrid. 

Aznar como precursor del antinacionalismo neoliberal.


✊Tengo que encontrar tiempo, porque le estoy dedicando al Procés casi tanto como Puigdemont. Desde luego mucho más que Rajoy y su secretario Felipe. Pero hay que poner negro sobre blanco algo que para mí es más que evidente, pero me doy cuenta que no para todo el mundo. La España del españolismo neoliberal, que pretende vendérsenos como el Estado más antiguo de Europa, no es un Estado sino una ideología muy concreta, que no tiene más de 20 años y que tuvo un inventor muy identificable y datable: José María Aznar. Que contó. eso sí, con dos compinches de lujo reclutados entre el más burdo paletismo peninsular: José Bono y Juan Carlos Rodríiguez Ibarra. Es un centralismo menos jacobino que eichmanniano, banal y maligno. Pero disfrazado de una frialdad falsamente racional, casi cibernética, diría yo, que acabó haciendo pasar a las dos regiones más subdesarrolladas y sometidas al imperio de sus oligarquías, y con menor PIB, como La Mancha y Extremadura, como adalides del racionalismo constitucional y prensentando a los dos territorios más desarrollados y donde la modernidad más había avanzado del Estado Español, Catalunya y Euskadi, como presas de un provincianismo folclórico y supersticioso.
 

Fue una estrategia ideológica implementada contra Ibarretxe y contra el tripartito de Maragall y Carod. En Euskadi, funcionó en cierta medida porque ETA fue siempre, aunque el PNV intentara que no, el tendón de Aquiles del nacionalismo vasco. En Catalunya, sin embargo, el nacionalismo cobró un auge inédito como reacción contra la tremenda ofensiva centralista del aznarismo y el rajoyismo, secundados también por la población más paleta de Madrid o la Comunidad Valenciana.
 

  Este españolismo forense, frío y eichmanniano no tiene nada que ver con una cierta cultura de la tolerancia por la diferencia que se había establecido en España desde mediados de los 70 hasta mediados de los 90, no exenta de tensiones, claro, pero sí mucho menos virulenta que la España que diseñó Aznar con la ayuda no precisamene de lo más granado de la clase intelectual catalana y vasca (Sabater, Azúa, Boadella, Juaristi…) y reforzada a su vez por dos figuras políticas totalmente despreciadas en sus territorios de origen, como Rosa Díez y Albert Rivera, considerados como simples trepas con ambiciones en la Villa y Corte por sus conciudadanos vascos y catalanes y que decidieron poner a sus países a los pies del neoliberalismo nacional-aznarista sin el más mínimo escrúpulo, creando dos partidos cuyo único ítem programático era el centralismo más salvaje, por ellos denominado antinacionalismo.
  

 Esta deriva hay que contarla porque, en trato continuo con gente muy joven, veo que no tienen de idea de ella y pueden acabar creyendo que Rajoy es presidente del gobierno (prácticamente, jefe del Estado in pectore) por designación directa de los Reyes Católicos tras derrocar al Boabdil. Vamos, falta medio telediario para que la ilustre falsificadora de la historia, la Sra. Sáenz de (la Pinta, la Niña y la) Santamaría lo sancione así en Televisión (muy y mucho) Española.
(Para entender esto último, dejo enlace)


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✊Si nos fijamos, la unidad de España y las acusaciones de corrupción al contrario son los dos argumentos electorales por excelencia en este país (y en sus países), tanto en una dirección como en otra. El soberanismo y la corrupción son los grandes anclajes sintomáticos, patho-lógicos, en la política española, por eso uno actúa como antídoto del otro. Lo mismo que pasa con el PP en España, pasa con CiU en Catalunya: el nacionalismo, el soberanismo, ha sido un perfecto antídoto contra cualquier repercusión electoral de los problemas de corrupción. La correlación parece más que evidente. De ahí, que las CUP, anticapitalistas e independentistas, se las hayan tenido tiesas con este agujero paradójico en el trasvase entre moral y política. A su vez, el regionalismo españolista ha sido la causa de la ceguera de los valencianos ante la corrupción (“són els nostres”) con la increíblemente efectiva amenaza del catalanismo de la izquierda como miserable como coartada. Así, que el nacionalismo progresista, tras mucho sufrir aprendió la lección: Compromís ha conseguido crecer atacando a la corrupción y pasando a segundo plano su modelo nacional y territorial. La correlación entre ambos ítems me parece más que evidente.

