jueves, 1 de febrero de 2018

Sobre los Whatsapp de Puigdemont: dos pequeñas reflexiones

Los whatsapp de Puigdemont tienen diferentes lecturas, no necesariamente excluyentes entre sí.
1) Ha picado en el anzuelo mediático españolista y se cree que es más importante de lo que es. Cierto, que como ser humano está en una posición casi imposible, en el exilio y perseguido por los Aparatos Represivos del Estado (la prensa del centro penínsular se refiere a ellos como "justicia", para que los que no hayan entendido la althusseriana expresión anterior no se me despisten) y con su vida destrozada. La primera persona del plural que utiliza se refiere, creo yo, sobre todo a él y su círculo más cercano, que sí, probablemente, tiene muchos datos a favor de sentirse fracasado y derrotado. Ampliar por sinécdoque ese círculo personal a todo el independentismo es arbitrario y torticero. Léanse bien los mensajes.
2) Vivimos una época en la que los viejos trasvases entre lo público y lo privado -la ontología del secreto y la privacidad- han periclitado y a lo que asistimos es a una colonización absoluta de lo íntimo por la esfera pública. Esto es, a diferencia de las ordenadas sociedades pre-neoliberales, a las palabras no se las lleva el viento porque están lastradas por su fijación gráfica. Esto es, el significante fijado en una imagen gráfica tiene un peso mucho mayor que el siginificado: el sentido queda diluido en la espectacularidad del evento. En realidad, en la era digital toda actuación deviene performance porque la comunicación se ha convertido en el campo único de enunciación. Todo acto íntimo puede ser expropiado por la esfera pública y ser difundido como espectáculo. Parece que esta época que Virno definió como virtuosista consuma definitivamente la muerte de la obra y del autor a manos de la fijación textual y de la enunciación difusiva. Las ideas y los actos no tienen propietario. Una foto no es una obra si quién la tomó no puede tomar la decisión de no publicarla. Como un vídeo, como una frase, como una conversación. Textos, sin embargo, sí son. Susceptibles, pues, de análisis. La masa diluye la intentio auctoris en el narcisismo depredatorio de las pequeñas diferencias. Por eso, la multitud sólo puede nacer de una cierta "epojé" del significado. Solo puede tener sentido en esta época de  aquello que no procede de la intención ni del diseño: un evento está radicalemte imposibilitado de convertirse en acontecimiento. Por eso la axiomática capitalista (en el sentido deleuziano del término) se afana en convertir cualquier acto en espectáculo, que es su manera de sustraerle su potencial veritativo y, por ende, subversivo. Insta-gram excluye a cualquier pro-grama de la posibilidad de mantener un vínculo auténtico con la verdad. Un instante escrito es una perversión de todos nuestros modos de producción de la verdad. No pasa nada (sic.), pero haríamos mal de no tenerlo en cuenta. La postverdad tiene que ver con esto antes que con cualquier otra cosa. No hay realismo sin intimidad, por que no hay realismo sin pretérito perfecto. La difusión por fuera de cualquier institución impide el fin. Me evoca cierta ternura que cuando Puigdemont asevera "aixó s'ha acabat" añada que espera tener una larga vida que dedicará  a narrarlo. Los hechos han muerto, larga zombificación a las narrativas. En la era neoliberal (y digital) parece ser que es el fetichismo de la mercancía lo que se ha disuelto en el aire.


Los Whatsapp de Puigdemont.
Mulholland Drive (David Lynch, 2002)

Post Scriptum.


Vistos los Wapp de Puigdemont, su error no es otro que el haber cifrado la victoria de un pueblo en el éxito de la estrategia de una élite. ¿No os suena esto? Desbordamiento y DUI son el mismo planteamiento neutralizado por un sistema cuyas élites son más potentes que las supuestas vanguardias que se les oponen. La diferencia es que la camarilla de la DUI (siempre tengo la tentación de escribir DIU, será confusión entre métodos anticonceptivos) se basaba en un pueblo con semblante de existencia, esto es, con una identidad construida por una tradición y que ha forjado su resistencia (y resiliencia) en un largo proceso histórico. El núcleo irradiador, sin embargo, decidió que podía diseñar un pueblo
ready made con técnicas de marketing sobre la inexistencia absoluta: a diferencia del pueblo catalán que mantiene suturada su spaltung con un imaginario sólido el pueblo español carecía de cualquier posible imagen de consistencia. Por eso, cuando hubo de rebelarse lo hizo con un semblante de multitud, el 15M, no de pueblo. Su cohesión era impredecible e indeterminable, a-intencional en el sentido fenomenológico: se trataba de hacer una "epojé" de su carácter de masa, electorado, ciudadanía institucionalmente sumisa. El núcleo irradiador pretendió ganar unas eleccciones con eso, esto es, devolver a esa gente a su mero papel de electores de un partido, que es lo habían sido desde 1977. Mi idea es que confundir triunfo o victoria con éxito es caer en una trampa mortal para cualquier movimiento popular. Por cierto, ¿dónde están los del núcleo esta temporada? Parece que convertidos en unos esqueletos que divagan en torno a una mesa camilla. 2 de febrero.

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