Ante los mortíferos eventos cada vez más frecuentes, como el de ayer en Londres, se producen sistemáticamente dos respuestas en la opinión pública: la oficialista –que intenta reavivar la islamofobia y el pánico- y la anti-oficialista –que tacha de inventos del sistema estos atentados y, más o menos explícitamente, sugieren que son provocados por los gobiernos occidentales para inculcar la creencia oficialista en la opinión pública, esto es, la islamofobia y el apoyo a la violencia estatal. Ambos comparten, lo he dicho muchas veces, la misma ontología delirante, la del paradigma informativo. Ambas apuestan por la opinión –el saber compartido objetivamente y nunca subjetivado, nunca pensado por el sujeto- y por la seguridad de que hay una trama secreta reducible a hechos y datos (facts, en inglés), ocultada fraudulentamente por los Estados, y que si tuviéramos todos los datos que el poder nos escatima, tendríamos la verdad y, con ella, el sentido completo del mundo. Delirantes ambas posturas, porque entonces aparece Assange y su simple presenci nos recuerda que todos los data, en la segunda década del siglo XXI, son big, too big. Ahora bien, a la onto-episteme neoliberal, esto -que haya muchos datos- le parece equivalente a que haya muchas revelaciones, obviando que para que algo se revele ha de haber quien lo acoja como mensaje y lo propague. No hay evangelio sin predicadores. Los datos, y cuando son big la cosa resulta aún más evidente, son un saber sin sujeto, un saber que nadie sabe pero que el activista del sharing, tanto como la masa adepta al oficialismo, reputa como ya sabido y, por consiguiente, acepta como prescindible identificar al quién, sujeto del verbo saber.
Pero lo que nos encontramos en casos como el de ayer es algo distinto: es una emergencia de lo real
que se disgrega en el exterior de los circuitos de la información y su
fantasioso sentido implícito. Si siempre me han parecido rechazables las
teorías de la conspiración, no ha sido porque acepte las tesis
oficialistas, sino porque considero que la subversión, la quiebra del
simulacro por una verdad que nunca estará entera, depende de salirnos de
ese bucle fantástico de la información auto-operativa que nos lleva a
la impotencia de la conciencia: “¿cómo no se dan cuenta estas masas
cerriles?”, acaba preguntándose el probo activista cuando ha divulgado
por telegram, whatsapp, facebook, twitter y reddit mil millones de veces entre sus pacientes contactos el link que
confirma y demuestra sus sospechas, y sin embargo, estos parecen
permanecer incomprensiblemente renuentes a la concienciación por la
evidencia. Nota bene, que lo que transmiten no son los datos–too big to share,
lógicamente – ni la supuesta verdad que anida en ellos, sino la
simplona obviedad de que esos datos dicen que existen, y que alguien
los tiene, y que demuestran lo que él/la ha sabido y defendido siempre….
La salida de ese bucle de la impotencia
–es mi humilde pensar- pasa por distinguir entre la apropiación
informativa y la escucha sintomática. Es decir, por intentar no evaluar
desde la norma(tividad) sino interpretar desde la causa. El principal
problema es que seguimos proyectando sobre este terrorismo islamista el
paradigma del terrorismo urbano clásico, de cariz vertical,
organizativo, militarizado y partitocrático del que ETA, tal vez, haya
sido el último ejemplo. A este terrorismo se le acusaba, muy
racionalmente, de ser irracional, lo que suponía que el acusador, al
menos, presumía en el terrorista una racionalidad instrumental
sustancializada en el deseo de vencer y, a ser posible, de vivir para
ver esta victoria. Pero nada de esta normatividad racionalista funciona
ya en el terrorismo suicida actual.
Si hacemos, decía, el simple ejercicio
de una escucha sintomática, pasarán a ser obvios otros aspectos que la
teoría de la conspiración de raíz informativista oculta. Por ejemplo,
que el terrorismo suicida actual tiene en su bagaje mucho más de
neoliberalismo occidental que de islamismo. Decía el psicoanalista
Jacques-Alain Miller a principios de este siglo –a cuenta del 11S- que
el terrorista suicida era un terrorista “angélico”, porque despreciaba
su cuerpo en el acto de masacrarse junto con sus víctimas. Pues bien, la
figura del terrorista “islamista”, 16 años después, ha progresado
mucho. De más está decir, porque ya es de sobras conocido, que muchos, no sé si mayoría, de los efectivos del Daesh son occidentales de nacimiento y formación. No es así extraño que hayamos pasado, en consonancia con los tiempos, del terrorista angélico al terrorista emprendedor. El poder del Islam y la Yanna son “tu-sueño-por-el que-has-de-luchar”, asesorado a ser posible por un coach, figura a la que acaban asimilándose el mulah, el imam, o simplemente el correligionario “radicalizado”.