Ciertamente, quien ha fomentado el soberanismo como falacia política ha sido el PP. Atacando a Catalunya, mucho más odiada por los monolingües que el País Vasco, por ejemplo. “Al vasco se le teme, al catalán se le odia”. Al valenciano y al gallego y se les desprecia, añado. Así, jugando con la cuestión del goce y el narcisismo de las pequeñas diferencias, ha conseguido que la izquierda encalle en esa línea roja. En un planteamiento marxista clásico diríamos que ha ganado una partida muy relevante en el juego de la lucha de clases, que ha dado un jaque de muy difícil salida. La cúpula de Podemos se ha dado cuenta de ello y está haciendo malabares en los territorios no monolingües del Estado. En política esto es curioso porque, a nivel de Estado, tanto el planteamiento de clase como el planteamiento hegemónico han quedado reputados pura ideología comunicativa. No tocan lo real del goce, no tocan lo inconsciente (que es lo verdaderamente operativo, lo que tiene consecuencias) de la política.

La gran conquista del neoliberalismo consensual-constitucionalista español ha sido marcar como nacionalistas y soberanistas desafiantes a los que reivindican su diferencia y desmarcar su prepotencia, conquistadora y homogeneizadora, de esa categoría. El neoliberalismo es especialista en estas cosas. Pensemos cómo el imperialismo occidental es hecho pasar por neutra democracia formal, frente a todo populismo, incluido el islamista, no connivente con los intereses imperiales de Estados Unidos y de Europa… Así, el PP y luego C’s han conseguido marcar como nacionalistas a todos los demás y llaman a lo suyo “constitucionalismo” Y el PSOE, en buena medida se ha dejado pinzar en el asunto, olvidando su pasado federalista (y republicano) y transigiendo de mil amores con el régimen monárquico y autonómico.

De este modo, el nacionalismo español ha mantenido a todas las comunidades monolingües periféricas en el anclaje del subdesarrollo y el folclorismo. El lenguaje periodístico las ha designado como “baronías territoriales” y de ellas se encargó el bipartidismo. Los monolingües periféricos (Castillas, Andalucía, Aragón, Asturias, Extremadura, etc.) se han considerado defensores por antonomasia de la unidad de España, odiando a Catalunya por insolidaria. En los otros territorios, sin embargo, el bilingüismo ha servido al menos como barrera de defensa. Hasta el un País tan dividido como el Valenciano, en el que viven enfrentados dos modelos de identidad territorial. La cúpula de Podemos vio, como ya advertimos hace un año, que la posición valenciana, lejos de ser irrelevante, era un magnífico termómetro de lo que pasaba en todo el Estado. Y el incipiente giro copernicano que estamos viviendo en Valencia puede ser síntoma de un cambio general de ciclo, como no lo ha habido, en lo electoral, desde hace casi 30 años. Por eso, entendí perfectamente que Errejón hablara de “valencianizar” España. Al fin y al cabo, como estudioso del caso boliviano que es, sabe cómo un proceso de descentralización plurinacional puede implicar y encauzar un giro hegemónico. Lo que parece que no han anotado de momento, dada su fe inquebrantable en los Media y en la “claridad”, es que este viraje valenciano se produjo justo cuando la mediación difusiva desapareció, con el cierre de RTVV …

