Los talent-show de la tele tienen algo de desgarrador, en su
cometido de reconducir el general intellect al redil capitalista. Están para
reconvertir el talento de la multitud (talentos singulares que pueden estar en sinergia o no) en talento de las masas (talentos individuales estandarizados por la competitividad). En el fondo
transmiten un mensaje contundente: te dediques a la interpretación musical, a la danza, al
espectáculo teatralizado o circense, o a la gastronomía tú único modelo de
negocio, tu destino, es el empresarial. Los grandes triunfadores, beneficiarios, de los talent
show siempre son los empresarios, sean dueños de teatros, agentes artísticos, dueños de
restaurantes, propietarios de discográficas, o –sobre todo- las propias cadenas
de televisión trans-mediatizadas, porque estos programas reducen el virtuosismo
multitudinario a talento público, sometido a patrones estándar que puedan medir su potencial de éxito, susceptible de ser rentabilizado, ergo,
explotado. Esto es, performatividad masificada sin tregua desde la emisión hasta
la recepción, atrapada al vuelo por los neg-oci-antes, por los que pueden cauterizar su dimensión de ocio creativo. Lo cual demuestra que
las industrias culturales clásicas, las difusivas, no se han reciclado nunca en
“industrias creativas”, que esto es puro maquillaje.
No hay talent shows ahora mismo para deportistas, por
ejemplo. Ni para escritores, ni para directores de cine, ni para actores, ni
para guionistas, ni para creadores de videojuegos, ni para compositores. En el
primer caso, porque el modelo funciona perfectamente gracias a la sinergia
entre los clubes y los derechos de emisión, gracias a la publicidad tradicional
(masiva en difusión). En el segundo, porque el mismo modo de producción de
estos trabajadores de la cultura los convierte en peligrosos candidatos a la
“producción independiente”, es decir, los reputa de capaces de escapar a los
vericuetos del patrocinio capitalista.
En ese sentido, el sistema privilegia el virtuosismo, la
performance sin obra. El gastro-talent es muy sintomático de esta fetichización
mercantil. Una actuación espectacular (danza, magia, canción, contorsionismo,
etc.) es reductible a su captación difusiva. Se graba lo que hacen y eso es la
mercancía. No interesa, pues, potenciar a gente cuyo empeño conlleve de suyo
una fijación textual que no necesite de la mediación empresarial para producir
beneficio. No interesa nada un novelista, un poeta, un diseñador de videjuegos,
o quien sepa hacer una webserie, porque son capaces de hacer texto (“obra”) de
su performance en el mismo acto que la realizan.
Interesan mucho los cocineros, porque su “mercancía” es la
más
fetichista de todas: su esencia escapa a la representación audio-visual. Producen sabores y olores, inaccesibles sin un dispositivo empresarial (restaurante o cadena de restaurantes) que los explote, que aprese la instantaneidad de su desempeño performativo.
fetichista de todas: su esencia escapa a la representación audio-visual. Producen sabores y olores, inaccesibles sin un dispositivo empresarial (restaurante o cadena de restaurantes) que los explote, que aprese la instantaneidad de su desempeño performativo.
Un programa como La Voz, que
implica que para ser seleccionados los concursantes deben ser escuchados -al
menos por primera vez- sin ser vistos, simula ese mismo juego con el fuera de
campo, con lo inaccesible, como efecto fetichista. Ésta es la verdadera
política del capitalismo contra la piratería de la industria cultural difusiva y no cerrar
páginas de descarga. Es tan oligopólica que impide cualquier trascendencia,
cualquier transferencia a la cultura de un pueblo, a la sociedad entendida como
interés general. De ahí, el desgarro. El profundo desánimo que generan estos
programas acaba siendo su principal combustible. El Capitalismo camina
imparable hacia su consunción (cada vez menos hay beneficiarios de sus dispositivos
económicos que son progresivamente oligárquicos) y hacia su consumación. Es el antídoto
suicida que ha encontrado para evitar su posible superación o su deseable
atravesamiento.
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