El lobo solitario se nos aparece entonces como un performer
auto-emprendedor que, como tantos en el hemisferio occidental, no ha
encontrado patrón que compre su fuerza de trabajo y por ello ha decidido
perseguir su sueño de manera autónoma, como alternativa a la exclusión
social que le reportaría ser un simple detritus del mercado de trabajo y
del mercado de consumo, sobre todo del consumo identitario (ser quien
sueño). Sólo, que en vez de pedirle a un banco que llene con un préstamo
el vacío patronal, para permitirle subsumir en la forma-empresa su
soñado proyecto vital, se ha decidido por que este proyecto le sustancie
en un rápido, in-mediato, ingreso en la Yanna. Observamos en
él, pues, todos los atributos, comenzando por la impaciencia y la
exigencia de anular toda mediación y aplazamiento de la satisfacción,
típicos del pro-sumidor post-fordista. El lobo solitario ha pasado a
concebir el Islam no ya como una religión, en el sentido clásico, sino
como un proyecto de performance virtuosista personal. Es una especie de hipster del más allá. Al fin y al cabo, hipsters e islamistas muestran el mismo aprecio por sus luengas barbas. Todo un síntoma.
Hace unos meses, a cuenta del evento (palabra que me parece más precisa que “atentado” o “ataque” en estos casos) de Niza yo lo intenté explicar de este modo. Pido disculpas –de un modo retoriquísimo, lo admito- por la auto-cita:
“Pues bien, más allá de la cuestión del fundamentalismo religioso y del odio a la democracia y de todas estas cosas que pone sobre el tapete la narrativa occidental anti-islámica, hay muchísimas trazas enunciativas en las performances del yihadismo que nos resultarían reveladoras de su origen, si atendiéramos a ellas. Rasgos característicos que nos explicarían en muchas ocasiones lo que parece el gran misterio para los servicios de seguridad europeos, que es eso que llaman la “radicalización relámpago” (o exprés) de muchos de estos nuevos terroristas. Hay rasgos formales, como la estética de videoclip o de videojuego que utilizan en sus vídeos, que nos hacen entender que este tipo de yihadistas no puede haberse criado en un lugar distinto de un país occidental y que es esa cultura la que los ha preparado para caer rendidos en los brazos de la fe en la pulsión de muerte.
Pero hay más cosas que un enfoque puramente narrativista se niega a ver. Por ejemplo, y es algo que nos tiene muy despistados, esa transición del terrorista proto-psicótico que se amarra una bomba al cuerpo porque no distingue, en el acto de matar, el suyo del de sus enemigos, ni del mundo, al nuevo lobo solitario que ha decidido ceder a la falicización del arma de fuego empuñada, diferenciada de su cuerpo. Es bastante evidente que mientras puede haber hombres y mujeres bomba, este nuevo tipo de terrorismo, más neurotizado, más sometido a la lógica patriarcal del falo separado del cuerpo, es decir, más cercano a la angustia de castración que a la explosión orgánica, es sólo perpetrada por hombres. Ya no muero al matar, provoco que me maten. Una mujer puede explotar, esparcir sus vísceras con las del enemigo. Lo intolerable es que pueda ser penetrada por lo que expele el apéndice empuñado por éste.”
Entiendo, pues, que la fobia al
neoliberalismo sería una respuesta más justa y exacta que la islamofobia
ante estos eventos post-fordistas anegados de muerte que son los
atentados “islamistas”. En cuanto a esa tergiversación informativa que
hace pasar lo visible por sentido no hay ilustración mejor que la falsa
claridad de ese circulillo transeúnte del encuadre, que se pretende
clarificador en este vídeo de la BBC.
Por la misma razón, en vez del vídeo de la BBC, yo prefiero esta otra imagen que he compartido muchas veces y que está, en mi humilde entender, mucho más cercana a la verdad y, por ello, supone una explicación mucho más precisa de lo que ayer pasó en Londres y de todos los desgraciados eventos a cuya seriepertenece. Tal vez suene a provocación o boutade, pero –honestamente- creo que las religiones han pasado de ser causa eficiente del matar a ser un simple instrumento del capitalismo, que, en efecto, cada vez más se nos revela como otra cosa que la vida.
En VLCN
Gracias por publicar en REDDIT.
ResponderEliminarhttps://www.reddit.com/r/Plaza_Podemos/comments/612o1t/el_terrorista_emprendedor_valencia_noticias/
:-)