El nacionalismo español, bendecido por la Iglesia Católica, fue pues el gran pilar en el que se sustentaba el franquismo. Por eso la izquierda antifranquista simpatizó inmediatamente con los nacionalismos periféricos. Y, por eso, se considera como uno de los grandes hitos de la transición aquel famoso concierto de Raimon en Madrid. El PSOE consolidó su hegemonía electoral de los 80, sin embargo, capitalizando un voto no nacionalista periférico (Andalucía, Asturias, Extremadura, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, y como segunda fuerza en el Euskadi y Catalunya…), que constituyó el gran anclaje social de la monarquía. Y CiU y PNV (recuerden a Rosa Díez como consejera vasca), con los que el PSOE se ha entendido de maravilla muchos años, configuraron a su vez un nacionalismo no de izquierdas, es decir, tolerante con esa misma monarquía.
En ese sentido podríamos hablar de España como sinthome. Esta es una vieja grafía francesa que a Jacques Lacan le sirvió en la última época de su Enseñanza para subsumir en una categoría común dos de las dimensiones esenciales de su clínica, el síntoma del que padece el sujeto y cuyo desciframiento se convierte en un imperativo en el análisis (“Wo Es war, soll Ich werden”) y el fantasma que es el filtro a través del cual el sujeto contempla e interpreta la realidad. Es, por lo tanto, un núcleo, un anudamiento, de goce (en el sentido del “más allá del principio del placer” freudiano) que produce la alucinación de un sentido universal. Lo imaginario de ese sentido sumerge totalmente a la verdad en la forma de la violencia. Que este imaginario modulante y filtrante es de aplicación inmediata lo demuestra el caso de los Titiriteros, cuyo único interés radica en atacar al ayuntamiento de Madrid. Y que gente muy inestable psíquicamente y con una moral resistente a toda empatía, empeñada en negarle al otro todo derecho, haya sacado a ETA y al terrorismo del armario como arma peri-electoral. Como decía el psicoanalista Jacques-Alain Miller, “Desde luego, el esplendor del canalla y su brillo maléfico provienen de no aceptar ni al Otro con mayúsculas, que no es más que una ficción, ni a los otros, que no valen nada”. Eres nacionalista, eres violento, nuestros muertos son los buenos muertos (las víctimas) los tuyos están bien en las cunETAs. Perdón, por esta muestra de humor más dudoso que negro, pero si las redes se están llenando de memes con estas tres letras, que la derecha tiene interés en ver por todas partes, no es por casualidad. La frialdad neoliberal y el nacionalismo burocrático que ahora adopta el PP (y Ciudadanos, su filial) radica precisamente en este intentar vendernos su idea de España como neutra y natural, y acusar de deseos de matar a todos los que la cuestionan. ETA es el Id de la España neoliberal, el significante con el que gestionan su angustia y su culpa, y se resisten con uñas y dientes a dejarla ser Historia.

El caso es que todo ello desemboca en una noción jurídica e histórica radicalmente falsa. Porque la historia del soberanismo españolista, forjado en el derecho de ocupación y conquista, no se enseña en las escuelas españolas. De ahí, que a cuenta del proceso de investidura catalán haya sido tan difícil para la izquierda española y muchos de sus intelectuales entender qué estaba pasando y hayan acusado a las CUP, pilladas en ese impás paradójico entre el soberanismo español y el catalán, y acusándolas de ser traidoras a un pueblo (¿a cuál?) y a una clase, por haber tenido que negociar la antinomia entre el anticapitalismo y el independentismo. Cuando desde la periferia se les ha venido a decir que no estaban muy legitimados ni suficientemente informados para juzgar a las CUP, precisamente porque su versión de la Historia Oficial, desde la dialéctica de lo español y de lo universal (de Madrid al cielo, claro) no les capacitaba para ello, respondían con ese refinamiento españolista que es el cosmopolitismo madrileño, diciendo que ellos eran de Madrid pero que podrían ser de cualquier parte. Es decir, el mismo argumento neoliberal de neutralidad ideológica del centralismo, se esgrima en Madrid, en Berlín, o en Washington. Ellos defienden valores universales, los demás son supersticiosos localistas. En lenguaje ciudadanita, aldeanos.

Miren, España no fue un producto de la Reconquista, versión que impuso la Historia Oficial del centralismo. Español es una palabra francesa que designaba a los habitantes de la Península Ibérica, súbditos de los reinos cristianos del norte, en la medida que iban expandiéndose hacia el sur y empujando a los árabes. La Reconquista, pues, propició un Estado Federal. La España centralista es un efecto del Despotismo Ilustrado europeo, del racionalismo sanguinario de la Ilustración Europea no democrática. Los borbones vinieron a España a destruir el último Estado Feudal de Europa para prepararle el terreno al jacobinismo liberal y consumar aquí la transición el Estado Imperial al Estado liberal colonial. Y, precisamente, los primeros en ser colonizados y sometidos a un poder central de una forma violenta y avasalladora, ilegalizando sus lenguas y fueros, resultaron ser los reinos que conformaban la España de los Austrias. Esta España colonizada, coincide pues con el proceso de Universalización del Estado que consumó el capitalismo hegemónico en el siglo XIX, extendiéndolo a toda Europa y América. Y en el siglo XX, por vía neo-colonial capitalista, al resto del planeta. Todo el siglo XIX español, con las Guerras Carlistas, puede ser leído como un cuestionamiento de ese centralismo.

El fascismo hispano, franquista, tiene pues, partiendo de ese tronco, un momento inaugural posterior, datable en la reacción nacionalista-fascista en los años 20 y 30. El nacionalismo español actual nace ahí, hijo del centralismo borbónico, y no cabe confundirlo con el patriotismo liberal que se opuso tanto a la invasión napoleónica como al absolutismo en el siglo anterior. Por eso, los dos pilares básicos del franquismo son el anticomunismo (anti-ateísmo) y el anti-separatismo, que vuelven como cualquier contenido reprimido ante la angustia de castración, que en este caso es la inminencia de la pérdida del gobierno central del Estado. Cuando están en mayoría, si nos fijamos, utilizan siempre la versión neoliberal-burocrática (formalista, legalista, constitucionalista, universalista) del soberanismo español, que consiste en la defensa de la indivisibilidad de la soberanía española. Una, grande, libre y burocráticamente legal. Por eso, Europa se convierte también en un artefacto arrojadizo entre los dos soberanismos, el catalán y el español. El soberanismo, corolario del patriotismo constitucional y sucedáneo del nacionalismo y del derecho unilateral de autodeterminación, es presa de sus presupuestos. Y la Unión Europea se desvela consecuente como un dispositivo burocrático cuyo fin último es la paralización de toda transformación social. Por eso, como el caso Tsipras muestra a las claras, el anti-cosmopolitismo populista carece de armas para enfrentarse a él.

Cabe, pues, otra lectura de la Unión Europea como dispositivo burocrático-capitalista. Nos cuentan nació para evitar otra guerra europea. Podemos pensarlo al revés: hicieron falta dos guerras europeas para poder imponer la burocracia estatal liberal incuestionada en Europa. Si eso es así, la necesidad de 40 años de fascismo en España se explica de una manera completamente distinta. Y, también se explica, que sus dos pilares básicos fueran centralistas: el nacionalismo español y el catolicismo, que es la religión más jerárquicamente y burocráticamente centralizada del planeta, como lo demuestra el que se haya avenido a conformarse a la forma legal del Estado (Vaticano). España habría podido ser una alternativa socialista viable al estalinismo, como Estado pluri-lingüístico y plurinacional. Y esa excepción, el orden mundial no se la podía permitir. Como no se pudo permitir todas las experiencias de socialismo transformador en América Latina en los años 70 y primera parte de los 80.

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  Si hay un elemento mitificable en la política española, ése es precisamente el consenso como fundamento del legalismo, y la unidad de la patria como su corolario. Precisamente, el consenso es tan apto como "mitema" en España porque nunca ha sido una nación unida, sino un territorio unificado por la fuerza escondiendo y sepultando cualquier desgarro, para que se infectara bajo la costra del acuerdo forzado. Lo único que añadiría, para los habitantes de la meseta ibérica y cercanos alrededores, es que ese forzamiento no data de 1939, sino del Reinado del antecesor de Felipe VI, su tocayo y antepasado Felipe V. Por ello, cualquier conflicto político y social en el Estado Español tiene una componente territorial inmediata. Y por eso toda la izquierda periférica, TODA, abrazó en mayor o menor medida las reivindicaciones nacionalistas en sus territorios en su época de clandestinidad bajo el franquismo. Cómo se use ese conflicto es la cuestión. Que se llegó a un consenso sobre él con el disimétrico Estado de las Autonomías es un cuento. Un mito en el mal sentido de la palabra: una regresión del logos como fuente discursiva de la verdad. Una España que no esté condenada al conflicto permanente y que no tenga al odio como nervadura principal deberá construirse sobre otras bases que el consenso entra las élites. Un pacto entre los pueblos, con urnas de por medio, no sería una mala solución. Pero los amigos del mito no suelen querer saber nada de esa razón. Por eso, el PP, con cualquier instrumento a su alcance y más allá de cualquier moral deliberativa, adora el terror como límite natural a la voluntad de los pueblos.


Sobre la izquierda neo-españolista (post-aznarista o rojigualda, si se prefiere).

✊¿Tan difícil es de entender que no hay izquierda española si no reconoce el derecho a la autodeterminación y, por lo tanto a la libre e igualitaria federación, de cada uno de sus pueblos en condiciones de total reciprocidad e igualdad, es decir, que la existencia de un Estado no equivale per se a ninguna ontología de base economicista ni a ninguna esencia de base identitaria? Durante el tardo franquismo y los primeros tiempos de la transición, es decir, cuando ser de izquierdas implicaba ser sin ambages antifascista, no había ninguna duda al respecto y por eso todos los partidos del País Valencià que se identificaran con la izquierda llevaban el PV en sus siglas, hasta el PSPV. Por hablar de lo mío, digo.
El otro día Monedero, un día sí y otro también, Garzón y con los hechos, Iglesias. ¿A ver si con lo de atado y bien atado Franco no se refería al PP, el bipartidismo y la monarquía, sino al españolismo paleomarxista y ontologicista de la izquierda institucionalizada centro-ibérica, que se está revelando como la máxima valedora del Estado franco-borbónico? Desgraciadamente para mí se están constituyendo en el principal enemigo de cualquier revolución democrática con el no "me toquen a mi binomio hispanobrero". De las consecuencias de ese someter a la clase obrera, como al pueblo, a su condición de Española, el Psoe es el mejor ejemplo. Del "no hay soberanía sino del pueblo español en su integridad", tan neoliberal, hemos pasado al "no hay clase obrera si no es española en su integridad tampoco", tan..... pues neoliberal también. A ver si Podemos no nació para empoderar al pueblo español, sino para mantener la unidad de la patria monárquica, que es el principal instrumento del capitalismo neoliberal en España. Ay, la hostia -o caramba, carambita, carambola, como se prefiera- qué cosas se me ocurren!!! 6 de noviembre.
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✊¿Os habéis dado cuenta -es que igual algunos no, por obvio que sea- de que para la derecha y la oligarquía, los nacionalismos periféricos son mucho más peligrosos que la izquierda? ¿Y de qué la izquierda monolingüe está como feliz y respirando aliviada por ello? ¿Les pasaría lo mismo a los socialdemócratas y comunistas alemanes en los años 20 y 30 cuando en el discurso de Hitler era preponderante el antisemitismo antes que la ofensiva antiobrera? No soy historiador y no tengo una opinión formada al respecto. ¿Nos pasará lo mismo que a los alemanes en los años 30, felices ante el oprobio a los judíos y las naciones periféricas por el nazismo y dejaremos que Rajoy y Rivera ganen las elecciones masivamente? Izquierda tibia ante la masacre de los pueblos y naciones, porque su negociado son los sindicatos, las instituciones y las fábricas (hoy, empresas, si se prefiiere), secularmente tan fáciles de ocupar por el fascismo.... Y los pueblos, la multitud, la gente, para ellos despreciable clase media (antes, pequeña burguesía). 
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  ✊Convertir a la clase obrera en bastión de la ofensiva contra un pueblo es tan pero tan miserable que va y El País te da una página para que lo digas. Tan miserable como bombardear una nación en el supuesto nombre de la democracia para apropiarte de sus pozos de petróleo. ¿Es tan difícil de entender que es el procedimiento que usaron el fascismo italiano, el nacional-socialismo, o el nacional-sindicalismo español, usar a la clase obrera para justificar una ofensiva imperial contra pueblos indefensos con el fin de mantener a esa clase proactiva, entusiásticamente, domininada? Nacional-sindicalismo, nacional-socialismo, fascismo de tintes socialistas. Cada vez que un imperialista español, cuando defiendes a Catalunya de sus acusaciones de ser una frivolidad pequeño burguesa al indepentiismo catalán. te contesta, con una mediocridad que debería hacer llorar a su madre por los dineros malgastados en su educación, "eso, y ahora llámame facha", está diciendo la única verdad de toda su argumentación de extrema deficiencia cognitiva. ¿De verdad no se dan cuenta de que sí, de que en efecto, todos los ataques a Catalunya (a la que ellos se refieren como "los independentistas") son actos perfectamente programados por una ofensiva fascistizante contra el pueblo y la clase obrera española perfectamente diseñado y puesto en práctica por el PP y Cs? ¿Tan bueno es el neoliberalismo fingiendo que ha conseguido que no le veáis sus costurones supremacistas y fascistas y caigáis en la trampa que acabará con España de vuelta a la muerte de la poquita democracia que teníamos?¿Estáis tontos o qué? Es España el problema no Catalunya!!! Esta es un simple instrumento para reconducir el malestar y la indignación del pueblo y la clase obrera española a la posición de las masas fascistas. Es tan obvio!!!¿Pa qué necesita España la islamofobia y otras xenofobias si tiene la catalanofobia que hace el mismo papel que las otras en Europa -esto es, darle votos a la extrema derecha- y con mucha mayor eficacia?¿Se puede saber dónde tiene la cabeza la izquierda gobernada y administrada desde Madrid, maldita sea?8 de noviembre.

Para concluir.
 

✊No saldremos del franquismo no seamos capaces de arriesgar la concepción franco-borbónica de España para refundarla sobre parámetros más justos y no sobre el derecho de conquista. Todo lo demás depende de ello. Desde la eliminación de la corrupción hasta plantearse la posibilidad de instaurar una renta básica universal, por ejemplo. Puede que suene esotérico, pero la política no se ancla -no he dicho “se basa”, aclaro- en factores métricos y racionales, sino en condiciones simbólicas que sean capaces de rearticular los restos del goce que no es capaz de absorber el cálculo capitalista del consumo y la rentabilidad. Algunos los llaman demandas. En ese sentido, España es un significante flotante y Catalunya es un significante vacío que puede perfectamente articular una cadena equivalencial que origine un proceso emancipatorio para todo el Estado. A mí, Laclau me sigue pareciendo muy útil para entender estas cosas mientras no se intente impostar su teoría como un método algorítmico y sí como un instrumento heurístico. Ada Colau lo ha sabido ver y se lo ha impuesto a gente con bastante menos visión de la realidad, a la que consideran un laboratorio de sus estrategias hegemónicas, a gente como Íñigo Errejón o Pablo Iglesias. Por esas razones, el PSOE tiene ahora la pelota en su tejado y a él corresponde decidir si quiere acabar con las raíces del franquismo o seguir dándoles cobijo bajo la forma de un soberanismo español que no tiene otro origen que el racionalismo absolutista borbónico, que tan bien se coordina con los presupuestos neoliberales, dicho sea de paso, bajo la forma de la rentabilidad soberanista, uno de los valores cuya detentación en exclusiva el españolismo se esfuerza en airear: lo de los demás son caprichos y aventuras. Y por eso creo que, más allá del peculiar estilo de su líder y cúpula, que me producen tanto rechazo como a cualquiera, Podemos acierta en proponer la partida en esos términos. Yo no tengo ningún interés en la independencia de Catalunya o en un Estado Español -en el que me quedaré- sin un territorio en el que se hablan mis dos lenguas, pero consultar al pueblo catalán, reconocerle su derecho a decidir, sería un gran paso para un proceso neo-constituyente basado en un pacto entre pueblos iguales, y no en un consenso que no fue más que una legitimación formal de un derecho de sojuzgamiento y conquista que viene de tres siglos atrás. Necesitamos un pacto, que implica el derecho al reconocimiento mutuo, y no un consenso sacralizado sin derecho al malestar.
 
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Cierto, los ciudadanos del mundo lo son porque no tienen raíces, tienen pies. Pero también es cierto que lo son porque tienen memoria. Un desmemoriado que odia su propio origen no es más que un lugareño sin lugar, que un lunático que va por el mundo sin conocer a nadie, porque puede encontrarse objetos (la gente nueva) pero no puede relacionarse con ellos como sujeto, es un paleto internacionalizado. He could meet a lot of people, but not knowing anyone else. Fue el gran consejo socrático: conócete a ti mismo. Porque si te olvidas de ti no podrás conocer nada. Serás un zombie turístico e inútil en un eterno peregrinaje entre no lugares.

Defender la propia lengua es una estrategia de resistencia. Defender lo apráctico, el arte, lo creativo, lo distinto, también. Defender lo particular es el único camino digno hacia lo universal. De nada vale conocer a mucha gente si no tienes memoria, si no tienes nada que contarles y aportarles, si no tienes un lugar para conservar el tesoro de la experiencia. De poco vale aprender una lengua para comunicarte, si no te sirve para expresarte. Eso no es conocer a gente nueva, eso es hacer business contacts, networking, no “netliving”, palabra que me acabo de inventar porque en inglés, simplemente, no existe.
 
  ✊Esto es lo que puse en mi muro de facebook el 20 de diciembre, día anterior a las elecciones en Catalunya:
Yo entiendo perfectamente que no quieras la independencia de tu país frente al Estado Español. En serio. Y me parece legitimísimo, sea por las razones que sea. Por razones de identificación con España como nación, por razones pragmáticas, por lo que sea. Puede que yo, si viviera en Catalunya no estuviera totalmente alejado de esa posición, o al menos no viera la misma urgencia en la independencia que ven los propiamente independentistas. El problema es que en las sociedades neoliberales mediatizadas, en las que no hay más campo enunciativo que la comunicación, la cuestión no es nunca el ideario, sino el argumentario. No se discute de ideas sino que se confrontan argumentos. Y el camino más fácil para todo argumentador, que no tiene nada que ver con un interlocutor, sino que es más bien un monologuista que habla para la galería, es deslegitimar la postura contraria. Hablo como demócrata español, esto es, súbdito (acepto cautelarmente ciudadano) del Reino de España y sujeto al poder del Estado Español. Y, como tal, lo que no puedo perdonar a los españolistas, que son los que me oprimen a mí, es que hayan pretendido deslegitimar el soberanismo de raíz y lo hayan hecho con una fuerza brutal y desmedida, tanto política (es decir, reservándose el monopolio de la violencia como privilegio institucional) como mediática y que hayan mentido y manipulado, engañado e intoxicado, demonizando el catalanismo pollítico, el soberanismo catalán, como opción política perfectamente legítima. No dudo que algunos no independentistas en Catalunya habrán sentido justo lo contrario. Lo siento mucho por ellos, de verdad. Pero no es mi guerra. Mis enemigos como demócrata y progresista -quiera o no, que nadie me ha preguntado- ciudadano de España son los que han utilizado y siguen utilizando recursos fascistas para perpetuar privilegios oligárquicos y reproducir la ideología que los sustenta y legitima. De ahí que mis simpatías en las elecciones de mañana, como ciudadano español sin derecho a voto en Catalunya, vaya mucho más con quienes se han enfrentado a los poderes que a mí me oprimen. Y esas son, sin duda, fuerzas que se definen como independentistas o, al menos, soberanistas. El derecho a decidir de los catalanes es mi opción como español de izquierdas. Y las CUP tienen buena parte de mi corazón ganado, como español que quiere lo mejor para su pueblo. Si viviera en Catalunya, insisto, tal vez mis opciones variaran, pero viviendo en el País Valenciano tengo claro que mis enemigos en lo político, lo económico, lo social y lo cultural son los mismos que los de las fuerzas de izquierda e independentistas. Lo siento mucho pero a mí los Pujol no me han robado nunca. El PP, millones. Es simple.
Catalans vos desitge el millor demà: que resten el pitjor possible les opcions del 155 que us varen furtar els vostres drets nacionals. Molta sort i molta foça. Que guanye l'esquerra i que guanye el país.


 

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